jueves, 30 de diciembre de 2010

Feliz año

De volver a reír con los amigos.

Incluso en estos tiempos - Joaquín Sabina



En tiempos más audaces yo le ponía al sistema una hora y una fecha para que, llegado el momento, subiera el artículo que felicitaba el año, aclarando, eso sí, que no era yo el que a las 12 en punto estaba en frente del ordenador para hacer tal cosa. Que uno no tendrá la agenda del famoseo de este país, pero aún tiene quien a esa hora le pueda dar un buen abrazo.

Ahora no tengo muchas ganas de prefijar cosas para el futuro, aunque nadie entienda que hoy me levanté en plan pesimista de vaso medio vació, y tampoco es que haga de menos este blog mío, que lleva acompañándome tantos años. Es cierto que en los últimos tiempos anda algo descuidado, aunque solamente en lo concerniente a contenido, pues ahora luce moderno, a la vanguardia de los blogs más vanguardistas.

Ocurre simplemente que no encuentro un rato para contar mis cosillas, o quizá es que soy como el que se perdió en el desierto y vino a darse cuenta de que gritando no se saca más que una afonía.

Nada más quiero contar que estas vacaciones fueron las de los encuentros, las de volvernos a ver. Estoy feliz por eso.


FELIZ 2011, que nos dé todo lo que el 2010 nos escatimó. Pero sobretodo salud, salud para nosotros y todos los nuestros.

miércoles, 29 de diciembre de 2010

Mi buen amigo José

Deshojo el triste racimo de la nada

Nube negra - Joaquín Sabina



No hay verdad más grande que la vida no es nada. Apenas nada en realidad. Contaré que el día antes de venir de vacaciones a Valencia me despedía dentro de la misma oficina de mi buen amigo José y de su mujer Matilde, dos valencianos viviendo dichosos la jubilación en Asturias. ¡Por fin encontré a alguien a quien la plaza de Cánovas le dice algo! En realidad nuestra despedida fue a distancia, yo les saludé con la mano desde la puerta saliendo a tomar un cafetín y ellos me desearon buenas fiestas y feliz año desde dentro.

Unos días más tarde me llega un mensaje de un número desconocido urgiéndome a que me ponga en contacto con Matilde, sin concretar más. ¿Qué puede haber ocurrido? Sé que José va de cuando en cuando al ambulatorio, pero para poca cosa... Al llamarla poco después me entero de que él ha fallecido de un infarto, certero e imprevisible, dejándola sola. Yo, de una pieza, me puse a su disposición para todo, ya no como empleado de la empresa que me tiene en nómina, sino como amigo para los ratos de flaqueza, que ahora serán todos. El alma humana que existir existe se duele ante las noticias de la muerte, estamos de paso nada más, de paso y sin saber por cuánto tiempo. Pero cuando le dije que había que salir de eso, de esa pena inconsolable, la vida es larga y nos queda mucho camino, vine a darme cuenta de cómo puede cambiar todo en un instante y de lo muy huecas que pueden llegar a ser algunas palabras, cuando apenas significan.

Se fue al limbo nuestro propósito de recorrer el camino del Cares los cuatro juntos. Dejando un coche en el comienzo y otro en el final para no hacerlo dos veces. Y tampoco podremos tomar al fin la paella en la paellera que se hizo llevar Matilde para que la paella, de buena, mereciera tal nombre. Todos nuestros planes de amigos a los que les parece que se conocen desde siempre evaporados, todos los proyectos, humildes pasatiempos desde un encuentro afortunado, desaparecidos.


Matilde va a vender la casa del San Roque. Va a vender la buhardilla que nos enseñaron en Llanes, su última adquisición, y que daba para vivir muy bien. Va a vender el todoterreno.

Deja Asturias, donde eran tan felices juntos, para volver a Valencia.

¡Terrible destino donde marchan los planes que se volvieron imposibles!

Terribles noticias, que difícil de creer.

Terrible vida, terrible muerte.