martes, 25 de abril de 2006

Inés

Puede que haciendo zapping hoy o en el intermedio del documental de grandes felinos, 8 años siguiendo sus pasos por el Masai Mara, encontré a Inés Sastre en uno de esos anuncios de Trêson de Lancomê; dichoso acento raro, circunflejo que no sé bien si va delante, atrás o al centro y dentro. Son unos anuncios de una extraordinaria sencillez. Una cámara enfocando a Inés Sastre en primer plano, mientras por detrás transcurre no sé qué, un fondo plano, de nubes, un edificio en llamas, ... el fin del mundo, ¿a quién le importa? ¿Quién mira allí?

Lo malo es que el anuncio lo cogí a medias y apenas pude mirar su sonrisa, enseguida desapareció como una visión ¿de futuro? ¿de pasado? Una ilusión que se esfuma. Demasiada Coca-Cola para vivir muchos años.



Inés Sastre me emociona, en uno de aquellos anuncios, de este quizá haga un tiempo, se la ve precipitando un sentimiento, en el proceso de llorar felizmente, como en el caso de un encuentro, de un casamiento, de una supervivencia. Ese anuncio me conmueve porque me contagio, quizá porque me imagino efectivamente ante ella y que soy yo el que le provoca aquel estado. Lástima que el anuncio acabe tan pronto, antes incluso de que su felicidad nos funda en un abrazo.

Inés era entonces irresistible. Alcanzó la combinación perfecta de la que hablábamos hace años, astros conjurados para un único destino ¿verdad Marcos? Lo tiene todo a favor pero mi debilidad es Elena Anaya.

lunes, 24 de abril de 2006

Fragmento

"Todo forma parte de un "todo", pero es solamente parte. Un fragmento".

Anado




"Supongo que como dicen los clérigos "los caminos del Señor son inescrutables". Nos reconstruimos a cada paso. Somos supervivientes. Venimos alzándonos contra la adversidad y hay que reconocer no nos faltan méritos. Vivimos la vida como si protagonizáramos una película. Dos que se detienen entre un mundo de gente mientras todo lo demás vibra. Todos esos, los de alrededor viajan a saltos hacia su destino. No se han detenido a otear el camino. Solamente avanzan con la vista en sus zapatos.


Decían en Matrix, "es el mundo real". Yo no sé si es el mundo real o si la vida es sueño."

domingo, 23 de abril de 2006

Toy malo

Alguien se acuerda de aquel monigote de hace muchos años que salía en las pegatinas. Se hizo muy famoso. Creo que era un círculo amarillo que decía eso de "toy lo que sea". Pero no conviene fiarse de mi memoria que yo como el prota de "Memento" voy dejando notitas por aquí y allá para que sean ellas las que me recuerden las cosas.

El caso es que "toy malo", pero no enfermo ni nada de eso, la mala hierba es resistente y yo también. Y el caso es que para caer malillo no debieran faltar razones porque mi menú diario, salvo excepciones está compuesto de mucho microhondas y un poco de sartén para un vuelta y vuelta.

"Toy malo" pero no de salud. Toy con ganas de molestar, de ofender, de avasallar. Aún me pregunto quién inventa los anuncios de mi compañía de teléfono móvil. Toda aquella gente dándose un abrazo bajo ese himno corpora-festivo de esa voz insistente: "Ná, ná, ná"; aquel fulano corriendo con una bandera hasta un lugar, seguro sin cobertura. Aquel idiota pegando saltitos por la calle con aquella chaqueta verde por si los saltos no fueran suficiente reclamo, por si darlos no lo hicieran parecer suficientemente idiota. Aquel Santa Claus verde que lograría que todos los abonados aborreciéramos la Navidad (y a la compañía por supuesto). Aquella mengana sentada a la mesa con un paisanin como una intrusa en casa ajena, como una vendedora de enciclopedias a la fuerza, y encima con aquel careto, como haciendo pasar por imbécil al otro, ¡quién de los dos lleva aquella chaqueta! Y el peor de todos ¡aquellos enanos cayendo del cielo para aterrizar en una furgoneta!

Francamente, así de pronto no recuerdo ninguno más, lo que es sin duda una buena noticia, pues supongo que retener alguno más de esos engendros televisivos podría provocarme un serio deterioro cerebral. Más grave aún que recordar este puñado.

Yo, la verdad, es que cada vez que veo uno de estos anuncios me lanzo sobre el móvil más que dispuesto a darme de baja gracias a su publicidad. Y espetárselo así a la valiente moza que ha de dar la cara por ellos. Pero me retengo, miro pa otro lado y cambio de cadena pa encontrar los de la competencia, Movistar principalmente que le van a la zaga. Sobre todo cuando usan a aquellos dos muchachos sin talento alguno para recitar unos textos sin gracia ni miga. De la publicidad de estos podría hablar largo y tendido pero la verdad es que no tengo demasiada gana. Toy malo, pero lo toy contra Amena.

Le he cogido mucha manía. Sus anuncios son de pésimos algo insoportable, y para más inri el móvil que me compré hace no menos de 3 años tiene una teclita algo floja y sujeta con celo. ¡Quién me ha visto y quién me ve! Con lo pijín que era yo antes para estas cosas. Pero todos cambiamos, supongo. Además ahora cuando corro a llamar para decir que no me volverán a ver el pelo, en el segundo tono, recuerdo el "una y no más", atractiva oferta a la que me acogí y que ¡vive dios! estoy aprovechando. Y me digo que la venganza por semejante publicidad es un plato que se ha de servir frío. Allá por junio, cuando las tarifas vuelvan al cauce de lo corriente. Entonces seré yo quien ría el último.

sábado, 22 de abril de 2006

Me pido prime

De niños teníamos una forma de funcionar curiosa, práctica y justa. No había quien se quejara porque el método era incontestable. Si corríamos hacia algún lado, a coger silla para el cine de verano, si queríamos escoger muñeco para tardes entretenidos en un balcón que da, allí abajo a los columpios, no teníamos más que decir aquello de: "me pido prime".

Eso te habría todos los horizontes porque habías sido quizá el más listo pero seguro el más rápido, el prime sin discusión y sin necesidad de más méritos que haber sabido abrir la boca para las precisas palabras que te ponen por delante de todos. Tras de ti se precipitaba otro, "ségun" y los siguientes ya decían la palabra completa con un punto desdichado porque ser tercero era como ganar el bronce en las Olimpiadas, la sensación de victoria queda para los de más arriba. Ser tercero era escoger tarde. Y nadie osaba discutir aquel orden recién creado. Era aceptado por todos porque lo entendíamos universalmente justo, no había imposición alguna. Todos quedaban conformes, conjurados para ser los prime en otra ocasión.


Con los años las cosas se vuelven más difíciles. Ocurre incluso que uno ya no quiere ser prime en casi nada, no vaya a ser que por serlo te lleves tu las bofetadas. Digamos que uno está enseñado y se volvió más prudente. Aunque hay excepciones, cuando te va la vida en ello, cuando has de operarte de algo para estar mejor o para curarte, cuando llegas al super y hay una cola inmensa en la carnicería. En ese momento ves que el dispensador de turnos queda demasiado lejos y que hay mucha gente antes que tú. Entonces querrías abrir la bocaza y gritar haciendo altavoz con la mano hacia el carnicero, ¡Me pido prime! Y comprobar como el hombre deja lo que está haciendo para acercarse asintiendo ¿qué va a ser? Las señoras tuercen el gesto, te miran con cierta admiración pues estuviste tan raudo que no les diste opción. Aquellos papelines con un número anotado, al fin no sirvieron para nada.

Luego al ir a pagar aprietas el paso para llegar a la caja antes que esa señora que parece flotar con aquellos zapatos planos de bailarina para avanzar más rápido por el suelo llano y brillante. Pero ella te lleva dos cuerpos de ventaja y no afloja. A ti te sabe mal empezar a correr, llamarías demasiado la atención y eso no se lleva. Entonces recuerdas tu as bajo la manga, te paras, alzas los brazos al falso techo blanco y la voz te sale desde el estómago, recorre todo tu cuerpo como una sacudida, como si la voz volviera de las profundidades de un océano para coger aire, gritas y abrirán una nueva caja para ti: "¡Me pido prime!"



Ser guapo no es suficiente. Aquí ocurre igual, no basta con ser listo, hay que parecerlo. ;)

viernes, 21 de abril de 2006

Bolsillo vacío

Más de una mañana al despertar se me ocurren mil ocurrencias que contar. Cosas de las que hablaría en este rincón. Cosas mías o de la actualidad televisiva, que para algunos es todo lo que ocurre. Pero me ha pasado que conforme pasan las horas se me van quitando las ganas, como si las ideas fueran abducidas o se evaporaran por encima de mi cabeza, como si las palabras se me cayeran al suelo al caminar por tenerlas guardadas en un bolsillo roto.

Y ahora precisamente debiera esforzarme más, porque el otro día me enteré de que un amigo desde chaval y su hermana Gabriela-"Bibi", "Ramperos" a ultranza pese a quien pese como soy yo, se dejan caer alguna vez por aquí para leer algo. Demasiado tiempo libre que tienen algunos :P

A Coke le decía, "firma el libro de visitas anda. Pero insultos, los justos". Joer, si es amigo mío.

domingo, 16 de abril de 2006

Platos

Hoy estuve hablando con varias personas por teléfono, bien cómodo, tirado en la cama. Estaba cansado porque madrugué para volver a casa y no sé bien con quién pero en medio de una de aquellas conversaciones escuché el estruendo de un montón de platos rotos. Enseguida pensé que somos muchos los torpes dispuestos a "caer" vasos y botellas (sobre todo con una copa de más). Pero no le di mayor importancia. Seguí a lo mío y luego me quedé dormido.

Más tarde decidí que era hora de comprobar si la lavadora había terminado ciclo galáctico para ponerme a tender. Entonces, al acercarme a la cocina pude comprobar que todos esos platos o vasos o lo que fuera no habían caído en Marte sino mucho más cerca. Y es que si algo se rompe, algo mío se rompe. El suelo estaba llenito de cristalitos pequeños y grandes. Lo más gracioso de todo es que soy plenamente consciente de mi cara al dar la luz, ni siquiera se me movió un músculo. Mi rostro impertérrito comprobando que cómo no van a ser mis propios enseres los rotos si es que algo rompe. Lo malo es que no sé precisar con exactitud el alcance de los destrozos ¡son tan distintos cuando forman parte de algo compacto! Y es que soy tan torpe como para exponer el friegue pendiente del otro día encima del baile de la lavadora que empuja a caderazos a los platitos hasta el precipicio. Nada me sorprende, toy curado de espanto y eso me ha convertido en alguien auténticamente profesional, sobretodo si la solución pasa por una escoba y un recogedor. Tendré que reemplazarlos para el día en que le tenga que devolver el piso a mi casera. No vaya a ser que por dos platos se me quede con la fianza, ¡está todo igual, igualico que yo que sigo siendo el mismo!

Ayer desperté en el Perelló y desde la cama oía a mis padres hablar y reírse en el comedor que está pared con pared a mi cuarto. No pude evitar un pensamiento. Lo bien que están juntos, lo fenomenales compañeros de viaje que son. Ahora van de cuando en cuando al cine y tienen en cartera un par de pelis, recomendadas en un semanal por un puñado de críticos. Tantos años juntos y no pueden estar el uno sin el otro. No logré saber de qué hablaban pero les oí la risa. Habrán tenido alguna suerte y a ratos mucha paciencia estoy seguro... ¡pero qué bien lo han hecho!, ¡qué bien lo siguen haciendo!

Son la pareja perfecta.

jueves, 13 de abril de 2006

Vuelo

Vuelo mañana para viajar una vez más hacia Valencia porque tengo cuatro días despejados como el levante sin borrascas. Y en verdad hay que reconocer que esos cuatro días, que son tan fugaces que pasan casi sin sentir, son lo de menos. Lo más importante son los días previos, esta semana que acaba un miércoles, la semana anterior que tenía la vista fija en la tarde agotada, en el día de mañana que será día de viajes de encuentros. En esta ocasión además como un suspiro, en vuelo directo sin escalas, 70 minutos para enjugar todas las distancias, para recorrer por encima de las nubes un país entero. Esos días que buscan fecha en el calendario fueron vividos con una ilusión desmedida. Porque aunque una vida vista desde mucha altura pueda parecer diminuta, porque vista a toda prisa no es más que un movimiento repetitivo de cortos trayectos, si te acercas un poco hasta el detalle, hasta comprobar más allá de la corteza misma, comprobarás que algo se conmueve. Está ahí todos los días, amagada pero volviendo único cada día. Es la ilusión por las pequeñas cosas. A mí se me ponía la sonrisa sin yo quererlo, y una especie de asombro por todo lo que me rodea.

martes, 11 de abril de 2006

Tropiezos

"El querer es todo en la vida. Si queréis ser felices lo seréis. Es la voluntad la que transporta las montañas".

Alfred Victor de Vigny



Soy una auténtico caso. Ayer al salir del cuarto empujé con una pierna un periódico antiguo que estaba en la mesita de noche (junto al cartón que acompañó unas sábanas que adquirí hace unas fechas). Este tropiezo hizo que se cayera el altavoz izquierdo de mi microcadena lo que provocó un tirón de cable que hizo caer a su vez la unidad central al suelo, y por simpatía o porque una cosa conlleva la otra, hay lazos irrompibles, cayó también el altavoz derecho en perfecto estéreo. Toda la cadena contra el suelo desde el rascacielos de mis dos mesillas de noche. Uno dirá que no es mucha altura, que lo más seguro es que la unidad central absorbiera el impacto en sus aristas como el vehículo de pruebas chocando contra el muro, pero no, el resultado fue el esperado, la unidad lectora dejó de leer y esta vez la culpa fue mía y de nadie más, que soy a veces como Urkel, el chavalillo que desmontaba un garaje entero solamente con asomar sus gafas por el quicio de la puerta.

Ahora bien, ese aparato es ya un caso perdido. No importa demasiado pues la mayoría de las veces lo utilizaba para oír la radio, y eso lo podré seguir haciendo. Ningún golpe por fuerte que sea acabó con las ondas invisibles de la música gratis por publicidad. Viajan por encima de tu cabeza, por debajo, aunque no las veas. Solamente si me encerrara en un burbuja y no es el caso. Además me da la oportunidad de ir a los grandes almacenes del mejor precio con la ilusión del comprador. Estoy dispuesto a llevarme el aparato más grande, el que tenga la caja más ancha para que la gente me mire por la calle, para que el conductor del autobús me llame la atención insistiendo en que aquello debe, como yo, pagar billete. A lo que yo opondré, negando con la cabeza, que una de dos o esto o yo, pero nunca los dos al tiempo en el mismo viaje. Que viajamos juntos porque es frágil y que haga espacio para dos en el maletero si cuenta con alojarlo allí. Bien sujetos, contando las paradas por una leve rendija de sol. Nada más una condición, suba el aire acondicionado.

Quiero desembalarlo en casa y quedármelo mirando. Sintonizar una a una sus emisoras y abrir el cargador de cd's diciendo que ahí van tres discografías al menos, que son la vida entera de sus autores con apenas una pausa de dos segundos entre canción y canción (o una parte importante de sus vidas), saber que tengo una doble pletina para grabar cintas de cassete si es que quiero convertirme en el último romántico de una forma de llevar música felizmente superada, poner 90 minutos en cuenta atrás como cada noche; es el plazo máximo que me doy para alcanzar el sueño.

domingo, 9 de abril de 2006

Paseo de San Pedro



Estuve esta tarde en el paseo de San Pedro. Es un lugar precioso. Me gusta ir con música y pasear por allí arriba. Está todo cubierto de césped verde y da a los acantilados, donde rompen las olas con una fuerza que varía según la marejada. Uno mira desde arriba y no sabe si es que son las olas las que sangran al golpearse contra la pared de piedra o es la piedra la que vierte su sangre blanca y salada al mar. Si yo fuera un fugitivo que huye de algo, no podría haber encontrado mejor destino. Pero a mí me trajo una casualidad de hace muchos años. Hoy se hizo de noche deprisa. A pesar de todo, incluso en la anochecida es tan bello que parece mentira.


En la muro bajo de piedra leí dos inscripciones. "Rebollete te queremos", "Diana te queremos" y en ambas una fecha del pasado. No sé si porque aquel amor tuvo una fecha de inicio, de final, o porque ambos juntos o por separado decidieron saltar la distancia hasta las olas.

sábado, 8 de abril de 2006

Bichos

Miro todo este tema de los vuelos y resulta que es mucho más caro volar a Valencia que a Frankfurt, Liverpool o Roma. ¡A Roma llegas por poco más de 60 euros en ida y vuelta!

Mis próximas quedadas en el extranjero, ya lo tengo claro. La cosa es que como voy justito de tiempo lo único que haré será pasearme por los aeropuertos como un ejecutivo inquieto, comprobando que aún no se me paró el segundero. De un lado a otro en cada pasillo. Subiendo y bajando escaleras. Dejando a derecha e izquierda los cubiles infumables del fumador. Ni siquiera saldré de aquel espacio, solamente por el aire de regreso a casa.


Este sábado se propuso, el Xuac lo hizo, una cenita de promo pero la gente anda ocupadilla y con tantas bajas la cosa se terminó cancelando o esa otra palabra más suave, como una caricia en la cara, posponiendo sin fecha. Claro si es que dejar que haga la propuesta el Xuac que no es capaz de convencer a nadie de que el cielo es azul era apostar directamente al caballo perdedor. Así nos hemos quedado los dos, bastante tostados y con unas ganas inmensas de fijar una nueva fecha, allá en el futuro incierto, si es que entonces nos surge como un arrebato que hay que verse las caras para no olvidar.


Esta semana seguí con interés todo el negocio del Consistorio de Marbella. Y lo que más me ha llamado la atención es el pésimo gusto del tal Roca, ese cerebro de intereses partidistas y comisiones bajo manga. Tiene el tipo un montón de casas (¿y castillos?) pero lo curioso es que en alguna de ellas el hombre montó un auténtico belén de animales disecados. ¡Que el engendro tenía una jirafa entera en un rincón! ¡Y un manada de leones tan perfectamente dispuestos que ni Rodríguez de la Fuente!

En mi opinión, que importa tan poquita cosa, a este fulano había que encerrarlo con sentencia en firme en su celdilla de Alcalá Meco o donde sea, y llevarle allí a todos los bichos. Nada más para que no esté solo. Sí, sí, al oso polar también. Que para sentarse en la taza del vater tenga que empujar al animalico p'allá. ¡Jo! Que razón tendrá cuando se diga que cualquier tiempo pasado fue mejor.

jueves, 6 de abril de 2006

Un pensamiento

Gasto más tiempo que gano.

miércoles, 5 de abril de 2006

Mangantes

Uno ve los telediarios y se asombra de que en Marbella hubiera tanto mangante. Pero eso no es peor que la impresión (muy personal) de que se les pudo trincar antes pero no se hizo. ¡Cómo tenían todo aquello, casas, pisos, terrenos, animales, edificios... y nadie se dio cuenta!

Uno termina pensando que durante mucho tiempo se hizo la vista gorda o simplemente jueces, fiscales y demás son ineficaces.

Me decía un amigo que ese mangoneo se da en todos los ayuntamientos, aunque en menor medida porque claro, Marbella mueve más dinero.

Así estamos los ciudadanos rasos, convencidos de que nos timan como al tonto que se sabe timado sin queja (pero con cara de tonto) y que nos mangonearán unos y otros siempre que puedan y tanto como puedan. Estamos des-cre-í-di-tos. Qué más da su color. Nos preocupan otras cosas pero atenderemos murmurando entre nosotros al circo de los medios.

domingo, 2 de abril de 2006

Senderos



Esta mañana tiré pal monte, como las cabras.

Me puse un chándal y las deportivas. Cogí el discman, los cd's, ninguno repe, la cartera y las llaves. Todo lo metí en la mochila sin orden ni concierto y me la enganché al compartimento de la espalda que es el ancho espacio que va de omoplato a omoplato ¿omoqué? Entre los hombracos, vaya.

Estoy rodeado de paisajes realmente hermosos. Los que venimos de una ciudad en que el verde es un trozo de jardín solemos quedar maravillados ante el esplendor del norte. Se nos nota porque caminamos con el rostro estupefacto, como si no termináramos de creer lo que ven los ojos. Nos decimos a cada paso ¡qué bonito es esto! y luego ¡pero qué bonito! Además vamos con la cámara en la mano echando fotos sin parar.

La cosa es que yo he tirado por un caminete y luego hacia otro. Viendo por el crujir del estómago que se me estaba haciendo algo tarde pregunté al primer paisano que me encontré. ¿Si tiro por ahí vuelvo verdad? Y el hombre muy amable me dice que no, que ese camino desemboca en Cue. Así me oriento yo (tardé dos días en encontrar el interruptor de la cocina de la casa, no digo más).

El caso es que como le dije esta era una noticia magnífica. Puesto que llevaba en la cartera mis cuartos (traseros) pensé que podría comer en Cue alguna cosa, un completito menú del día, en alguno de sus bares para regresar justo antes de que se iniciara la modorra de sobremesa. Pero no pudo ser. Los bares no esperaban mi llegada por lo que se ve y como me dijo un vecino allí no tenían de nada. Por lo que se ve los existentes estaban cerrados a cal y canto o solamente debían dispensar de beber (lo que no dejaba de tener su atractivo, todo hay que decirlo).

El caso es que tras sentarme al sol junto a una tapia y tirar de móvil decidí emprender el regreso con la certeza de que mi bote de fabada me estaría esperando con la misma paciencia que tuvo siempre, fuera cuando fuera su enlatado.

Estaba mediando el camino de regreso y de repente a menos de dos metros de mí una ardilla marrón, pequeñita y muy linda se queda parada. Su cuerpecín a la altura de mi cabolo. Demasiado para el forastero. De inmediato meto mano en la mochila y busco a tientas la cámara de fotos. El caso es que no le quito ojo. ¡No te vayas bicho, no te vayas! En esas se empieza a mover, pero hacia delante, ofreciendo su perfil. Yo cojo la cámara por fin, me la desenfundo torpemente (la cámara) y pulso en botón de encendido que extrae el objetivo para poder lanzar fotos. En ese instante, saliendo el objetivo, el animalico cambia la trayectoria y dándome la espalda desaparece tras un montículo verde.

Yo que no soy de los que me rindo fácilmente y viendo que tras ese montículo había una extensa llanura me digo que si logro subir podré cazar a la ardilla en una fotito. La empresa no es fácil. Aquello está muy escarpado y yo llevo el discman en la mano lo que sin duda dificulta las cosas. Pero la foto lo merece. Me lanzo p'arriba como las cabras y llego hasta ese espacio que resulta que está rodeado de alambrada. Pero no una alambrada cualquiera, nada más un hilo de alambre a la altura de los cataplines, y la cosa tiene su importancia porque como podría comprobar, por suerte solamente en las piernillas, aquello estaba electrificado. Tras dos o tres descargas (no sé si involuntarias o como las ratitas más torpes de laboratorio pa comprobar que aquello da corriente) termino por darme por vencido. De la ardilla no volví a saber nada. Debió largarse a toda prisa como un famoso abandonando el portal de la amante desconocida por si hubiera paparazzis. El caso es que salvado ese alambre me encontré ante lo que antes había subido ágilmente y resultó que bajar daba más miedo. Eran apenas unos metros pero escarpadísimos, una pendiente realmente pronunciada y abajo esperando como un rosal, una alambrada de esas que tiene alambre ensortijado como pequeños puños punzantes y oxidados. Había que tener, desde luego un cuidado extremo. Si uno bajara alegremente podía caer contra aquello. Tras mantener una conversación telefónica desde aquel altillo y posponerla hasta más tarde me lancé, si es que se puede decir de este modo, porque lo que hice fue bajar con un cuidado tremendo. Como un domador mordido vuelve a la jaula de los leones.

La cosa es que la coordinación de cabeza y patas resultó providencial. Una vez abajo continúe hasta casa y comí fabada según los planes. Mañana hago compra, me tengo que dar algún caprichito. Toy fino, soy algo así como la mitad de Ronaldo.

La alegría de Sestea

"Toda persona es dos personas: una está despierta en la oscuridad y la otra está dormida en la luz".

Khail Gibrán

Por Sestea, para que lo lea.


Fer y Sestea haciendo el bobo en Fallas :D

Existió, puedo jurarlo, a caballo entre el siglo XX y el XXI una personita de apenas metro y medio que fue, es y será todo corazón.

Yo soy de aquellos que tienen una fe inmensa en las personas. De esos que piensan que todo el mundo es bueno. Que todos tenemos habilidades especiales, a veces recónditas, a algunos les lleva toda la vida descubrirlas. La mayoría de las veces son los otros quienes las descubren. Se hacen ostensibles para ellos, para quienes nos aprecian. Yo me pregunté muchas veces el porqué del amor, quizá misterio irresoluble, y no hallé respuesta. ¿Por qué le parecí tan bueno siendo tan mediocre? ¿Cómo mira el corazón que no atiende al hecho objetivo? ¿Cuál realidad es la auténtica, la que percibe uno mismo o la de la persona que te amó? ¿Por qué yo entre todos? ¿Por qué tú?

Sestea existió, existe como demostración palpable de que entre tanto, hay mucho bueno. Pero no quisiera dar la impresión de que esto tiene algo de ordinario. Y es por ello que reconozco que es una injusticia que pase inadvertida para tantos que no podrían, aunque quisieran, conocerla.

Sestea sorprendida por un cámara muy guapo :P
Al principio la llamé Rafiki, luego fue Sestea y probablemente para el futuro será Maya. Le compré estas Fallas, en un puestecillo una muñeca de peluche de la abeja rayada en amarillo y negro; con sus alitas transparentes y todo. Un muñeco muy gracioso, como ella. Pasó toda la tarde que dedicamos a ver fallas con el peluche de la mano, en todas las calles, paso a paso las dos muñecas.

Yo la traté desde los tiempos en que era otro. Aquel que me llevó a ser quién soy ahora, que no es el mismo de entonces. Vamos cubriendo año a año estaciones transitorias de un largo viaje. Como un tren que se detuviera cada poco sin dejar viajeros. Y que sea así por muchos años, pues pisar el andén es quedar en el camino, como quedaremos tarde o temprano todos. Convertirse en un recuerdo también pasajero, condenado a no durar.
Pero estas letras no son la invención que se vuelve caprichosa para decidir la suerte de unos personajes que no tienen de verdad más que un retazo, son las letras de mi vida. De lo que he vivido, de lo que he sido todos los días.

Anado y Sestea en una pensión de Logroño
Yo siempre bromee con la idea de que me perseguía pues siempre estuvo al otro lado de la mesa. Asida a mi mano, en el asiento contiguo en cada viaje. Donde quiera que fuera allí estaba, con sus enormes ojos aceituna, de dibujo animado. Y siempre demostró una paciencia infinita conmigo, no podía ser de otro modo, sobretodo en los últimos tiempos. Porque siempre ha estado. Siempre a mi lado sin que importara la distancia espacial que nos separa. Sin que importara siquiera las circunstancias cambiantes de nuestras vidas, en la que nada permanece constante.

Yo tuve siempre una certeza que me ponía a salvo de todo. Que era mi única verdad fiable, el único amparo contra el destino incierto. Ella con todo lo que significa, con todo lo que era capaz de dar que siempre ha sido todo lo que es, entregada sin reserva a una convicción que es hermosa, una verdad que para el que lo cree es incontestable, el amor lo puede todo.


Y día a día me asombro de su fuerza, tan capaz de mover montañas, de revertir lo adverso, de conseguirlo todo. Se halla inmersa en una eternidad de estudio. Los tonos de mi llamada la sorprenden ante sus libros para hacer valer los años de derecho, cuando me conoció, está en una lucha constante como una traberita (que es un animalito que cabe en la palma de la mano) contra Goliath. Puede que le lleve aún un par de meses, puede que un poco más.



Desde hace algún tiempo mantengo un principio que es mi propio salvavidas, ante cualquier calamidad que pueda ocurrir, ante lo malo que nos reserva la vida, ante el fracaso, ante las ausencias, ante la muerte:

Casi todo es casi nada.

Aprendí amparado en ese pensamiento a relativizarlo todo. Intentando lograr sin conseguirlo que nada afecte como un terremoto. Procurar estar por encima de la coyuntura.

Me así a ese principio como un naúfrago para darme cuenta que es cierto, pero que esos casi contienen en si mismo excepciones que lejos de ser nada pueden suponerlo todo.

Cuando vienen buenas a Sestea se le pone una sonrisa que llega. Tanto, tanto que todo gira en torno a ella. Su sonrisa es la alegría misma, se transmite por la vista. Consigue que la alegría se propague a su alrededor. Por eso la gente la quiere tanto. Son fogonazos, no ocurren todos los días. No todas sus sonrisas tienen esta cualidad. A veces sonríe tristemente y la tristeza se asoma a sus ojos como una sombra de paso.

Pero esas otras veces en que ella destaca fluorescente sobre gris, en que como siempre nada es perfecto, con el destino y el mundo dándose reveses, de repente ocurre, ella ignora la razón simplemente sonríe. Y su sonrisa es un fenómeno, un milagro, porque lo cambia todo. Todo parece mejor. Su alegría nos mejora. La vuelve refulgente, como si la luz se abriera paso entre nubes negras desde ella.

Esos momentos, puntuales y únicos son la excepción al casi. Y es que a veces la bondad es un torrente que nace en la sonrisa de Sestea.