miércoles, 31 de octubre de 2007

El día

Pero dímelo de frente.

La paga - Juanes



Hoy es un día señalado en el calendario. El día en que ese juez tan grosero dicta la sentencia para los encausados por el 11-M. Aunque la sentencia como conclusión definitiva la sabemos hace tiempo, 192 muertos. Eso es lo que queda de aquello, esto otro es nada más un remiendo que no servirá de nada. No servirá porque no es necesaria llegar hasta hoy para encarcelar con sentencia firme para que nadie aprenda que matar gente es algo que no se debe hacer. Y aunque fuera detalle que alguien necesitara para tomar nota, no lo harán todos esos tan fanáticos como para dar la vida por cumplir su objetivo de matar.

Pensaba en esa palabra terrorismo. Me da la impresión de que se ha quedado pequeña, de tan manida. No define en realidad lo que significa segar una vida humana o varias. Terrorismo que viene de causar terror, pero solamente causa terror si eres tú mismo el que escapa de los disparos. Todo lo demás a estas alturas provoca una incomodidad lejana. Los muertos suenan siempre demasiado distantes para ser tomados en consideración.

Pero yo no vengo con intención de contar la sentencia, la que sea, conocida ya a estas horas, copando las portadas de los diarios. Ni siquiera he entrado a leerla. Creo que podré esperar a mañana.


Yo vengo más bien para hablar del Superjumbo A380 que han estrenado las líneas aéreas de Singapur y que ha causado gran revuelo y con razón. Porque resulta que es un pedazo avión que podría llevar hasta 8oo personas cómodamente sentadas, pero no las lleva porque han decidido dejar espacio para 12 suites de lujo, con su cama de matrimonio, aunque no haga falta estar casado para su uso. Pero el alboroto no viene de que haya tantas habitaciones, ni de la forma de distribuir el espacio, sino de las quejas de los primeros ocupantes, pues se encontraron con las llaves de la puerta, delante de la habitación, viendo aquella cama mullida, aquellos pétalos de rosa esparcidos, el champagne frío, y vete tú a saber si también las fresas, para enterarse que allí no podían hacerlo, como dice Andrés Calamaro.

Y claro, alguien que pagó 28.000 euros por dos viajes, ida y vuelta debería tener derecho a echar uno por viaje, al menos. Con quien lleve para esos menesteres, él a ella, ella a él, o con quien se preste a ello del pasaje. Que por poder estirar las piernas sobre aquella cama a siete mil metros de altura algunos estaríamos dispuestos a casi cualquier cosa, aunque ella sea una modelo harta de figurones de pasarela, de hermosura demasiado patente, para contentarse ahora con bellezas menos convencionales, menos acusadas y por tanto más inadvertidas. Sobretodo porque llevan ostras a la habitación y pueden ser muchas para una persona sola. Pero resulta que las habitaciones, cuidadas hasta el ínfimo detalle, quedaron sin insonorizar de manera que el resto del pasaje podría llegar a concluir que no se está viendo la televisión precisamente. Sobre todo porque esos canales alemanes tan animados no se sintonizan cruzando el cielo a 900 km/hora. Y claro, alguien puede sentirse mal con aquel jaleo. Y como en los aviones no permiten que nos pongamos el MP3 porque prefieren que oigamos esa insulsa música de fondo, en la que, me aventuro a decir que subrepticiamente se nos dice que querremos volver a viajar con esa compañía, para que nos quede como un eco en el fondo del cerebro y después como una cuenta pendiente, puede ocurrir que todo el pasaje esté atento a los avatares de los del cuarto fogoso. Sabiendo en cada instante si la cosa va hacia arriba, y cuanto aguantará el tipo antes de rendirse a la evidencia de que ellas vencen siempre.

Así se podría dar el caso que al salir de la suite el tipo sea jaleado con vítores y aplausos por la gran faena, o por el contrario con silbidos. Lo que tiene que ser la mar de humillante, sobre todo si los 28.000 salieron de aquel bolsillo.

De forma que se ha armado buena. Los de la compañía dan todo tipo de facilidades y a la postre te dicen que nanay. Y todos esos ricos que no pueden esperar para hacerlo a llegar a sus mansiones u hoteles están con la escopeta cargada furiosos de ir simplemente tumbados descansando. Que a buen seguro saber lo de que la frenética actividad tendría muchos oyentes había entusiasmado sobremanera a más de uno, que lo entendería además como un incentivo añadido al viaje.

Así que yo voy a seguir viajando en clase turista, comprando los billetes por Internet para que queden en precio, y voy a seguir aferrándome con fuerza al reposa brazos cada vez que tome tierra, que tengo el palpito que en una de aquellas pinchamos la rueda y comenzamos a girar partiendo las alas como un barril cayendo una ladera. Toda aquella gente golpeando las cabezas contra el techo y yo asido a mi asiento por ese brazo de hierro, que me mantiene en mi sitio pase lo que pase (mientras la cosa no se incendie).

Si hay llamas parto la ventanuca con la cabezota. Y salgo el último como un señor.

martes, 30 de octubre de 2007

De mañanas mejor

Pues no sé como es eso de escribir. Y llevo haciéndolo muchos años. Contando mis tontadas y antes, desde bien joven historias con personajes que quizá tenían algo de mí. Probablemente ese sea un problema insalvable si es que un día uno aspira a que le publiquen algo, aunque sea en el semanario de la parroquia. Nunca dejé de mostrarme en los relatos. No pude por más que intenté ponerme en la piel de otro por entero. Y nadie quiere leer un libro de personajes que son uno solamente.

Muchos de esos relatos están en las profundidades de Annlea, una web literaria que albergó en su día a más de 400 miembros, la mayoría de los cuales simples visitantes, tan desocupados y ociosos como para tomarse el esfuerzo de darse de alta en la web. En realidad el núcleo de Annlea era mucho más reducido, una docena de personas con muchos relatos que escribir y leer.

Yo particularmente siempre preferí ser leído. Durante buena parte de mi vida pensé que podría escribir sin necesidad de leer una sola línea más. Así pasó que fui quedándome vacío. Sin inventiva siquiera para variar mi propia experiencia. Es lo que me ha llevado hasta aquí, poco más o menos.

Estos días me he dado cuenta de cuál es mi momento mejor para escribir. Me ocurre por las mañanas, cuando me estoy cambiando para ir a trabajar. Me estoy poniendo los calcetines y soy todo ingenio. Que se me ocurren frases la mar de atinadas, de las jugosas que darían para un parrafazo en que recrearme obstinado. Y si cambio de tercio, acierto de pleno. Que a esas horas no hay idea mala.

Supongo que luego con el discurrir del día me voy acogotando como alguien que de tanto ver la televisión soñara con la programación. Llego a estas horas cansado, como arrastrando un peso por el suelo.

Creo que un día voy a madrugar más. Me sentaré a ver amanecer con el portátil frente a la ventana. Ya lo estoy viendo.

Ese día me levantaré hueco.

domingo, 28 de octubre de 2007

La derrota

No creo en el jamás.

Juanes



Digo yo que el tal Jimenez Losantos debe tener cuidado de no morderse la lengua. Que como se la muerda se envenena. Y la verdad es que el tipo es un charlatán de aúpa. Claro que ha tenido suerte y alguien le puso un micrófono delante y ya no es capaz de pasar sin él, suerte porque lleva toda la pinta de ser de esos que de no tener el micro caminaría por la calle hablando solo, en perpetuo combate con sus demonios interiores.

Lo peor es que ha escogido malos enemigos, a quien se le ocurre. Haciendo campaña por ocupar unas cuantas portadas en contra del rey, que es tan bueno o malo como cualquier otro rey. Porque el problema, si lo hay, no está en Juan Carlos, esa persona en particular. Está si acaso en la figura en si misma, que fulmina toda aquella idea tan hermosa, pura teoría, de que todos somos iguales y ninguno es más que otro.

Claro que esa es la mayor mentira. No somos iguales. La naturaleza nos hace distintos. Y sí, por distintos se da que hay unos mejores que otros. Y eso puede parecer injusto porque tal vez lo sea. Cada uno carga con sus propias limitaciones.

Leo que los Latin Kings han jurado venganza sobre Sergi Xavier, el macarra del tren. Otra vez la vida es una tómbola. El verdugo se hace víctima y la víctima, de algún modo, verdugo.

sábado, 27 de octubre de 2007

La vida es un ratico

Esperanza de mis ojos.

Me enamora - Juanes


Transcurría el 19 de mayo de corrido. Habíamos estado, si no recuerdo mal, comiendo un cocido madrileño en Madrid, al son de unos boleros que tocaba una pareja. El más alto con voz grave, el más pequeño, un abuelito, tocando el acordeón y gritando "garofita" de tanto en tanto.

Al salir a la Plaza Mayor nos encontramos con un dibujante de caricaturas. Yo quería comprobar como soy a los ojos de un extraño, no contaminado por mi carácter cordial y animoso ni conmiserativo porque no soy más alto, más fornido ni más guapo. Así que tras observar durante unos minutos lo bien que se le daba nos lanzamos a ser retratados. Ya nos advirtió que puede atenerse más o menos a la verdad, la misma que arroja el espejo o permitirse licencias hacia algún ideal de belleza, si es que este es posible en un dibujo que contiene a alguien que no le entraría ni una gorra ni un cazo. En definitiva nos venía a decir que puede acentuar nuestros rasgos tanto como para que parezcan defectos o quizá al contrario, nuestros defectos tanto que pasen por rasgos de cada uno.


Conmigo se portó la verdad, y no porque haya salido especialmente bien. Sino por la nariz que me dibujó. Yo creo que es que se le estaba quedando sin tinta el rotulador y no quiso emprender la ardua tarea de dibujarla en sus justas proporciones. Habría tenido que ser arquitecto y no dibujante.

A Sestea la dibujó peor de lo que es. Ningún dibujo capta su forma de mirar.


Quizá un día la traiga en una foto en la que aparece posando sidra como quien sirviera cerveza. Botella y vaso casi se besan. Y sin embargo en su rostro aparece la sorpresa mayúscula de encontrar que algo cae dentro. A mí se me daba mejor, los más viejos del lugar y más experimentados andaban maravillados, deseando tan solo que pudiera levantar la vista del vaso para captar su estupefacción.

Pero me habría roto la concentración.


viernes, 26 de octubre de 2007

El converso

Que mi historia no traiga dolor.

Nada particular - Miguel Bosé y Juanes



Lo malo de este sitio es que lo escribe alguien que apenas tiene un trazo de las cosas que escribe. Nada más algo leído hace no sé cuanto en algún lado, unos segundos rescatados entre el cambio de canales del televisor. Y de ese par de detalles yo largo un párrafo entero y lo presento como si fuera una verdad absoluta.

Claro que quien me conoce un poco sabe que en verdad no creo que haya verdades de ese tipo. Apenas una y tiene que ver con la muerte. Lo demás son actos de fe. Creencias que mueven voluntades. Por esa razón yo no me tomo nada demasiado en serio. Que es una forma bastante aceptable de confrontar las cosas, y hasta un punto heroica. También porque he conocido la tristeza a veces, que es bucear a dos metros de la superficie en el mar abierto, en medio de la nada, sin ruido, sin aire y a oscuras.


Así hoy vengo dispuesto a hablar de Tony Blair que creo que se quiere pasar al catolicismo siguiendo los pasos de su esposa porque le queda amor, supongo, y porque esa fidelidad a sus creencias es poco a la lealtad absoluta profesada por ella, a lo largo de los años, pese a las muy discutibles decisiones políticas que ha ido tomando, con el colofón de la guerra de Irak obviamente, que algunos aquí en España dan por zanjado como tema de discusión sin querer oír hablar más, que bastante llevan oído. Claro que la guerra continúa, ya no hay dictador pero no deja de morir gente. Sin embargo eso no interesa, les harta ese tema recurrente, y se dicen que ya vuelven esos con el tema de la guerra. Pero es que la guerra continua porque es actualidad de barbarie y muerte.

Hace unos días me maravillaba con la noticia de la operación a un feto dentro del vientre de su madre. Le apartaron el cordón umbilical porque existía la posibilidad de que se le anudara al cuello y terminara asfixiándolo. Eso me dio por pensar en la paradoja de esta vida, cuando la ciencia y la tecnología dan para llegar hasta avances de este tipo por preservar la vida humana, esa vida, mientras otras vidas, a miles de kilómetros nos importan tan poco.

Nos hemos acostumbrado. La muerte en aquellos lugares se nos ha hecho tan cotidiana que a nadie le preocupa. Ni siquiera habrá manifestaciones de alegría si una vez el horror se acaba. Es una cicatriz que abre y apenas cicatriza, si lo hace con los años, abre en otro lado. Es la guerra, siempre hay una en alguna parte.

Blair quiere pasarse al catolicismo, pero en su tierra los británicos le recuerdan su legado en las esquinas, son los fanáticos anti-guerra. Los mismos o casi los mismos a los que se les expulsaba de los mitines del Partido Popular los días previos a la debacle electoral. Los días en que había quien se ofendía ante las pegatinas del NO A LA GUERRA, se sentían insultados de cruzarse con cualquiera que llevara en su pecho aquel lema. Porque mantener aquel pensamiento era ir reprochando por la vida y valía más de pensar así, que fuera de manera clandestina. Mostrarse de acuerdo era ser pancartista, y enfrentado a la idea obstinada de defender el santo y seña de los que se encontraban juntos como una gran familia. Y no hablo de los políticos, que tienen que defender a sus jefes porque les va el sueldo y el crédito en ello, hablo de la gente de la calle, los anónimos ciudadanos, a lo más militantes que por no encontrar razones al otro lado tragaban con cualquier decisión, fuera la que fuera, para hacerla buena.

Blair llega al catolicismo superado el poder, y su llegada se podría entender como la extrema unción sino en el crepúsculo de la vida, que aún le han de quedar muchos años, sí a esa parte de la vida oscura y anónima de quien ya no tomara decisiones más importantes que si acudir o no al cine o a la playa para un fin de semana. Es decir llega para abrazar la fe de su esposa con la finalidad última del creyente en la Iglesia si ésta puede perdonar los errores de la vida, fueran los que fueran, si hay arrepentimiento. Claro que a Tony Blair el arrepentimiento no le viene de las decisiones tomadas, quizá sí de las consecuencias de sus decisiones.

Aunque la Iglesia debía tener también reservado el derecho de admisión, porque es seguro que no debe estar ansiando el día en que Tony forme parte.

Que duro debe ser vivir sabiendo que tus decisiones políticas por acción u omisión, tus decisiones al fin, han causado 600.000 muertos. Son muchos muertos para una sola vida. Muchos para sentir que el respaldo de un puñado de conocidos lo hará más llevadero.

miércoles, 24 de octubre de 2007

El volante

Tanto correr para nada. Y me refiero a mí y no a Hamilton o a Alonso. Aunque a este pobre le dieron un coche el otro domingo que iba con diez caballos menos que el del compañero predestinado al triunfo en el mundial, y por lo que se vio, además debían estar aún cansados de quedar cuartos la víspera, porque el coche iba tan aprisa como yo cuando me pongo al trote unos minutos. Claro que yo siempre pienso que podría acelerar, pero nunca lo hago. Porque no tengo tanta prisa y porque en el fondo de mi alma sé que de haberme ejercitado tan poco se me ha terminado olvidando esprintar. Soy como un pura sangre con las cuatro patas de palo.

Alonso le metió todo el gas que pudo, pero para mí que los de McClaren debieron aflojarle alguna tuerca, o le pusieron los polvos blancos de Ferrari en el depósito para que aquello se gripara. Y debieron hacerlo tan a conciencia que por asegurar el éxito de la empresa decidieron hacerlo en los dos coches bajo el pretexto de que alguno tomará. y acertaron. Condujo uno de ellos. Veremos si repite el año que viene.

Claro que también puede ser que a Hamilton no le sabotearán el coche a conciencia, porque es el hijo negro que nunca tuvo Ron Dennis, y que todo se debiera a un sensor misterioso que decidió frenar el vehículo hasta casi hacer caravana. Que así tenía que conducir el chaval detrás del coche de seguridad, con esa parsimonia y no dando esos tirones y frenazos que hacen que los rivales inmediatos choquen entre ellos por temor a ser sancionados, descalificados o desprovistos de la super licencia por la FIA, que es una caseta de feria donde las sorpresas están colgando sobre las cabezas dentro de unos sobres con tanta publicidad que no entraría un sello. Ni falta que hace. Correos tiene bastante con intentar combatir por sus medios al universo de comunicación en tiempo real que ha supuesto Internet, como para meterse a pagar esas cifras mareantes que rentabiliza tan felizmente vestido de cowboy Emilio Botín.

Puede que el sensor fallará antes, y que hiciera que el chaval se saliera al perseguir a Alonso para rebasarle. Un sensor de esos lo mismo te deja el coche al ralentí que te atrofia la dirección. Son muy caprichosos porque son de alta tecnología. Ve tú a saber si no hizo que el coche de Hamilton se parara en la gravilla de China. Que las cosas que tienen que ver con dossieres tan grandes son muy dadas a ser sorpresivas a la vez que dadas a repetirse para ser de nuevo y con más razón sorprendentes. Parecía que lo teníamos pero no. El sensor ha vuelto a fallar. Por eso tienen los ordenadores intercomunicados para conocer los fallos al momento, por si hay que avisar a la grúa.

Dicen por otro lado que se le debieron llenar los pontones de basura, de césped o de ramas por salirse hacia la escapatoria. El metacrilato es un imán para la inmundicia que puebla a sus anchas los aledaños de los circuitos. Aquello allí dentro hizo de paño sobre estufa y se les fue calentando con aquello embozado que es raro que no se cocinara alguna cosa. Así que los refrigeradores naturales de aire o los tecnológicos no dieron abasto y cesaron en represalia quitándole toda la potencia al bólido.

Aunque también puede ser, como apuntan algunos, que no se trate de ningún sensor misterioso que falló una vez nada más secando el coche, que luego se recuperó al ciento por ciento. Y desde ahí hasta el final buscando el quinto puesto. Sino que puede ser que las manazas de Hamilton dejarán el carro exactamente igual que cuando enfila la calle de boxes. Es decir a 80 Km/h que es una velocidad excesiva para rodar en ciudad pero precaria para intentar ganar una carrera o un título mundial, por más fácil que se tenga.

Todo puede ser. Yo creo que la clave está en el volante. Si yo lo condujera aún sería peor. Probablemente tocaría los botones, hay tantos, en la única combinación capaz de destruir el coche. Me saldría un mensaje por la radio advirtiendo aquello de que en 10 segundos aquel cacharro tan caro se autodestruirá. Y luego me preguntarían en la rueda de prensa, y yo diría que salí del coche como un Fórmula Uno, y los ingenieros dirían a los medios que nunca me advirtieron nada por la radio, que no fue una voz humana. Que fue el ordenador haciendo algo que no sabían que hacía. Bueno, todos no, Ron Dennis sí.

Él lo sabe todo (menos predecir el futuro).

Llegar a las manos

Primavera ven y curame el invierno.

Las nubes de tu pelo - Fito y los Fitipaldis



Vengo a la hora del fútbol que puedo ver, así que no me voy a quedar mucho. Aunque es fijo que algo me voy a perder. Repasar la actualidad aunque sea solamente un detalle me va a llevar más tiempo del que falta para el comienzo del partido. Sobre todo si sigo acumulando líneas sin contenido (como si las otras tuvieran mucho más).

No quiero dejar de mencionar al valiente que se lío a golpes con la chiquilla del tren de Barcelona. Valiente porque antes de emprender nada contra ella tomó buena nota de que pudiera hacerlo sin tener que salir corriendo. El vagón iba casi vacío, apenas había otra persona que se sentía tan poca cosa que hubiera podido precipitarse el vagón hacia un terraplén difícilmente se le adivinarían fuerzas para llegar hasta la puerta. Vamos que de tan enjuto los brazos le salían directamente del cuello, bastante esfuerzo habría sido llegar hasta sentarse, como para meterse donde no le llaman. Y el caso aquel, él lo tenía claro, le venía completamente grande. Esos skin-head tienen muy malas pulgas y aunque el cerebro les da para poco más que para un par de eslóganes son muy capaces de juntar sus bíceps para patear a quien les cuestione ideologías o se ponga por en medio. Todo lo que hizo fue mirar de un lado a otro como quien ve pasar los San Fermines, y por temor a una cogida le prestaba más atención al camino despejado, donde el peligro se intuye nada más. Es obvio que debió ponerse tenso como una cuerda de laúd, y el héroe que todos llevamos dentro debió gritarle que todo aquello era intolerable y que debía hacer algo. Pero le faltaron reflejos para mediar, le faltaron para levantarse al menos y acudir a otro vagón donde avisar a más viajeros o a la policía. Estaba paralizado como ella. Ella una ecuatoriana de 16 años. Él tan extranjero como ella, tan inmigrante y quizá por eso igualmente petrificado por el miedo.

Lo más curioso es que si yo me pongo en el pellejo de aquel me doy cuenta de que soy poco más o menos de la misma pasta, con tanta cobardía como para no hacer míos los problemas de los otros. O tal vez yo fuera capaz de interponerme aterrado. Quizá de ser yo el que estuviera allí sentado el fulano no habría osado agredir a la muchacha de aquel modo. Se sintió liberado por el desprecio a los que se sienten fuera de casa. No terminaron de entender que son ciudadanos de primera porque no se lo hicimos entender todavía. Gente que las raras veces que tiene voz se les ignora. Pero esta vez había un testigo más. Y su versión es irrefutable. Una cámara de vídeo grabando la escena entera.

Yo habría cambiado esa cámara por la humanidad de un conocido mío. Cubano por más señas. Mide más de dos metros de alto y tiene la corpulencia que para sí querría un buen poste bajo de la NBA. Es un fenómeno de la naturaleza, un prodigio que hace pequeño al gigante de "La milla verde". Imposible verlo por la calle sin quedárselo mirando. Si Leonel hubiera sido testigo, seguro que el chaval no se habría atrevido, se habría sentado como un alma de cántaro, acomplejado por ser tan poca cosa a la par que tonto, y no se le habría oído decir ni pío. Y si por entrar en el vagón en aquel momento coge la escena a medias yo estoy casi seguro que el fulano sale volando por la ventana o atravesando las puertas cerradas. Y que luego le busquen en grupito rapado, él los disolverá a guantazos. Casi seguro que al verlo comienzan a minimizar la afrenta diciendo que esas cosas le pasan por capullo. Y mientras los pies en polvorosa, no vayamos a despertar un huracán.

Porque Leonel tiene la fuerza que aquel chavalillo inmóvil oyendo música quería tener. Perdió la oportunidad de ser un héroe quizá por salvar la vida. Nos habría valido saber artes marciales. Sentirnos seguros de algo más que de hacer lo correcto defendiendo al débil.

lunes, 22 de octubre de 2007

El bostezo

Infinita tristeza la de mi corazón.

Tristeza Maleza - Manu Chao



Pues resulta que me fui a ver la peli del orfanato porque soy muy fan del cuerpo de Belén Rueda. Por eso y porque está rodada en mi pueblo y quería ver cómo les había quedado todo aquel asunto, después de todo nos cerraron la calle principal para rodar, con toda aquella gente mirando y ese caos circulatorio, quería saber si las molestias causadas habían merecido la pena.

Y el resultado final es que no. Claro que yo habia visto rodar en parte la escena más llamativa de la película que no detallaré aquí por respeto a cualquiera que llegue con ganas de verla. Así que yo ya sabía lo que iba a pasar, porque aunque mi cerebro no sea precisamente el Ferrari de Raikkonen, que se parece más al cerebro de Ron Dennis desgraciadamente, habría que haber estado más ciego de lo que estoy para no hilar parte de la escena.

Yo tengo un método infalible para medir las películas. Se miden ellas solas por el número de bostezos que me provocan. Así puedo afirmar que esta fue bastante mala, aunque no bostezara nunca con el cuerpo de Belén Rueda en pantalla. Claro que bostecé mucho más con "Los Otros", con la fama que tiene. Recuerdo aquel rato como una sucesión de bostezos, yo creo que de pocas no me quedé dormido. Es lo que tienen los tostones. Nos cuentan una historia nueva tirando de recursos ya vistos. No hacen películas, hacen collages. Parece que ya está todo inventado. Con lo terroríficas que resultan algunas carcajadas.

A mí me da más miedo, por ejemplo, el Carod Rovira. Que luego se anda preguntando porque los catalanes tienen tan mala prensa fuera de Catalonia. Y es que uno no puede ponerse a discutir por las nimiedades de un nombre pronunciado de tal o cual forma, aunque se tenga toda la razón, que eso no se lo voy a discutir. Y menos aún si uno se dedica a la política, que es uno de esos trabajos que no querría nadie con mucho aprecio por la honestidad, pues tarde o temprano el poder corrompe. Quita la careta, apuntó uno, muestra a la persona tal como es. Que se lo digan al pobre Plá, que era una persona más bien simple, y que quizá por su simpleza se ha visto inmerso en un embolado tremendo a cuenta de unas facturas de 78000 eurillos, calderilla si la casa quedó de figurar en un catálogo. Porque en el fondo esas facturas se pagan solo si es necesario y de poder cuanto más tarde.

Carod prefiere discutir sobre el nombre de pila que le puso su madre y su padre antes que en ahondar en cuestiones más espinosas y en las que recibiría menos respaldo. Su reunión con ETA, por ejemplo, para crear un estado excepcional en el inmenso mapa donde los asesinos pueden matar.

Carod da un poco de miedo, habla el castellano como si hablara el catalán, y busca enfrentamiento porque en el enfrentamiento están más juntos. Es Asterix con una poción de reproches.


Hoy regresé a casa. Mañana vuelvo a trabajar tras unas vacaciones, cortas como lo son todas. Pero me sirvieron para desconectar, para estar a gusto con los míos. Para salir a comer y a cenar casi todos los días, incluso salí una noche hasta la madrugada, y coincidí con una amiga que no veía desde hace 7 años y que trabajó conmigo cerca de un año, en el mismo sitio, aunque con tareas distintas.

Volví desde Santander en autobús y a la altura de San Vicente de la Barquera me pareció ver abajo, apurando un cigarrillo, a Carod Rovira. Yo sospecho que era él, porque tiene cara de fumador. La verdad es que puede ser que me equivoque. Porque el conductor esperó a recogerlo y cuando pasó por mi lado todo él olía a tabaco como si lo hubiera subido el cigarro y se hubiera quedado el hombre en tierra, y mantengo que de ser él, Josep Lluís Carod Rovira, cualquiera habría salido atropelladamente por dejarlo humeante y sorprendido, y esto es general a todos los políticos. Menudo disfrute verlos braceando por perder nuestro autocar. Aunque debo estar loco. Esa gente no viaja en bus. Les llevan en limusina, con las banderitas cortando el viento.

viernes, 19 de octubre de 2007

Los planes

Es el momento de volver a empezar.

Ahora - Ismael Serrano


Se marchó la semana entera. Queda un fin de semana, con lo corto que resultará. Ya he admitido algunas veces que los días se miden muy distintos en función de cómo los ocupemos. Yo sigo por aquí, viviendo esta semana que ha sido como encontrarse un estanque donde entornar los ojos. Quizá haya servido para desconectar de lo cotidiano, quizá también para reparar en la importancia de las cosas realmente importantes.

Sigo por aquí y sin embargo tengo la impresión de haber empezado a recoger mis bártulos para ponerme de nuevo en camino. Soy como un fantasma, no estoy del todo en ninguna parte. Será porque parece que me voy, pero me quedo en el aire.

La conexión

Pues resulta que tengo la madre de las conexiones aquí en mi casa de Valencia. Sospecho que pueda ser de los de Sanidad de abajo, que son muy generosos y desprendidos en todo lo referente a conexiones inalámbricas. Porque no solamente tienen la conexión más veloz sino que la tienen protegida lo mismo que Bush la mesa de caoba, cualquier mindundi le pone los pies encima. Yo nada más he necesitado un portátil de bella factura, y alta, aunque pagado a plazos con lo del plan Avanza, que de verdad ha hecho un favor a esta economía doméstica, ya no tan sumergida; da para un ordenador a pagar cómodamente, con buen tiempo por delante, lo hemos convertido en un recibo periódico, algo así como un esbozo de hipoteca, a la que tendremos tiempo de acostumbrarnos en el futuro.Que quien tiene un ordenador tiene bastante. El mío además va a las mil maravillas. No tengo queja yo, que soy de quejarme tanto.


Cuando voy a mirar el estado de la conexión que es sitio óptimo para saber la velocidad a la que me conecto no puedo evitar admirarme de esas 54 Mb/s. Me siento al volante de un Ferrari de los de fórmula 1. Como Fernando Alonso acordándome del padre de Louis Hamilton.

Vamos que ayer me descargué un programa de 180 Mb y lo obtuve en alrededor de 3 o 4 minutos. Iba a más de media mega por segundo, aún tengo vértigo. Nada que ver con mi conexión habitual, que sin ser tan lenta como una tortuga pierde con esta por comparación. Así que mejor para ella si no las comparamos. La mía va paso a paso y me cuesta dinero. Será que es de las que mira para atrás. Lo mismo que una persona que caminara girada hacia el camino recorrido en vez de mirando donde dará el próximo paso. Que distinta a esta otra, la obtengo gratis y va a toda mecha.

Leo a estas horas que un juez que es alguien como tú o como yo entiende que no hay delito en poner a funcionar la mula de las descargas. Que no hay que cerrar una web porque recoja unos cuantos enlaces, que son ruta hacia las descargas en otra parte.

Los de la SGAE tienen que estar que trinan. Para mí que Ramoncín debe estar mordiéndose las uñas. Será una mala semana para él, seguro. Como todas sin que nadie compre sus discos, sin poderse mear sobre nadie desde ningún escenario, sin tertulia a la que acudir de experto charlatán y para más inri con un juez aliado en la confabulación diabólica de los piratas de banda ancha.

jueves, 18 de octubre de 2007

Josep Lluís y el lehendakari

Junto a mi perro, espiando horizontes.

Si tú no vuelves - Miguel Bosé y Shakira



Uno que no es político piensa que los nacionalismos se curan viajando. Y no tengo nada en contra de que uno sienta la tierra que pisa como propia, y que defienda tradiciones y la propia cultura, después de todo son la sustancia que nos ha formado tal como somos.

Sin embargo no entiendo el ansia de levantar fronteras y muros para distinguir lo que está dentro y fuera. La motivación última del político que actúa en el territorio como un león o perro doméstico, orinando, entre otras cosas, para marcar hasta donde llegan sus dominios y por donde se le puede ver paseando encantado de la vida. Se comportan igual que el vecino que anexionó al cortijo un pedazo de zona común tras duras negociaciones y que lo rodeará de muro si hace falta para que se haga intransitable para cualquiera, aunque lo sea también para él. Lo querrá tan solo para mirarlo desde la altura pensando que le pertenece, pues con suerte no será capaz de verlo nadie más, aunque luego quizá inseguro, se dedique el resto del tiempo a otear si hay un resquicio por el que alguien pueda asomarse. Dejará de mirar aquel espacio muerto por la inquietud de encontrar dos ojos invasores.

Pero nuestros políticos se pasan la vida viajando. Pueden ir a Madrid para sentirse de Madrid delante de un cocido de garbanzos, o pueden viajar a Asturias para tomar unes fabes. Podrían sentirse tan de un sitio como de otro, es bien fácil. Vivimos en un mundo que descubrió Internet para fulminar cualquier distancia. Componemos un mundo global en que no hay más marcas que las que figuran en los mapas, y esas tan inútiles son las que quieren actualizar. Quieren dibujar de nuevo los atlas para que los críos descubran con el tiempo que esas fronteras no sirven para nada. Para separar colores en el dibujo de la geografía; en la práctica no existen. Son una señal de tráfico por rebasar, nada más.

Y mientras esto ocurre llegan las pateras repletas de gente que ambiciona una vida mejor porque quieren oportunidades que antes nunca se dieron. Les da igual llegar a un sitio que a otro, lo importante es llegar porque el destino siempre será mejor. Ellos no entenderían las discusiones de este primer mundo, que tiene sus propios problemas ciertos y cotidianos pero se enreda en discusiones eternas sobre lo nuestro y lo tuyo. Mayor injusticia han sentido por nacer donde mueren cada día a cientos, pues ellos sí saben lo que es ser de un sitio y no poder ser de otro lado, ellos conocen el alcance exacto de las fronteras porque tienen forma de continente y agua.


Nuestros políticos están hartos de mirarse el ombligo en realidad, y dejaron de mirar dentro por mirar hacia fuera para preservar lo de dentro. El problema les aparecerá el día en que conseguidos sus objetivos sin cortapisas los de dentro quieran preservar su identidad propia por encima de la de la nación nueva, recién creada. Cuando los ciudadanos de una de las ciudades digan que ellos no son lo que dicen que son los políticos de la capital. Que son otra cosa y que quieren ser tratados como distintos, en sus propios límites donde sentirse a salvo y satisfechos. Y más tarde será un pueblo el que vendrá a decir que por condimentar un plato con especias distintas merecen ser un país nuevo, pues así lo sienten cuando se cruzan en el mercado o en los aledaños de la iglesia. Que estar dentro de aquella masa uniforme estuve bien pero sólo durante un tiempo.

Hasta que en la carrera de reivindicarnos haya bloques de vecinos pidiendo ser distintos, o quizá pisos enteros exigiendo ser tratados de otra manera simplemente por ser los más relucientes siempre, o porque siempre huelen a guiso recién hecho al pasar por las escaleras.

En verdad la raíz de nuestros problemas es otra. Queremos reivindicarnos como personas únicas, y llegaremos donde sea necesario para poderlo proclamar. Necesitamos oídos que nos escuchen porque el origen del nacionalismo es la defensa del yo frente a los otros. Estamos vivos y somos distintos a todos los otros, aunque sean tantos. Nadie es como yo y deben saberlo. Merezco ser tratado como único.

Importa el yo mientras siga vivo. Podría ser solamente un rato.

martes, 16 de octubre de 2007

El capricho

Me compré ayer utilizando este medio un Ipod Nano de los nuevos.

Me lo compré de 8Gb porque el Zen Nano Plus de 1Gb se me ha quedado pequeño. Ya no me deja meter ni una canción nueva sin borrar antes alguna otra. Ha llegado a su tope. Nada parecido a las discotecas o los conciertos que dicen ser de aforo limitado y sin embargo siempre hay espacio para alguien más si nos apretujamos un poco. O los autobuses de línea regular, que vas con el pelo enganchado a las puertas mientras un codo se clava en el esternón. Mejor el tuyo que el de otro. Cada parada te dices que aquí no baja nadie, y que no puede ser muy conforme al código de circulación transitar de esa manera, pero al conductor se la trae al pairo, grita que pasemos "p´atrás" porque hay un rincón donde nadie pisa a nadie. A él le da igual, va ancho en su asiento mullido, el muelle lo mueve de aquí a allá como un reloj basculante. No repara en que de chocar aquello se convertirá en una explosión de naranjas rotas.

Por supuesto que el capricho pudo ser el de 4Gb, pero sería cuestión de tiempo que lo llenara porque ya dije alguna vez que la música es una de mis debilidades. La horchata es la otra.

Así que mejor cogerlo con capacidad suficiente para que a la larga algunas canciones se me puedan hacer prescindibles. Pude comprar el Ipod en el FNAC, pero a través de la tienda de Apple logro que me graben el nombre en el reverso. Yo hubiera preferido una frase elocuente, pero no di con ninguna.

Compré el (RED) y por el mismo precio participo en una campaña de envío de medicamentos para combatir el SIDA en África.

Lo malo será si el chisme me sale malo. No sé como me defenderé en lo relativo a la garantía. Cuando uno no tiene a quien reclamar se termina reclamando la torpeza frente al espejo. Algo leí de 90 días, pero me parece poco tiempo. Será que les tienen programado el fallo. En cualquier caso yo soy de los que, al que hace 91, se encuentra con que aquello lanza guiños pero no enciende. Que por fallarme me fallan hasta las pastillas de jabón.

Se admiten apuestas.

domingo, 14 de octubre de 2007

El señor Judía

Dice Sestea que parezco el Mr. Bean español.

Y puede que no le falte razón. La verdad es que no tengo mucha gana a estas horas, pero tendría que contar mi llegada a Valencia que fue propia de Mr.Bean o como mínimo de alguien discutido con la suerte.

Llegué al aeropuerto de Santander gracias a un cliente que me dejó en la misma puerta de entrada. Yo le agradecí en el alma que me llevara tan raudamente, si bien es cierto que faltaban casi alrededor de tres horas para la salida del vuelo, demasiado tiempo para tomar café solo, demasiado para hojear el periódico. Claro que si hubiera llegado en autobús la cosa no habría sido muy distinta, pues cargado con maletas y demás desaparece cualquier ansía de hacer turismo, y eso sin contar con que Santander es una ciudad que conozco de sobra, al menos toda la parte a la que puede acceder alguien caminando sin querer cansarse en exceso.

Así que me tomé un café y encendí el portátil para ver si lograba conectarme. Claro que no pude, esas cosas son posibles solamente en aeropuertos grandes, como Barajas por ejemplo. Tienen unas cafeterías tan grandes como el aeropuerto de Santander, y te dan la conexión a cambio de un café. Santander no, tiene un aeropuerto que es una caja de cerillas, pequeño como la sala de espera de un dentista.

Así que me puse una peli de Woody Allen un rato y luego me fui a comprar un diario. Que leí del derecho y del revés esperando, así que tiré de teléfono móvil. Pero no tuve suerte.

Mi vuelo salió con una hora de retraso por la congestión aérea. Que se da cuando muchos aviones quieren aterrizar al tiempo sobre Madrid, y los controladores aéreos no terminan de hacerse cargo de la situación. Les dan los turnos como en la carnicería, y dejan el que más me interesa para los últimos lugares. Supongo que porque es más importante salir hacia Nueva York que hacia Santander.

Así que si llevaba poco rato esperando tuve que esperar una hora más.

Pero por fin a bordo nos dieron un bocadillo vegetal muy bueno. Y me debieron ver careto de persona informada de sobra en las calamidades del día porque no nos repartieron periódico. También puede ser que por la hora les pareciera poco apropiado las noticias impresas, por antiguas. El vuelo fue más o menos normal salvo por las zonas de turbulencias que atravesamos sin dejar una sola y que hizo que todos nos comportáramos con una discreción digna de admiración. Estoy casi convencido de que éramos uno en congoja por si el aparato se nos cae, con todo lo malo que tiene que ser, pero allí no dijo ni pío nadie. Salvo una señora que decía que si las luces de fuera eran los relámpagos a la que aclaramos, tragando saliva, que no, que eran las luces de las alas. Para que nos vean los otros aviones y los pájaros, cuentan que sobre Madrid los buitres se lanzan contra los motores como agua por el desagüe. Aunque nadie le dijo que no había de que preocuparse, aquello se movía lo bastante arriba y abajo como para no olvidar que flotábamos en el aire. Además en mi caso tenía el agravante de llevar mucho tiempo sin atender las explicaciones del chaleco salvavidas, el pitorro y demás nociones que cuenta la azafata sin creérselas del todo. Siempre encuentro algo que me distrae. Supongo que ocurre que en el fondo estoy convencido de no contarlo si aquello, en las de Villadiego, coge descenso precipitado, y de alguna manera llegué a la convicción de morir mucho más dignamente sentado tal cual con los ojos en las luces de las alas antes que con todos aquellos cachivaches de plástico y soplando pitorros infames por ver si se hincha antes de estallar. Bastante me ha de interesar todo aquel baile frenético en los asientos, enfermos con camisa de fuerza, si se nos incendian los motores y caemos sobre el mar.

Pero las advertencias del comandante, que no se disculpó por el retraso de la salida porque no le va en el cargo anticipaban que íbamos a tener problemas para posarlo en condiciones, esto es con las ruedas de aterrizaje por debajo. Y es que tenemos 100 años de aviación a las espaldas, casi somos capaces de aterrizar los vuelos desde la tierra, lanzamos cohetes al espacio y sin embargo si llueve el artilugio se hace ingobernable, un ala pesa más que la otra e igual terminamos apoyando y rompiendo, o nos salimos de la pista y nos vamos directos contra una nave industrial, como Martin en Regreso al futuro o aquel avión brasileño al que la pista se le hizo demasiado corta.

Así que tras tenernos sobrevolando nocturnamente la bahía de Valencia durante un buen rato, esperando a que las condiciones mejoraran, sin poder ver nada y quizá derramando combustible para que en caso de aterrizaje forzoso aquello no volara por los aires nos dijeron que había dos opciones, ninguna buena. O marchamos para Madrid o para Alicante.

Dado que la primera no era posible por no tener combustible suficiente, o bien porque el aparato no cobijaba como para tanto sin repostajes o bien porque era cierto lo de haber estado vaciando por si acaso, el comandante decidió poner destino a Alicante que es una ciudad de mucho encanto aunque distante 200 kilómetros de donde Sestea me esperaba resguardada en su coche.

Y gracias que el temporal vuela más lento que nosotros, y más seguro. Porque lo dejamos atrás y llegamos a Alicante que había tenido lluvias, pero lluvia fina, de la que llaman en Asturias orbayu, porque con apenas una mojadura en la pista pudimos tomar tierra.

Fue muy bueno escuchar a la azafata despedirse como si nos hubieran dejado donde tocaba, como zanjando el vuelo perfectísimamente. Yo creo que todas esas indicaciones las tienen escritas y las leen caiga quien caiga, así sea el propio avión sobre una autopista. Claro que entonces lo de que el personal de tierra podía atender cualquier duda, cobraba mayor importancia que de ordinario.

Al tomar tierra la gente se puso en pie y procedimos a llamar a familiares y amigos. Después de todo debíamos haber llegado a Valencia a las 22:30 y habíamos aterrizado sin poder avisar a las 0:21 del día siguiente. Llevábamos como veinte minutos esperando que abrieran las puertas y sonó la campana de la azafata para informarnos que podíamos hacer uso del teléfono móvil. Una azafata de enmarcar desde luego. Probablemente era un robot que funciona ajustada a unos parámetros estrictos, unos horarios que no atienden a circunstancias.

Un rato después pudimos desembarcar y tras no pocas dudas se dio por cancelado el vuelo y se procedió a entregarnos a Valencia dentro de un puñado de taxis. Que es un medio muy seguro para llegar hasta el temporal tremendo de la ciudad. Tanto que estando a mitad de viaje nuestro taxista escuchó por la radio que un tal Olegario había pinchado y al instante ya estábamos frenando para auxiliar a Olegario, por mucho que mi deseo íntimo era que a Olegario le partiera un rayo si nosotros podíamos llegar sanos y salvos. Pero no fue tan malo. Olegario no había pinchado, nada más cogió un bache de agua y todos pudimos seguir marcha, Olegario incluido.

Alrededor de dos horas más tarde y tras echar un pestañeo que quería ponerme en paz con mi creador llegamos al aeropuerto donde dejamos a uno de los miembros de la expedición y entró en juego toda la lucidez de mi mente aliada con las ansías económicas de nuestro taxista, para convencerle de que me dejara en mi casa y no en el aeropuerto donde a las 3 de la mañana no iba a haber alma tan caritativa que me recogiese. Y tras un tira y afloja dialéctico en el que le exhorte a que comprobara con otros compañeros si estaban incorporando a cada mochuelo a su olivo, cosa que no hizo falta, pero sí mella. El hombre estaba ahora tan lejos de Alicante que la idea de volver sin hinchar algo más la factura seguro que se le hacía intolerable. Así que me llevo hasta mi portal y creo que incluso esperó algo en el coche, a que abriera la puerta al menos para saberme a resguardo, cosa que no ocurrió, porque lo que yo no sabía a esas horas es que la comunidad había cambiado la puerta del portal por dos con dos cerraduras distintas para una sola llave que no estaba, no podía estar, en mi llavero. ¿Qué hacer llamar a algún vecino y despertarlo o buscar acomodo en otro sitio para pasar la noche?

Así que el taxista terminó marchando junto al último de los agraviados de vuelo confuso sin llegar a verme dentro, me vieron eso sí sacar el móvil como si la situación estuviera bajo control y marcharon hacia Catarroja gracias a la elocuencia de mi despertar lluvioso.

Y en el móvil estuvo la solución. Llamé a RadioTaxi al menos 7 veces y siempre dio ocupado. Así que cargado con mis cosas y con lluvia débil marché hacia el clínico donde suele haber taxis apostados casi todas las noches. Menos esa.

Llamé a Sestea y le dije si podía ir a su casa. Me dijo que sí y marché caminando los 20 o 25 minutos que separan la una de la otra. Con el temor de cruzarme con un grupo de jóvenes que me vieran el portátil y decidieran quedárselo para ellos.

Pero eso no ocurrió. Pude llegar y pude acostarme al fin. Entraba en el portal a las 4 en punto de la mañana.

Yo presumía de poder cenar esa noche en Valencia y de pocas no llego para el desayuno. Me pasa por hablar.

Lo malo es que al día siguiente tuve que oír que me pasan cosas muy raras. Que soy el Mr. Bean español.

Y definitivamente no es cierto, yo soy más joven, y más guapo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

De la luz





Lléname de besos,
lléname de abrazos.


Ismael Serrano






Me voy de vacaciones. Volveré porque llevo el portátil y estoy casi seguro de conseguir la señal que me permita asomarme por aquí estos días.

Chao.

martes, 9 de octubre de 2007

Los días son números

Remember, days are numbers.

Days are numbers (The Traveller) - The Alan Parsons Project



El disco data de 1985 aunque mi recuerdo viene de algo después. Seguro que sí. La memoria no ha sido nunca mi fuerte. Me veo como un chaval, puede ser que de 13 años mal llevados, con acné y tan delgado como era, estoy delante del tocadiscos del salón y en mis manos está el álbum de vinilo que lleva por título "Vulture Culture". Era todo rojo por fuera y en el centro tenía fotografiado un medallón que parecía de bronce.

Apenas recuerdo nada de mi juventud, lo he olvidado todo. Pero aún me acuerdo de este disco y de mis manos sosteniéndolo mientras sonaba.

Hoy lo he vuelto a poner. Me he metido en la bañera y casi me quedo dormido. Si me relajo más yo creo que habría muerto. Los del CSI habrían jurado y perjurado que ahogado por culpa del agua, pero no sería cierto. Sería por Alan Parsons y por su Days are Numbers.

Es la canción que recuerdo más. La que ha guardado mejor ese pasado remoto. Ya no me pertenece, pertenece a la canción. Y solamente escuchándola soy capaz de recrearlo. Como si al sonar fuera ella la que viene a mi encuentro.

Estaba oyendo el disco completo con los ojos cerrados e interiormente deseaba que volviera a sonar. Era una posibilidad entre ocho. Ocho canciones componen el albúm, y se reproducían aleatoriamente en el portátil.

En esas cavilaciones estaba cuando me dije. Si no es la próxima me levantaré y saldré del baño. ¡Es tan poco probable que ocurra!

Pero fue, se dio como un milagro. Volvió a sonar.

Los días son números.

Y la providencia existe, se da en las pequeñas cosas.

Que toy

Cartas que nunca se envían.

Amores imposibles - Ismael Serrano



Hoy quería empezar con un: señores, los pintores.

No hay ninguna razón, es una forma de empezar bastante poco usual, alguien dirá que bastante chorra, tiene razón. Pero esto lo escribo yo, y no él.

Señores, los pintores:

Me he quedado solo de nuevo. La visita ha cogido de nuevo el autocar aunque ellos lo llaman guagua que es un nombre mucho más divertido y que a mí me recuerda más a una canoa con la que cruzar un río.

Y yo me quedo aquí pero va a ser por poco. Pasado mañana cogeré el petate, todavía por hacer, para volar con destino a Valencia, ciudad "pepera" por antonomasia, a la zaga de Madrid o quizá es al revés, es Madrid la que va a la zaga...

Dicen de la alcaldesa que es bollera en el argot de la calle, que todo el mundo entiende, pero que aclaro, le gustan las mujeres más que los hombres por norma general y para algunas cosas en exclusiva, y dicen también que está la mayor parte del tiempo borracha. Que resulta cercana en las Fallas porque no deja un culete en las botellas de los casales que visita campechana con el jolgorio propio de quien está dispuesta a descorchar otra por si esta noche resulta ser la última, vaya putada, con perdón. Y es que esa euforia es contagiosa, invade vena a vena cuando no acongoja la tristeza que está ahí al lado esperando soledad, si la montaña rusa toca ascenso entonces uno se fotografía orgulloso haciendo el pino sobre un charco de whisky.

Yo no cometo esos excesos. Muy rara vez. Lo que tiene mérito considerable, sobretodo si en los últimos tiempos se me ha reconocido una rara habilidad congénita para poner la sidra desde lo alto de mi brazo. Que apenas tiro fuera para rociar la mano.

Me falta pulir lo de hacerlo mirando al tendido, como los buenos toreros que no miran al toro porque la faena si es buena merece el riesgo cierto de una cogida en cada pase, como José Tomás, que quiere ser leyenda que no cumpla muchos años. Me falta ponerla como Laudrup, que no sabemos si sabe entrenar apenas, pero daba los pases mirando a la grada, la colocaba donde quería con la vista en el aficionado mientras su marcador por no saber dónde mirar no le quitaba ojo a la pelota.

Yo aún sigo el vaso. Está ahí abajo;

sonriendo al recibir la sidra.

jueves, 4 de octubre de 2007

El feretro y los anuncios

Ha llegado Marian, el rumano que se quemó a lo bonzo a Rumanía. Lo ha hecho dentro de un ataúd, pagado por la autoridad local. Les ha costado 4200 euros llevar sus restos hasta su casa. Algo así como 10 veces lo que necesitaba el hombre para llegar en autobús con su familia.

Cuenta el periódico que los familiares han querido linchar a la viuda porque creen que no hizo suficiente para evitar su desesperación o su muerte.


Por otro lado leo aquí en Blogger que ahora se pueden poner anuncios en las entradas de texto. Supongo que con algún beneficio económico, del que sacarán provecho sobretodo aquellos que reciben más visitas. La anciana de 94 años que ha tenido un hueco en la prensa nacional por veterana de la vida, y que reconoce abiertamente que morir ahora sería una faena imperdonable, porque ha descubierto Internet y el mundo en cierta forma, y el mundo la ha descubierto a ella, y ha surgido un idilio del que no quiere despertar muriendo. Yo no necesito la publicidad a no ser que pueda escogerla.

Pondría por ejemplo una foto aleatoria de alguien que es o ha sido importante en mi vida. Y eso no se puede.

miércoles, 3 de octubre de 2007

Vengo y voy

Contigo, la noche más bella.

Amores imposibles - Ismael Serrano



Estoy ejerciendo de perfecto anfitrión o de casi perfecto. De hecho es esto lo que me ha impedido volver por aquí como suelo, para contar esas chorradas con las que me explayo hasta quedar exhausto de ideas, que son siempre la misma, siete años después de empezar. Casi nada.

Por eso, por cuidar a los que recorrieron tanta distancia para encontrarme vivo descuido algo a los que visitan esta web donde me logré resumir en un puñado de palabras como quien posa para un retrato; el visor me chiva que llegan incluso de Sudamérica. Será que hay alguien que me entiende.

Y como no, también los amigos. Tienen nombres y apellidos. Fallan rara vez.