domingo, 23 de octubre de 2022

Que nadie piense que esta mujer ya no me visita, sigue viniendo con su confeti, con la fiesta portátil, con las serpentinas que acabarán bajo la alfombra. Ocurre que soy yo el que ya no lo festeja tanto, haciéndome eco aquí, admito que su visita todavía me alborota, que acojo el premio como si no fuera nada pero todavía con el ansía del adefesio aquel de Star Wars que decía lo de Mi tesoro por todo decir. Yo todavía sonrío con genuina alegría, me la miro con ternura, sigo dando palmas después de tantos años. La veo igual que siempre, aunque yo ya estoy mayor y quizá algo falto ya de esperanza, la quiero llevar a un aparte como para recordarle que mi ambición siempre fueron los millones y no las raspillas. Pero luego creo que quizá decirlo le quite la magia al momento, su entusiasmo que es el de las otras veces, y no me quiero convertir en aguafiestas, menos aún en la sospecha de que este premio como los demás sale de ella, de su bolsillo, de sus ganas de verme, de la expectativa de verme feliz una vez más, así que me callo. Le diría que donde está la chicha, dónde mis caprichos aplazados, que no me va a dar tiempo a este paso, sin embargo callo, y aplaudo.

martes, 11 de octubre de 2022

Diez años han pasado y parece de ayer.

lunes, 10 de octubre de 2022

lunes, 3 de octubre de 2022

No quiero saber cuánto llevo gastado.

domingo, 2 de octubre de 2022

Llevo tiempo sin venir a escribir y nadie me dijo Ya nunca escribes. Puede ser que él o ella no se inquietara demasiado pensando que quizá estoy iniciando una novela o mis propias memorias, pues más tarde no sabes si habrá tiempo. Pero no, no es nada de eso, encontré otros modos de hacerme inmortal y los cultivo con idéntica pasión a mis tiempos de escritor de un párrafo, a lo más dos. Por otro lado desde el mágico día en que el Kindle llegó a nuestras vidas me he dedicado fundamentalmente a leer, que es algo así como imprescindible si aspiras a escribir un poco mejor. Obviamente yo no me quedo con nada. Las letras leídas me traspasan y se pierden, del mismo modo que el agua con que riego a Mandarino y Limonero se derrama por abajo buscando el desagüe de la terraza, pero en ese ínterin de un pasar de páginas sigo viviendo entretenido.
No he contado pero cuento que participé, obligado por la inercia que no pierde comba, muy al contrario, en el Euromillón de los 194 millones de hace unos días. No me tocó, aclaro para posibles secuestradores, pero sí a uno de mis conciudadanos, a un compatriota que no sabrá que hacer con tanto, para qué tanto.

Luego, pensándolo bien me he dicho que este afortunado paisano, afortunado relativamente, que tendrá que decir en algún sitio que no le tocó, y vivir como si no le hubiera tocado, para evitar secuestradores, haría bien en compartir su premio, el premio, por ejemplo conmigo, que le gano en antigüedad pretendiéndolo y en ganas de conseguirlo. No tiene porqué ser a partes iguales, que soy consciente de quién puso el par de euros, aunque yo puse los míos también, sin suerte.

Hace algún tiempo me compré el altavoz que quería, el que me hubiera comprado de ser inopinadamente rico, motu proprio o por intermediación del vecino, y lo hice por una razón, por si no me toca.