sábado, 10 de agosto de 2002

10/08/02 2:00

Son las 2 de la mañana. Vengo de acompañar a María José a su casa, estoy cruzando la avenida Blasco Ibañez, de regreso a casa, y desde una moto que había parado para cederme el paso (yo tenía el semáforo verde y él rojo), alguien que no lleva casco, me he fijado al mirar hacia la dirección en que se avecinan los coches, alguien desde esa moto de un único ocupante, sin casco, alguien digo, me dice: ¡gafudo!
Yo llevo las gafas puestas, me he cruzado con otro peatón, él de frente, el de la moto ha parado, pero cruzamos ambos, el peatón de enfrente y yo, nuestro verde parpadea. La moto arranca, y desde ella, el tipo me dice: ¡gafudo!
Ya ha arrancado, en realidad el gafudo no me lo dice desde el principio del "ceda el paso" sino cuando ya ha puesto la moto en movimiento, cuando ya me ha sobrepasado. Lo ha gritado, pero no histérico, sino como una voz serena y clara. Yo ni me he girado. Le he entendido perfectamente a la primera, pero ni siquiera he girado la cara hacia él (ya a mi derecha). Así que el sujeto repite con el mismo tono y la misma claridad, otra vez de nuevo: ¡gafudo! pero desde más lejos, todo esto, no debemos olvidarlo, ocurre en movimiento. Yo avanzando transversalmente la avenida y él recorriéndola como rail de tren.
Su moto es una mierda. Una de esas motos con pretensiones. Esas que se compra alguien sin dinero ni esperanzas, pero no queriendo que digan que tiene o tuvo una scooter, y se la compra más grande aunque de escasa potencia y bajo precio. De las que hacen ruido. No lleva casco.
Si soy sincero, me hubiera gustado tener una pistola, creo que le habría descerrajado dos tiros, me lo habría cargado, porque en realidad ¿quién podría echar de menos a ese hijoputa? La cosa no es baladí, yo con una pistola y la certeza de no ser atrapado podría ser muy peligroso. Más aún, creo que esta noche me habría comportado como un justiciero, matando en justicia a quien clama ese fin, dando muerte o castigo sumo a quien lo merece. La ocasión y la noche.
¿Qué hubiera ocurrido si yo me giro y le grito (con razón) ¡Hijo de puta!? Probablemente hubiera parado, apartado su mierda moto, y nos habríamos dado de tortas. Con lo que saco varias cosas en claro, mi reciente rapada no impone lo más mínimo, no ya temor, sino la más elemental resistencia a crear conflictos conmigo. Supongo que aún conservo cara de buena persona. Sin embargo, el incidente me produce profunda tristeza, tristeza de vivir en un mundo y en una ciudad donde estas cosas pueden suceder, y es que si miras al suelo a esas horas sólo se ven cucarachas. Desde luego, si sé que de haber sido yo guardia civil o policía al tipo le hubiera dicho
¡hijo de puta! y habría terminado la noche tan agitada como aquel se agitaría en el cuartelillo y yo en en tercer sueño de mi cama.
La cosa es que me dirá, que me diría éste, en Septiembre cuando me haya operado la vista y ya no queden de mis gafas sino las fotos de su ausencia (me las quito), entonces quizá me llamara guapo, o quizá no pueda articular para entonces palabra, por al embolia grave que hoy, viernes convertido en sábado por intercesión de las horas, ya 10 de agosto, le he deseado, solamente por no tener pistola.