martes, 2 de enero de 2001

02/01/01 18:01

Uno se pasa toda la vida queriendo ser sublime sin interrupción, y no logra ser sublime ni siquiera durante un segundo. O quizá sí, solo la subliminidad evoca al amor, así que si te aman, no lo dudes, es que de alguna forma, merecida o no, has sido sublime. Tanto como para que piensen más en ti, que en otra cosa.

Me pregunto si se dio algo de ésto en la casa de los horrores, es decir en la casa de Gran hermano, que está preparada para el contrataque, con una batería nueva de aspirantes a ser famosos. Digo si se dio, este flechazo, este embuste que es el amor, pues nadie es tan bueno como el amor hace parecer, entre los dos tórtolos, María José y el tal Jorge, que era y es un chalado que demuestra que rebajar el cociente exigido para el servicio militar es una mala idea. Pero se las daba de intelectual con pensamientos profundos, contorsionistas, y prefería la fama mejor pronto que tarde, y el cuerpo experimentado de María José a seguir rodeado de esos funestos amigos, siendo como eran todos, dignos de psiquiátrico.

Total, que me pasaré toda la vida queriendo ser bueno, sublime, y el éxito se me esconderá, quien sabe si hasta el próximo siglo, quién sabe si hasta nunca. Mientras tanto llenaremos la vida de cámaras, y haremos de lo mediocre nuestra forma de vida. ¿Dónde hay que apuntarse?