domingo, 24 de marzo de 2002

24/03/02 0:54

De verdad pienso que si hubiera alguien pagado por escribir disparates a diario, 8 horas al día para contar barbaridades, estoy seguro de que no se le ocurrirían tantas como traen los periódicos.

Hace un tiempo, en 1999, cuando yo no había empezado a escribir esta especie de paranoico diario de actualidades variables, se cayó al mar un avión de una compañía aerea egipcia. Según las últimas investigaciones del efebeí, (de esos que salen en las películas con esos chalecos tan chulos que tienen en la espalda en letras grandes y amarillas FBI ) se trató de un suicidio del copiloto, y yo como los españoles tendemos a hacer chiste de casi cualquier cosa, me he dicho:

"Dadles a los pilotos de Iberia todo lo que pidan, en cada una de sus huelgas aprovechando las fiestas en las que más se les necesita, que vaya humorada, es llegar una fiesta y oye, piden un aumento de sueldo, pero mejor así, que pidan y que se les conceda, no vayan a lanzarse al océano o aún peor, busquen alguna torre alta para ejercer de flecha contra diana."

Yo no tengo nada en contra de que el egipcio aquel quisiera acabar con su vida, lo que me jode (hablando mal y pronto), es que quieran al hacerlo llevarse con ellos a un montón de inocentes que quisieran seguir con sus vidas, incluso si éstas fueran miserables.

Pero en este caso, la cuestión es peliaguda, al menos desde el prisma de la religión que me enseñaron. Parece ser que el tipo dijo algo como esto antes de quitar el piloto automático y lanzar hacia abajo el avión:

- He tomado la decisión. Pongo mi fe en tus manos.

Y alguien que entregara su vida con tanta devoción no debiera ser condenado al fuego de un infierno si existe, o al ostracismo de una habitación distinta a la de su dios. Da su vida por su fe, por la creencia ciega en su dios. No sé si en la esperanza de que algo les salve, o en el sacrificio de la propia vida como un ofrecimiento máximo a dios. En la religión que me enseñaron la fe salva.

Lo que ocurre, es que tan grande muestra de devoción no ha de tener recompensa; sería intolerable que se diera si el hijo de puta (mal y pronto), asesina a 217 pasajeros y al resto de la tripulación.