sábado, 5 de mayo de 2001

5/05/01 17:00

Estaba viendo la televisión y he visto el nuevo anuncio de nuestras fuerzas armadas. ¡Qué oportunidad! Hacerse militar y poder vestir el uniforme de camuflaje. Pasear por mi ciudad confundiéndome con los semáforos y las fachadas. Con la gorra prieta, y con afán de dar ordenes, aunque como todo empieza por el principio, supongo que eso de poder dar ordenes se te viene con el tiempo, y yo más bien estaría para cumplirlas, o no. Porque la verdad es que a mi me falta disciplina, y a ratos tengo un mal aire, y me peleo con el mundo, que no resuelve nada. Y a ratos me quedo con las ganas de mandar a tomar viento a más de uno y a más de una. Así que yo no puedo ser militar, porque no podría contenerme. Mandaría a mi sargento a la m i e r d a, envuelto en banderas y en medallas, más que nada porque pocas veces me apetecería hacer lo que me diga. Y quien manda al sargento manda al coronel, que no soy de los que hace distingos personales.

Ya me imagino al coronel riéndole las gracias como un pelele al ministro de turno. Y el ministro dando palmaditas en la espalda del voceras.

No seré militar, no. Los que llevan pistolas terminan "loqueando" lo mismo que los que no las tenemos. Pero ellos son más peligrosos.