lunes, 25 de febrero de 2002

25/02/02 10:58

En realidad, creo, de lo que se trata es de poner a parir a alguien. Me parece que este espacio lo utiliza mi subconsciente (al mando de mi consciencia) para algún tipo de venganza en el nombre de la libertad, y ... ¡qué coño! en nombre de la envidia. Todos los hombres son al menos un treinta por cien de envidia, proclamo.

El otro día Raulito que cogía el autobús para ir a entrenar, y que en algún momento, seguro, de su vida se dijo mirándose las piernas:

- ¡Qué feas son, qué dobladas! - sin sospechar que esas piernas, el fervor de la gente, la idiosincrasia del fútbol, la fe y la cotización siempre al alza le darían no menos de 3.000.000 (tres millones) de pesetas ¡diarios!

Así que el niño que dijo que no cambiaría nunca, empezó por cambiar de novia, de piso, de amigos, de restaurante, de coche y tanto cambio le llevó a decir con cara de pocos amigos el otro día:

-¡Esa pregunta ya la he respondido! - chico sencillo.

Vuecencia es un orador de excelsas facultades, y no solo lo soportamos en carne y hueso en aburridas ruedas de prensa, sino que también al monigote de espuma que dice las mismas máximas del fútbol, no hay rival pequeño.

A Raúl Gonzalez Blanco, por siempre Raúl, por siempre multimillonario, sin duda le toca los cojones que los periodistas de este país, que son mayormente unos tios muy pesados (y muy malos) le pregunten dos veces lo mismo. Él ya cumple en el terreno de juego, que lo dejen tranquilo y coleando por los Madriles donde el dinero más se gasta.

Vivimos una rueda de acontecimientos, todo está condenado a repetirse.



Hay un tal Borja, heredero de los Thyssen que tendrá una herencia de 150.000 pesetas, qué digo, 150.000 millones de pesetas, pero no le dejan comprarse un Ferrari porque creen que es demasiado peligroso. Y tienen razón, si yo fuera a heredar esa calderilla me haría transportar en una urna de cristal blindado, que un rico es tan susceptible de estrellar el cráneo contra una maceta (o viceversa) como cualquier otro ser humano.



Yo por mi parte, os alegrará saber, continúo escribiendo un párrafo cada día de mi novelita, ya sabéis la futurible premio Planeta, y le sigo haciendo requiebros, quizá los últimos, a la pereza de ponerme a conducir, o mejor dicho ponerme, sudor frío, a sacarme el dichoso carné para llevar con una mezcla de salero y aplomo mi destartalado Corsa a revisión.

Empero espero que me suene el móvil y me digan los del Corte que cuentan conmigo, nado de vez en cuando, voy a Decathlon donde nunca hay gente, y les digo vía mail que estoy disponible para lo que manden u ordenen. Que uno se pone el traje en menos que canta un gallo, o se hace trasladar al centro comercial aunque sea en los bajos de un camión.

Ahora que me fijo, ... ¡qué dobladas tengo las piernas! (no es broma).