sábado, 30 de julio de 2005

Un muerto casi gratis

Decir que se condenó a Farruquito por matar a un hombre quizá sea decir demasiado. Nadie niega que atropelló a un joven que volvía de nadar unos largos en una piscina. Nadie niega que el joven atravesaba un paso de cebra por donde debía. Nadie que el bailaor iba a más de 80 km/h cuando no debía sobrepasar los 50. Tampoco se niega que antes del atropello se hubiera saltado al menos un semáforo. Tampoco que tras el atropello se diera a la fuga con el acelerador pisado a fondo, igualando el rojo a verde en los semáforos de una fuga desesperada. Nadie dijo que no quisiera escurrir el bulto llevando a reparar su flamante BMW a otra ciudad. Ni que urdiera plan de hacer cargar a otro, su propio hermano, en caso de que alguien fuera a pedirle responsabilidades (si es que tanto cuidado en los pasos para salir incólume fracasaran). Todo el mundo reconoce que el chaval no tenía carné de conducir. Ni falta que hace, la verdad.

Digan a la esposa ya viuda que la muerte de su marido vale 8 meses de cárcel. Que no hacer frente a las responsabilidades, que no auxiliar al moribundo vale otros 8. Yo por nadador y por peatón estoy aterrado, pido a mis lectores si los hay que se conjuren contra el que me mate para que no salga de la trena en menos de lo que dura un taconeo bien dado. Miento, pidan por todos los medios que por si peatón que cruza muero, que mi asesino entre en la cárcel para que al menos se acuerde de mí durante un tiempo. Que no pueda seguir con su vida como si tal cosa, tomando unos refrescos mientras engorda la cuenta corriente. Decía Antonio Canales que la justicia debe hacer distinciones, claro tiene razón, si alguien es bueno con los tacones se le debe perdonar todo. Nuevas flores para el muerto al que han convertido en anécdota con esa sentencia. La juez sopesó bien el funcionamiento de la justicia de este país, y puso su granito de arena. Un brindis demencial en la barra libre de los desatinos en el que siempre hay tiempo para una ronda más. Pocas penas para Farruquito y para su compinche, que hacen realidad lo que imagino que dijeron en sus momentos de mayor preocupación: Ya verás como un día nos reímos de esto.

A mí la sonrisa se me quedó congelada.

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