domingo, 3 de diciembre de 2006

Karlos

No iba a escribir. No tenía la intención hasta que he leído los ingredientes del bote de lentejas. Resulta que a parte de lentejas, obviamente, el bote de vidrio transparente nos trae una buena dosis de algo que han dado en llamar "antisecuestrante". Y la cosa es que visto así a través del cristal no lo parece. He mirado el bote desde un lado y hasta desde abajo, y no encuentro que pueda ser la cosa. Igual se refieren al bote mismo que impide que alguien secuestre un puñado de lentejas, sin llevarlas todas, sin pagarlas todas, en el antisecuestrante.

Luego la cosa ha quedado medio resuelta, al abrir el bote. En la cúspide de las lentejas que casi se salen de repleto que está, me he encontrado con lo que creo que es el famoso antisecuestrante, y si no lo es, hace su función perfectamente. Una gelatina algo diluida y con un color verdoso repugnante. Un medio de defensa similar al que utilizan determinados animales, que acentúan sus colores para parecer peligrosos, porque hay otros que, de los mismos colores, lo son sin necesidad de acentuarse nada. O al estilo de la mofeta o de aquellas ranas que segregan un líquido blanco tan amargo para su depredador que se le quitan, al instante, las ganas de ancas de rana. No saben, desdichados que es solamente el primer regusto. Algo así como el primer cigarro del que será fumador empedernido. Se empieza tosiendo y diciendo que no, y se termina revolviendo los cajones para encontrar el paquete de tabaco.

En fin, decía que allí mismo, pegadito por un lado a la tapa y por el otro a las lentejas, ese fluido tan natural como el propio vidrio. Vamos que ha sido verlo y se me han quitado las ganas de hacer lentejas, o de cambiar el menú por una pizza que me las hace el microondas en un periquete sin necesitar de mis cuidados.

La cuestión es que como no soy de los que se doblegan al primer obstáculo, algo hay en mi carácter que me hace resistente a los tompazos, me decidí a introducir un tenedor por ver lo que ocurría. Pensé que quizá el metal nunca llegara a tocar las lentejas y que se iría desintegrando conforme hundía sus puntas en la viscosidad. Pero no, cualquier deterioro que en su morfología se produjera es invisible al ojo humano, aún experto. Dejé caer un poco de aquello, en realidad todo lo que pude por el desagüe de la pila y esperaba que hiciera un ¡Boom! y echara humo aquel desagüe, pero tampoco ocurrió nada. Sospecho que sus propiedades antisecuestrantes solamente funcionan en contacto directo con las lentejas.

Ahora tengo las lentejas al fuego, acompañadas en perfecta combinación por unas tiras de bacon, unos ajos, cebollas, pimiento verde italiano cortado en rodajitas, pimiento rojo y una pizca de antisecuestrante.

Seguro que a Karlos Arguiñano le salen más ricas, pero hoy no se me cayó ninguna cebolla en el zapato pa ir rebotada bajo el mueble. Poco a poco, siempre a mejor...

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