miércoles, 2 de marzo de 2011

Cosas poco probables

El fruit d'un art imprevisible.

Una finestra al mar - Lluis Llach



Tengo que reconocer que en los últimos tiempos estoy acostumbrándome a mirar el telediario con media sonrisa, muy de John Galliano con el sombrero en ristre. Me ocurre muy de mañana, antes de ir a trabajar. A esas horas soy capaz de cualquier cosa. El día apenas ha nacido y yo estoy como al comienzo de una era, cuando todavía parece inagotable, más o menos como Gadafi cada minuto desde hace 42 años, que hay que oírlo y pensar si no vive en otro planeta de gente tan estrafalaria como él, un planeta atestado de seres como el mismo John Galliano que citaba antes.

Me ocurre que miro torcidamente, como si estuviera en mitad de un chiste intuyendo el final (aunque no hay final pues a un telediario le sigue otro, y todos me dejan en ese "no me creo nada aunque esté dispuesto a creerlo todo"). Algún día quizá deba profundizar en este estado próximo al coma mental, nada me afecta de veras, todo es impostura, en que quedo al observar estos informativos, tan pintorescos, como para mostrarnos que los países árabes toman turno para organizar sus rebeliones revolucionarias en estricto orden y sin solaparse en absoluto.


En estos días han ocurrido algunas noticias que no puedo dejar de comentar. No me refiero a que Camps haya salido elegido por Valencia con el beneplácito, algo mustio, de Rajoy (estoy dipuesto a dejar de nombrar a Camps, puesto que su nombre no atrae visitas al contrario que el de Beckham, como ya dejé demostrado), tampoco me refiero a los nuevos y grotescos casos de corrupción política en todas direcciones, que no asombran a nadie por una razón,

el ciudadano de a pie se ha acostumbrado a ellos,

son como los resultados del fútbol, aunque no estés atento transcurren, con lo que nadie se lleva las manos a la cabeza al oír la quiniela. Con una diferencia, los partidos suelen ser los domingos y las corruptelas se dan a diario, y tantas son que aunque no las pesquen todas, dan de sobra para entretenernos. Al trincón se le podría decir aquello de "político tenías que ser". Al fin y al cabo, como tengo dicho, parafraseando a Joaquín, jugador de fútbol, "este país es un cachondeo y un despelote" (aunque él se refería al Valencia C.F). Y como tal se comporta.

Después de esta frase sería muy fácil referirme a lo de rebajar la velocidad en autovías y autopistas por el problema del petróleo en Libia. De 120 a 110, inopinadamente, desde el gobierno a los ciudadanos que estamos siempre abiertos a nuevas experiencias. Pero sería tan sencillo dedicar unos párrafos a esto que no voy a entrar.

Me refiero a un caso concreto que no tiene nada de jocoso, aunque yo pueda tener agallas para decir que tampoco en eso, se están haciendo las cosas bien. Me refiero a la bomba o bombas que estallaron dentro de un cuartel matando a varios soldados. Al decir de la ministra, lo mejor del país en desactivación de explosivos. Iban a partir hacia Líbano, en misión humanitaria. Llama la atención la frecuencia con que nuestros soldados tienen accidentes, cuando no se les dispara el arma se les cae el helicóptero. Alguien dirá que para que se den esas fatalidades tiene que darse el hecho de que están operativos con esas armas y reproduciendo esas situaciones de peligro. Lo que refutaría mi opinión de que no hacen nada o casi nada. De verdad ¿cuál es su agenda? Lo malo es que mucho de lo que ocurre se da en maniobras domésticas, no allá en medio de la guerra, sino en casa, a punto de salir hacia los pisos dentro de los cuarteles.

Pero si la primera razón, podría dar que pensar que no se están haciendo las cosas bien, o al menos conforme al manual, no deja de ser trágica, la segunda no puede ser catalogada de menos que cómica.

¿O no lo es que roben unas escopetas y pistolas de un barracón militar? Dentro de la propia base, no se crean. Saltan las vallas, cogen un vehículo militar, hacen saltar la cerradura del barracón y se llevan las armas de un destacamento completo. Para cuando llegaron los refuerzos, Rompetechos y compañía, ya no quedaba nada (ni nadie). Eficaz la policía militar en la protección de sus armas. No las necesitan robar a Eustorgio que tiene una tienda abajo, con licencia. No lo vayamos a enfadar. Las van a robar a los propios militares, y que nadie se crea que son unos cuantos kalashnikov descatalogados; son los rifles actuales, que disparan muchas-balas por minuto y aciertan a 400 metros. ¿Tanto es el respeto que tienen nuestros militares entre la delincuencia más o menos organizada? Pues sí, las van a coger directamente al cajón donde las guardan, dentro de una base grande de esas que acojonan y dan tan bien para presumir de fuerzas armadas, con sus carros de combate y helicópteros por los alrededores.

Seguro que se dijeron ¿quién tiene las armas que queremos? Los militares, respondería otro. Pues vamos y se las quitamos. Dicho y hecho.

Los próximos puede ser la policía o la Guardia Civil.


Pero que nadie piense que éste es un caso aislado. Que es tal la audacia de los malos que nos pillaron de improviso ¿cómo íbamos a pensar que atacarían precisamente las armas de los militares? ¡Si esto era algo impensable! De haberlo sabido habríamos puesto doble candado.

Pues no cuela. Resulta que hace unos años, unos ladrones tan avispados como estos se fueron para dentro de la base a robar, pero no armas no, sino algo más fácil de intercambiar,

DINERO.

así que una vez dentro, no se les ocurrió otra cosa que arrancar el motor de alguno de los vehículos allí aparcados para luego extraer quirúrgicamente un cajero automático del BBVA, para montarlo a horcajadas en el coche con el fin de salir de allí tranquilamente. ¡Vaya sorpresa la de Francisco González al creer que de todos sus cajeros azulones aquel precisamente estaría allí protegido! En el puto núcleo de la base militar española y tan a la intemperie.

Así que lo cargan al coche y se lo llevan para abrirlo con calma más tarde, que tampoco hay que jugar con el destino. Pero en estas que el ruido de arrancarlo de la pared, o el hecho de transportarlo tan trabajosamente hasta el coche, lo que fuera, despierta a los soldados de guardia. Se pone el protocolo en marcha. Todos a los Jeep con la metralleta apuntando hacia lo sospechoso. Claro que para cuando llegan los malos han huido. No pudieron llevarse el cajero esta vez, pero a ellos no los pillaron nunca. Trabajos tan sutiles son difícil de rastrear.

Ve tú a saber si no son los mismos, llegando esta vez hasta el final. Puede ser que en verdad alrededor de una base militar se viva peligrosamente, ninguna noche es tranquila en territorio castrense aunque sea dentro de la patria. Es terreno abonado a que sucedan cosas...

Dios quiera que nadie muera con esas armas. Que las usen para disparar patitos en las ferias ambulantes.

Sino alguien tendría que dar explicaciones. Buscar un hueco en el telediario para hacernos entender. Aunque no lo hará.

Es poco probable.

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