martes, 13 de junio de 2017

Ignacio

Escucho el tema principal de Top Gun, película que lanzó al  estrellato a Tom Cruise, antes de que al mundo le interesara la cienciología, antes de que aquellos tuvieran algún interés en Tom Cruise. Un tipo que aparenta ser mucho más raro que los personajes que interpreta, suele caer en papeles de héroe y no es raro que salve el mundo al menos una vez cada hora y media. Suele ser personaje de no dejar indiferente a nadie. Y por lo que leo le gusta encontrar similares reacciones en su vida diaria, que es como una película, interpretada por Tom Cruise, un bombazo asegurado,  una misión imposible pasar inadvertido. Si en una reunión de amigos de la cienciología alguien le lleva un café en una taza descascarillada monta en cólera, pues no hay allí nadie más grande que él, si acaso el fundador de todo el tinglado y solo porque él llegó antes. De John Travolta no habla, son competencia y en el fondo Tom se merece la cienciología más que nadie, un grupo que viva por y para él, que lo haga sentir en el centro mismo de un rodaje de una de sus películas, puede que la cienciología existiera y le haya servido, y puede que, sin duda, la cienciología se haya servido de la fama y dinero de Tom Cruise, pero le ahorraron el trabajo, pues de no haber existido habría tenido que inventarla. Quizá con otro nombre pero con idéntico cometido. Luego si acude al Hormiguero le gusta de comprobar como Pablo Motos se desvive por demostrar lo mucho que lo admira si acaso es, como parece, la estrella más grande. De hecho aún repetirá al programa dos veces y Cruise no parece de esos de hacer aquello que no le da la gana... Y quizá piense que a Motos le pudiera interesar formar parte con ellos, a su lado y por debajo pues está cómodo viviendo en el elogio constante. Sonríe tímidamente como buen actor cuando aquel resalta los riesgos con los que rueda, sin un doble que se magulle en su lugar, saltando por un edificio como un super-heroe haciendo lo que nadie más haría. Tom es una mezcla de sus personajes, gente valiente nada convencional. Una rara avis. Uno de los dos o tres que acaso todavía quedan.

Hace poco más de una semana moría otro héroe, de los de rodar por la vida sin focos, que viendo como apuñalaban a una mujer, durante los atentados de Londres, decidió intervenir. Lo vio y antes de que sus amigos pudieran reaccionar ya estaba allí, estrellándole un monopatín a uno en lo alto de la cabeza. No midió, y se fue para allá sin pensárselo dos veces, sin percatarse que no era uno el asesino sino tres y estaban juntos. Comprobando la eficacia de cada uno en la tarea y dándose ánimos. Cubriéndose las espaldas. No por contra unos minutos más tarde los habrían de acribillar juntos, juntos iniciarán su camino que creyeron al paraíso cuando en realidad no marcharán mucho más allá que a un depósito de cadáveres y ocurrirá, como ya ocurrió antes, que nadie los reclame, los repudien en las mezquitas y no los vayan a tener dónde enterrar. Nadie los querrá. Se prometieron 40 vírgenes y a la postre se quedaron solos.

Yo para estas cosas no me considero más valiente que nadie, pero si soy de la opinión de que si hay que ir se va, y se va todos a una que la unión hace la fuerza. No śe si yo hubiera sido el que llevara la iniciativa,  quien sabe, pero si me puedo imaginar formando parte del comando de auxilio porque si hay que ir, vamos todos. Probablemente lo rápido que se dio todo haya hecho que no pudiera darse de otra forma, aunque tuve mi momento de cagarme en los amigos que se quedan tras la barrera esperando, puede que para cuando se hicieran a la idea de intervenir ya fueran uno menos y estuviera nuestro héroe tumbado pero consciente, abrazando su monopatín. Puede que no todos estén hechos de su misma pasta, y no fueron a su vez por un miedo paralizante por lo que pueda pasar. Tampoco sabemos si el propio Ignacio lo habría hecho de haberse dado cuenta del número total de enemigos, lo racional nos dice que se lo habría tenido que pensar más. Para sus amigos queda la vergüenza de saberse huyendo presa del temor, aunque todos podamos entenderlo, y quizá pasen los años que les queden como decía William Wallace de Braveheart cambiando cada día vivido por volver al momento de la batalla en que pudieron secundar a Ignacio en el acto heroico de intentar salvar la vida de alguien que le era enteramente desconocido. Una mujer nada más, nada menos.

Lo que es seguro es que no estaba escrito que Ignacio Echeverría debía morir aquel sábado. Puede ser casualidad que decidieran ir a cenar por la zona después de pasar la tarde patinando, pero no lo parece el hecho de que estuviera montado, él y cada uno de sus amigos, en una bicicletas que muy fácilmente y sin que sus verdugos pudieran evitarlo, les habrían sacado de allí en cuestión de segundos. Tenía la mejor herramienta posible para ponerse a salvo, y su vida habría seguido sin más, como todas. Pero fue su voluntad intervenir y no quedarse mirando, no salir huyendo aunque era lo más fácil...

Si me detengo a pensar hubiera preferido a Tom Cruise en el lugar de Ignacio Echeverría, puede que algún día lo intérprete, pues todos los héroes merecen ser ensalzados. No sería difícil imaginar a Tom en el lugar de Ignacio. Acudiendo con su legión de guardaespaldas como una manada, dando por culo a esos cabrones.

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