miércoles, 9 de marzo de 2005

Escribir Comella

Hace un tiempito me dijo Comella que le escribiera un relato para su Guallavito, no sabía que eso era poco menos que pedirle peras al olmo. Porque se me pasó mucho tiempo sin nada que contar ni construir, asomando nada más mis ojos a las páginas de siempre, en busca de novedades que me inspiraran algo, que despertaran al que fui cuando era incapaz de detener las manos en el teclado. Ayer compuse dos relatos nuevos, cortos y sencillos, sin calidad en realidad pero míos al fin tras tanta espera. Hoy puede que continúe ese despertar que sé de antemano fugaz, pero que me desveló cierta la esperanza de vivir escritor incluso sin nada que contar. Porque no se tiene porqué tener siempre la historia en la chistera, como un truco nuevo. Más que nada porque al final casi siempre es el mismo truco con distintas palabras, trabalenguas distintos para el mismo conejo. Tampoco se ha de tener siempre la última palabra.


Hoy escribo para Guallavito que está lleno de sueños como Comella, le madruga la sonrisa y traslada su vitalidad, que contagia, a sus páginas donde se ha dejado tiempo y mucho de lo que es ella. Capaz de rebelarse contra el analfabeto que ataca "El cuentista", le destruyen su castillo siempre al fresco y levanta otro que se apellida resurrección. Porque se necesita mucho más que un hacker para convencerla de que en la vida, al contrario que en los cuentos, las cuentas no salen. Aglutina a su alrededor a sus amigos que son su fuerza, y para ellos rescata las noticias más jocosas para que rían con ella y no se sientan solos.

Es creadora Comella desde sus letras y obras de espacios entrañables, con infinidad de dibujos animados, que recorren el sitio con paciencia infinita. Los emoticonos la adoran y ponen para ella la mejor de las sonrisas. Impulsa, como ella dice, una web de miradas risueñas y se convierte en ladrona de sonrisas en un atraco en el que ladrón y víctima cooperan juntos.

Escribe Comella desde la alegría que dan los días, las mejores noticias mundiales cogidas en el borde de un río como pepitas de oro entre tanta arena, como pececitos curiosos y escurridizos; las cuelga riendo, las tiene atrapadas hasta que lleguemos.

Abrazos.

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