viernes, 9 de septiembre de 2005

Cae su popularidad

Leo que la popularidad de George W. Bush ha caído al 41%. Un mínimo histórico, un verdadero desplome. Yo que leo hoja a hoja a Lázaro Carreter y su arsenal de dardos, hubiera cogido su testigo para defender el idioma sino fuera por mis limitaciones. Soy como uno de aquellos caballeros medievales ante la posibilidad de llevar a cabo algo heroico. Doy un paso adelante y grito: "Me presto". Una misión difícil, para valientes, en pos de recuperar o restituir alguna cosa más allá de la confluencia de caminos. Se me mira de arriba a abajo unos segundos y se me descarta, con razón. Otros con más preparación llevarán a cabo la misión. Otros defenderán con más criterio el idioma, aunque yo seguiré atento por si hallara algún gazapo.

Hoy creí hallarlo aunque me di de bruces. Me parecía rara aquella caída en picado de la popularidad de Bush. No porque se diera, lógicamente tarde o temprano al tonto o al malo se le descubre, y más rápidamente si se dan ambos defectos a la vez. Sino porque yo tomaba la popularidad como sinónimo de fama, y no podía entender que una mala gestión, o muy mala, hiciera caer el conocimiento del incauto por la gente. Se hundirá su prestigio, pero lo conocerán lo mismo, quizá mejor pues lo bueno se acabará olvidando, pero los fallos y errores cuando son graves agarran como la mejor planta trepadora y no se olvidan fácilmente. El caso es que tras mirar el diccionario compruebo que el error fue mío. La popularidad en su definición tiene mucho de aceptación, así que cuando leemos que su popularidad ha rebajado hasta el 41% debemos entender que solamente le aprueba ese porcentaje.

Los sabios medievales tenían razón. Mejor que vaya otro, en cualquier caso como bien sabía Lázaro Carreter es masaje cardíaco a un muerto. Yo quedo para menesteres menos ambiciosos, aunque igualmente dispuesto a deshacer entuertos por si un día acierto.

No hay comentarios: