sábado, 5 de mayo de 2007

Batasunas

Las cosas no se ven como son. Las vemos como somos.

Hilario Ascasubi.


Ya me he pronunciado alguna vez en contra de la ilegalización de partidos políticos. Me parece una medida de otro tiempo y de otro sistema político. Porque en su esencia la idea de democracia casa bien poco con la dejar sin cartas a quien no piensa como nosotros. Más bien uno espera que sean los votantes los que den o quiten razones. Es mi forma de pensar, nada más. Lo que espero no sea interpretado por algún ágil mental como una concesión al terrorismo, a ETA, o a los asesinos de la naturaleza que sean, aquellos que prentenden convencernos a punta de pistola. Eso sería intolerable. Mi rechazo a ETA y a la tiranía que a supuesto para los vascos y por extensión para todos los españoles es tan firme como lo fue siempre, y en algún rincón de este espacio, disperso de años, ya quedó constancia. Y demostré tanta sensibilidad como el más sensible precisamente porque el azar me dispuso a nacer allí, hace bastantes años. Más o menos los que llevamos de democracia.

Sin embargo soy de los que piensa que ya teníamos un código penal bastante bien acabado para perseguir individualidades y no formas de pensar. Y que si un sujeto comete un delito; enaltecimiento de terrorismo por ejemplo, debe ser perseguido con todos los medios de los que dota un Estado de derecho. Y si son todos los amparados bajo unas siglas los que los cometen, todos tendrán que rendir cuentas ante la ley, pero como sujetos únicos, responsables de sus actos. Del mismo modo que el agrede a otro, roba o mata.

Decía Arouet Voltaire: "Lo que usted afirma me parece disparatado, pero defendería con mi vida su derecho a decirlo". Quizá ese es el germen de la democracia.

Hace unos días escuché en la televisión que se debía ilegalizar alguna agrupación de electores porque en su nombre constaba la palabra Batasuna que significa unidad es euskera. Llamándose igual tendrán que ser lo mismo, y si ilegalizamos aquellos habrá que ilegalizar también a estos. Hasta ese punto hemos llegado y a nadie le sorprende.

Es seguro que la ley de partidos no se habría dado sin el Partido Popular en el gobierno. Del mismo modo que hoy reina una confusión importante entre los poderes fácticos del estado, ejecutivo y judicial parecen mezclados e indisolubles. Instrumento el segundo del primero. Con unos tribunales que en sus instancias más altas parecen gobernados nada más que por las mayorías que escogieron a cada magistrado.

Por suerte todos aquellos que quieren levantar fronteras entre nosotros, que construyen muros para mirar su propio ombligo, están en una carrera contra el tiempo.

Avanzamos en un mundo en el que la globalización abrió puertas y ventanas. Los ciudadanos somos cada vez menos de un sitio y más de todas partes. Somos ciudadanos del mundo, y estamos cada vez más cerca unos de otros sin importar la distancia espacial. Pronto no habrá quién quiera un País Vasco apartado de todos. Quizá porque ese interés se habrá desvanecido al comprender que no hay vecinos. Que no hay un ellos y nosotros, que somos lo mismo si sabemos respetarnos.



Nos hablan de un futuro no muy lejano en que cada persona tendrá su alter ego en la Red, que será un inmenso prado verde en que cabremos todos.

Yo, aunque nunca fui el primero en nada ya estoy por aquí; y me voy a quedar.

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