domingo, 25 de julio de 2010

Maillot amarillo

Tuve un plan, escapé.

Blues del alambique - Joaquín Sabina



Al final va a ser Sestea la culpable de que no me siente a escribir aquí. Marcha de farra con unos compañeros de promoción y es quedarme libre para, lejos de posibilidades más obvias como poner por fin la PS, termino aquí sentado oyendo música de fondo.

Y esta mañana de domingo sería propicia si no fuera porque las noticias de la prensa digital no me inspiran lo más mínimo. Así que llego como otras veces sin nada que decir. Porque no quiero ni mencionar lo del críaco ese que mató a toda su familia y le prendió fuego a la casa. Esas cosas solamente se le ocurrirían a un perturbado, aunque tenga 14 años. Por otro lado la tele esta mañana da algunas noticias inquietantes, nada menos que prolegómenos de dos guerras, en dos partes del mundo, que habrá que añadir a las que se están desempeñando en este momento, de forma sorda y acostumbrada. Colombia contra Venezuela que acabará en empate a cero, y Corea del Norte frente a Corea del Sur y unos cuántos buques militares de Obama ¿a éste no le habíamos dado el Nobel de la paz?

Así que a falta de pan, buenas son tortas. Si los titulares (que es lo único que necesito para ponerme aquí) no me dicen nada y tiro por la de en medio e invento. Pues si Contador gana el Tour a mí también me gustaría. Puesto que no lo haya hecho aún no significa que no quiera ganarlo yo, algún año de estos. Cierto que ya no voy teniendo edad de prodigios físicos, que vale que corriendo 100 metros ya reconocí que no iba a ganar ninguna medalla de oro, pero para ganar al ciclismo sino hay que mover las piernas menos si es verdad que hay que menearlas distinto. Y en eso puedo ser toda una incógnita.

Vale que sigo teniendo las patas delgadas como dos ramas medio dobladas, y vale que no me puedo doblar por la mitad para tocar la punta de los pies, pero engañan bastante, pues a estas horas me siguen llevando de un lado a otro sin novedades apreciables, aunque desde que tengo coche lo cierto es que hasta los tramos cortos los hago pulsando pedales. Pero el mismo movimiento de frenar y acelerar el coche, tan singularmente consecutivos, han de servir para algo más que para frenar y acelerar, por ejemplo para tonificar piernas y prepararlas, convenientemente para alzar un Tour o dos, en función de cuando llegue el primero.

Claro que yo ya no voy teniendo la tripa para ponerme uno de esos "maillots" tan ceñidos. Que dudo ser capaz de pasar las 7 horas de cada etapa metiendo barriga como en la playa. Que eso uno lo hace en momentos determinados, para la foto, como si dijéramos, pero no permanentemente por si acaso a los de la moto les da por mostrar mi perfil atlético en medio de una etapa insulsa.

Además, pensándolo bien la apariencia de mis piernas es una invitación a los ataques. Que se iba a sentir nuevo hasta el último de la general. Seguro que al verlas a todos se les vienen ganas de probarme en las rampas del Tourmalet. Y yo saldría a todos, como un torito bravo. Pero ay de mi físico si no acompaña...

Y no será por falta de corazón que me quede. Será de piernillas.

Las mías, que solamente de tenerlas recogidas me parece que duelen.

Mejor espero que hagan un juego de ciclismo a ver que tal se me da.

O un libro... igual me leo la biografía de Armstrong.


Eso cuenta ¿no?

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