martes, 8 de febrero de 2011

La superabuela

Let's get into all kinds of trouble.

I 'll be a man - James Blunt



A quién no lo haya visto ahí va una tarea pendiente. Más vale pronto que tarde para buscar el vídeo de la señora remontando la calle, bolso en ristre para hacer huir a un buen puñado de atracadores que estaban asaltando una joyería. Imagina la escena, por lo menos 6 o 7 fornidos jóvenes dale que te pego con unos mazos contra los cristales de la joyería, arramblando con todo lo visible y al instante que aparece ella, como un rayo por el horizonte, va remontando aprisa, aprisa, con su abrigo rojo como si fuera una capa al viento, como si ella misma no tuviera cumplidos los 70, como si ni siquiera fuera ella sino Superman vivito y justiciero. Hoy la superabuela británica me alegró el día, aún más, me dio una razón para creer, me dio un ejemplo quizá, una esperanza.

Yo tengo que reconocer que de un tiempo a esta parte ando algo cojo en lo que a creencias se refiere, Ratzinger y los curas pederastas hicieron su parte, perdónalos no saben lo que hacen. Lo penúltimo que el cielo no está en las nubes, sino que es un sitio dentro de cada uno. Y lo mismo para el purgatorio y el infierno. ¿Tan malo era dejarlo conforme a lo que nos enseñaron de niños? Tan necesario es poner en tela de juicio algo que no me empeñaría en discutir. Hagamos otra partida y repartamos cartas otra vez, después fijaremos las reglas. Hay cosas que una vez establecidas no debieran tocarse, sobretodo cuando así no hacen mal alguno. Por ejemplo la ortografía ¿o es que nos van a enseñar a escribir a estas alturas?

Pero si en creencias hago agua, en lo referente a modelos flojeo tanto o más. Los abdominales de Cristiano Ronaldo no me convencen, y de Shakira poco más puedo decir que la amo, aunque no sea para mí. De niño pensaba que la gente era mejor de lo que es, que los políticos habrían de ser aquellos más preparados para sacarnos las castañas del fuego cuando tocara (que está tocando). Pero la realidad es tozuda, y yo ya no soy un niño. Es por eso que vivo en la cotidianidad de una catástrofe cada día, tengo la impresión de que los buenos se nos están muriendo, con lo que a veces me siento en medio de un ciclón, intentando salvarme con el comodín de la llamada, y cuando pulso el teléfono GPRS para pedir ayuda me descuelga al otro lado Pepiño Blanco, que es algo así como tener seguro, ahora sí, una muerte por los aires.

Es terrible sentirse una marioneta del destino. Saber que hay mucho de azar en que mi vida sea, que es lo mismo que decir que razones incomprensibles se esconden tras la naturaleza que hace que hoy siga vivo. Pues qué pasó con Rosa, qué con Jomai. Ambas eran más jóvenes que yo. ¿Estaba su destino escrito como lo estará el mío?

¿Cuál ha sido mi mérito? ¿Cuál mi suerte?


Y si uno mira en otras direcciones no encuentra consuelo suficiente para sobrellevar éste estar a punto de colapso. Abre el mundo como un melón y verás que no está para comer. Vivimos el tiempo que pasó entre la herida de las torres gemelas y su completo desplome. Yo acudo a veces a la literatura. Me gusta coger algún libro bien escrito, ojeaba el otro día "Crónica de una muerte anunciada" de Gabriel García Márquez, me alegré entonces de que él siga vivo. Me alegro tanto de que "sea". En el talento que es una pepita de oro en medio de un río tengo yo mi esperanza.

Así que qué puedo decir de este soplo de aire nuevo, de esta heroína vestida con abrigo largo y bolso de dos asas. ¡Pero si me ha rescatado!

En mitad de la calle pasmada con el robo, ella fue la única resuelta a hacer algo, mientras los demás miran, llega como una aparición repartiendo estopa. Y los demás la ven desde lejos, y a los de cerca los pone con pies en polvorosa, subiendo los pobres a todo correr a las scooter, así sin nada, con las manos vacías por huir de los bolsazos. Dicen que les atinaba con el bolso en los cascos de motorista, y en las imágenes se ve que a una de las motos la descabalga como hacían con lanzas en la Edad Media. El tipo del acelerador no alcanza a meter gas para salir huyendo lejos del bolso de la doña.

Y entonces la calle se encabrita, como Túnez contra Ben Alí, como Egipto entero tiembla contra Mubarak, como los países hartos que vayan a la revolución después, la calle toma las armas que es ir a la carrera de frente contra los atracadores, pero sobretodo para cubrir y proteger a la heroína del abrigo rojo. La superabuela que tenía que actuar porque había que hacer algo.

No es de las que se queda mirando. Vaya lección nos ha dado. Pasmarotes somos.

Yo la nombraba reina de Inglaterra al menos por una temporada, quitando, eso sí, a la otra garrapata. Vale un millón de veces más.

2 comentarios:

Sonia dijo...

Qué genial. El mundo está lleno de superheroes lo que pasa es que van de incógnito: igual que tú ;)

A N A D O U N I dijo...

Jejeje. A mí me has descubierto :D

Un besote Sonia.