martes, 11 de abril de 2006

Tropiezos

"El querer es todo en la vida. Si queréis ser felices lo seréis. Es la voluntad la que transporta las montañas".

Alfred Victor de Vigny



Soy una auténtico caso. Ayer al salir del cuarto empujé con una pierna un periódico antiguo que estaba en la mesita de noche (junto al cartón que acompañó unas sábanas que adquirí hace unas fechas). Este tropiezo hizo que se cayera el altavoz izquierdo de mi microcadena lo que provocó un tirón de cable que hizo caer a su vez la unidad central al suelo, y por simpatía o porque una cosa conlleva la otra, hay lazos irrompibles, cayó también el altavoz derecho en perfecto estéreo. Toda la cadena contra el suelo desde el rascacielos de mis dos mesillas de noche. Uno dirá que no es mucha altura, que lo más seguro es que la unidad central absorbiera el impacto en sus aristas como el vehículo de pruebas chocando contra el muro, pero no, el resultado fue el esperado, la unidad lectora dejó de leer y esta vez la culpa fue mía y de nadie más, que soy a veces como Urkel, el chavalillo que desmontaba un garaje entero solamente con asomar sus gafas por el quicio de la puerta.

Ahora bien, ese aparato es ya un caso perdido. No importa demasiado pues la mayoría de las veces lo utilizaba para oír la radio, y eso lo podré seguir haciendo. Ningún golpe por fuerte que sea acabó con las ondas invisibles de la música gratis por publicidad. Viajan por encima de tu cabeza, por debajo, aunque no las veas. Solamente si me encerrara en un burbuja y no es el caso. Además me da la oportunidad de ir a los grandes almacenes del mejor precio con la ilusión del comprador. Estoy dispuesto a llevarme el aparato más grande, el que tenga la caja más ancha para que la gente me mire por la calle, para que el conductor del autobús me llame la atención insistiendo en que aquello debe, como yo, pagar billete. A lo que yo opondré, negando con la cabeza, que una de dos o esto o yo, pero nunca los dos al tiempo en el mismo viaje. Que viajamos juntos porque es frágil y que haga espacio para dos en el maletero si cuenta con alojarlo allí. Bien sujetos, contando las paradas por una leve rendija de sol. Nada más una condición, suba el aire acondicionado.

Quiero desembalarlo en casa y quedármelo mirando. Sintonizar una a una sus emisoras y abrir el cargador de cd's diciendo que ahí van tres discografías al menos, que son la vida entera de sus autores con apenas una pausa de dos segundos entre canción y canción (o una parte importante de sus vidas), saber que tengo una doble pletina para grabar cintas de cassete si es que quiero convertirme en el último romántico de una forma de llevar música felizmente superada, poner 90 minutos en cuenta atrás como cada noche; es el plazo máximo que me doy para alcanzar el sueño.

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