jueves, 13 de abril de 2006

Vuelo

Vuelo mañana para viajar una vez más hacia Valencia porque tengo cuatro días despejados como el levante sin borrascas. Y en verdad hay que reconocer que esos cuatro días, que son tan fugaces que pasan casi sin sentir, son lo de menos. Lo más importante son los días previos, esta semana que acaba un miércoles, la semana anterior que tenía la vista fija en la tarde agotada, en el día de mañana que será día de viajes de encuentros. En esta ocasión además como un suspiro, en vuelo directo sin escalas, 70 minutos para enjugar todas las distancias, para recorrer por encima de las nubes un país entero. Esos días que buscan fecha en el calendario fueron vividos con una ilusión desmedida. Porque aunque una vida vista desde mucha altura pueda parecer diminuta, porque vista a toda prisa no es más que un movimiento repetitivo de cortos trayectos, si te acercas un poco hasta el detalle, hasta comprobar más allá de la corteza misma, comprobarás que algo se conmueve. Está ahí todos los días, amagada pero volviendo único cada día. Es la ilusión por las pequeñas cosas. A mí se me ponía la sonrisa sin yo quererlo, y una especie de asombro por todo lo que me rodea.

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