martes, 21 de noviembre de 2006

Buenos y malos

En la vida como en las películas los hay buenos, y los hay malos.

En la televisión abunda lo malo, porque no decirlo. Todos esos programas experimentos pseudo científicos de Gran Hermano y demás del mismo estilo, que de estos otros no puedo hablar pues para mi suerte no vi uno solo en mi vida, y del archi-conocido programa que encierra unos cuántos engendros dentro de una casa nada más seguí superficialmente el del primer año, todo aquello de ¿quién me pone la pierna encima?, que es poesía a la altura de los participantes, ahora bien es un lema pegadizo como pocos, retrataba esta España nuestra, siempre con una pierna encima. Salvo para jugar a baloncesto, entonces no nos queda arriba ni siquiera la canasta (gracias a Gasol).

La programación televisiva de este país es, como dicen por aquí, para arrojar y no dejarlo. Habría que hacer, verdaderamente, pocas salvedades.

Pero hoy no quería hablar de los programas, quería citar nada más dos anuncios. Uno bueno y uno feo y malo. Por supuesto no pretendo transcribirlos palabra por palabra, hablo de memoria, y ya quedó claro que no es precisamente mi punto fuerte (si hay alguno).


Empecemos por lo malo que así parece que pasa antes, como entrar en la consulta del dentista, una vez en aquel asiento reclinado solamente queda la esperanza de acabar (ir a cenar tal vez, si se puede).

Malo, malo, malo de verdad, peor que pegarle a un padre es el de Peugeot. Aquel tipo que dice que está tan nervioso que igual no pega ojo esta noche. Y la moza, que si no recuerdo mal está agachada, no sé bien si cogiendo algo de alguna parte o colocando los clavos de la tienda de campaña, le sonríe como diciendo: "ya sé por donde vas, majete".

Y la cosa es que ambos deben ir juntos a los mismos lugares, pues a la mañana siguiente el tipo aparece en bolas, recién salido de la tiendita. Vamos que si no había sueño, se le llama, y si no viene nos dedicamos a encontrar otros quehaceres. Yo por supuesto no tengo nada en contra de esa idea que se nos cuela sibilinamente, afortunado que es el tipo pese a ser tan tonto; pero lo que me llama más la atención de todo aquel embrollo es que el notas aparece estirándose como si abriera los ojos en ese instante, desnudo, estirando los nudillos y la espalda a dos puñeteros metros de la tienda de campaña. Vamos que hasta allí llegó con los ojos cerrados, por eso luego se sorprende. Claro, está rodeado de mirones, que no han ido allí a comprar un coche, no hay dinero para eso, han ido a verle salir en cueros, para ver el trayecto ciego que hace hasta el punto exacto en que descubre que, manos para que os quiero, ya no están solos.

Y se supone que este aborto televisivo es gracioso. Tanto como que te lleve el coche la grúa.


Por suerte tenemos otros, también de coches, de calidad incuestionable. Y la mar de sencillos, apenas un coche todoterreno recorriendo un camino de tierra. Eso y un par de frases certeras. No se requiere nada más.

Dicen que hay un camino para la felicidad y otro para la verdad. Que un camino trazado lleva hasta donde ya fueron otros. Dicen que el verdadero camino está dentro de cada uno.

Y lo mejor para el final, no se dice, solamente se lee:

Tú eliges el camino.

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