domingo, 26 de noviembre de 2006

La gorrita

Fito y los Fitipaldis dieron un concierto en Valencia el viernes. Y hasta allí fue Sestea con unas amigas recién ganadas, que a los amigos hay que ganárselos, es el "quid pro cuo" de Hannibal Lecter pero solamente con buenas intenciones, un toma y daca, un proceso de ida y vuelta, de manera que das, te dan y de repente tan amigos.

Fue y por lo que me cuenta se puso una gorrita al estilo Fito que se compró en un bazar chino. A la mocita le quedan realmente bien los sombreros y demás sobre la cabeza. Yo lo recuerdo bien de nuestros viajes a la nieve. Es algo curioso, supongo que es por la forma de la cara. Me comentó el sábado que estuvieron todo el concierto los de alrededor cantando las canciones a la par que llamándola Fita; "mira que gorrita". Yo supongo que estaban tan pasados como el propio Fito, que por lo que me cuenta no podía ni hablar de borracho, aunque sí podía cantar. Es curioso, no podía ni formar una frase completa, tan ciego iba, y las canciones las recitaba con memoria de opositor. Al fin y al cabo a quien le importa, se pagó la entrada para oírlo cantar y no para escucharle discursos con la lengua enredada.

A mí las gorras y demás me quedan mortales. Yo creo que es porque que se me vea el pelo en la cima de la cabeza disimula de un modo raro las dimensiones reales de mi nariz. Si tapamos el pelo desaparece el artificio y la nariz me asemeja a un pájaro carpintero.

Hace unos días un compañero de trabajo me hacía una foto con su teléfono móvil nuevo, por aquello de que aparezca mi careto si alguna vez le llamo. Lo mismito que haré yo si algún día consigo renovar este pobrecito mío (lo miro, ahí sigue el celo). La cosa es que luego cuando me enseñó la instantánea me costó reconocer esa cara. Era la mía pero no lo parecía. No por las arrugas de los ojos, no por el color mismo de la piel, era por algo en el fondo de los ojos, quizá los años nos cambian la forma de mirar.

sábado, 25 de noviembre de 2006

De poca importancia

He pasado mala noche. Despertando a cada rato, pensando en todo este trajín del móvil. Las ofertas que se hacen y se deshacen. La vigencia tan fugaz que tiene a veces la palabra dada.

Por la mañana salí a comprar al Día. Antes tuve que pasar por el cajero y al acabar, improvisadamente, me subí hasta el camino de San Pedro. Está precioso. Verde brillante, con un mar sin final y el rumor apagado de unas olas con pocas ganas de bulla.

Allí he tirado de móvil. Es decir he hecho unas cuántas llamadas, que nadie piense que arrojé nada al mar, no soy de esos. Me senté de través en un banco de piedra y estuve sintiendo el calor del sol en la cara.

¡Qué día tan bueno ha hecho!

¡Cuántas veces damos importancia a cosas que no la tienen!



En los últimos tiempos me he acostumbrado a utilizar los tiempos perfectos, de manera que cualquier cosa que me sucede pudiera parecer ocurrida hace mucho. Si alguien llega y marcha, al narrarlo a un tercero le digo de inmediato que Fulano o Mengano vino. No le digo que "ha venido". Aunque ambos casi se hayan cruzado en el umbral.

Hoy he comido (no diré que comí aunque haga un buen rato) espinacas a la crema. Tb estuve picando alguna cosa y confirmé algo que sospechaba. Parece que soy alérgico al maíz seco, es decir al de los Doritos. Es tomarlo y se me hincha al menos uno de los ojos, vengo observando que las más de las veces el derecho. Gracias que tan espontánemente como me deforma disminuye. Lo curioso es que tras esa metamorfosis temporal me deja tal cuál era, sin cambiar en nada. Podía tras la inflamación quedar hecho un Tom Cruise o un George Clooney. Que he leído que es el tipo más atractivo del mundo. Y ni con esas le dejan entrar las chavalas a la fiesta del Martini...

viernes, 24 de noviembre de 2006

De cruzada

Está visto que mi sino es emprender cruzadas, perdidas de antemano, contra las empresas de telecomunicaciones de este país. Estaba yo tan contento, dándome con un canto en los dientes porque me iban a enviar un Sony Ericsson Z520i, un móvil de gama media pero con interesantes prestaciones, uno entre los 4 que me ofrecieron para jubilar mi achacoso Siemens S55. La cosa fue, no podía salirme de otra manera, que al abrirlo encuentro un rayote en el centro de la pantalla interior, era la V del visto bueno, como si lo hubieran hecho adrede. A los pocos minutos ya estoy llamando, ningún problema me dicen, en unos días me pasan a recoger el móvil y me dan uno, con menos defectos, o menos visibles al menos, si es que esto es posible. La cosa es que en aquel momento no me podían tramitar la petición porque con mi premura en llamar ni siquiera habían recibido noticias de la empresa de mensajería, no les constaba siquiera que me hubiera sido entregado. Llama mañana me dicen.

Y al día siguiente llamo. Hablo con una chica muy amable sobre la tecnología, la tercera generación de teléfonos, las video conferencias... y me termina ofreciendo un móvil de estos completamente gratis. El Samsung Z230. Yo le digo que así sin verlo no me decido del todo, pero que si me da un rato para buscarlo por Internet, estoy seguro de poderle dar una respuesta en breve. Me dice que "de acuerdo" y que deja anotado que me ofreció ese móvil.

Hoy, un día después de esa conversación, en mi ratito del café llamo y cumplo con los pasos requeridos para que me envíen el móvil deseado. Hasta me graban una conversación en la que mi parte es decir que sí a todo y la de la comercial es decir que el móvil me saldrá gratuito del todo, terminal y mensajero. Luego me dice que vamos a tramitar la recogida del que me enviaron defectuoso y me pide el número IMEI que no tengo, así que todo lo tramitado se nos cae como un castillo de naipes. Yo soy claro, resulta que la caja dichosa la tengo en casa, "si le parece le llamo en cuanto regrese". Sin duda, cualquier persona entenderá que puede resultar muy apetecible hacerse acompañar por aquella caja durante todo el día, como un amigo imaginario con forma de caja. Pero soy de los que prefiero no dar que hablar. Ella se me despide con un enigmático:

"A ver si entonces no está".

A eso yo digo que no la entiendo.

¿Qué no está?

Me repite que a lo mejor no está y le pido que me explique exactamente qué significa eso de que no está. Me dice entonces que el "stock" de Orange es limitado. Ahí nos ha jodido, igual pensaba que yo creía que tenían móviles hasta el infinito. La cosa es que a mí ese comentario me tocó bastante la moral y le comenté que ya habrá tiempo para afrontar los problemas cuando surjan, nada ganamos con ponernos en ese caso antes.

Al llegar a casa, antes de comer, cumplo con lo acordado y les llamo. Todo parece ir sobre ruedas hasta que otra comercial del mismo departamento me dice "igual mis compañeros no se lo han comentado pero este otro móvil cuesta 79 euros". Yo me quedo estupefacto.

¿Cómo es posible que usted me diga que este móvil me costará dinero y dos de sus compañeras me dijeran que me saldría gratis? No es que omitieran ese tema, que se trató naturalmente. NO ERA UN DETALLE SIN ABORDAR, no se entró en profundidades porque la cosa no parecía merecerlo. Nadie parecía por la labor de discutirlo.


Aunque ahora sí. Digamos que si esto fuera un partido de fútbol en este momento iríamos dos a uno.

Le digo que si esto de que cueste o no dinero es cosa que depende del comercial que te atiende. Que pecan de cierta incoherencia y que uno de los tres es un embustero. O bien usted que me dice que esto ahora cuesta, o bien sus compañeras que me engañaron diciendo que podía acceder a este móvil gratuitamente, que me saldría GRATIS (una de las veces en una conversación grabada), o tal vez el mentiroso sea yo. Quizá sea yo. ¿Me está diciendo que no me cree si yo le digo que este móvil me fue ofrecido por su compañera? Que yo ni siquiera lo conocía. ¿Me cree si le digo que esta mañana me han grabado y su compañera dijo claramente que este móvil tendría coste CERO?

Dice que sí. Que a mí me cree. Vamos que al final pretendemos estar en misa y repicando campanas. Así que le digo que voy a volver a llamar a ver que cuenta la siguiente persona que me atienda. Giremos la ruleta para comprobar el color. Probablemente ofrecer determinados móviles o cobrarlos depende del estado de ánimo con que uno se levanta por la mañana. Probemos de nuevo, hagan juego señores, veamos... para doble o nada.

Di con hueso. Dos a dos y sin penaltis. Ahora el móvil lo cobran, y se me vuelven aquellas palabras reveladoras. "A ve si luego no está". Pero no se refería a la cantidad que amontonan, rayados los cristales en algún almacén de mala muerte, probablemente infestado de ratas, se refería al estado de ánimo. Igual más tarde ya no nos apetece mandártelo, o quizá te lo queramos cobrar, que es siempre más productivo que dar un NO a secas.

Y la cosa es que yo dudé en cambiar el que me enviaron por ese otro que es indudablemente mejor. Me hubiera quedado con el que me enviaron (sin arañazos por favor) de buen grado si las cosas se hubieran dado de otra forma. Es posible que hasta hubiera tragado con el recurso de que ya no les quedan (dos horas después de mi primera llamada y se agotaron). Después de todo tampoco debemos que esperar que un compañía de teléfonos, no una franquicia, no una tiendita de barrio, una compañía de anuncio en la tele, la empresa madre, tenga demasiados terminales. Probablemente cualquier otra razón espiritual o material me hubiera convencido, pero ¿cómo hacerlo así? Con esta sensación que dejan...

Ya le dije a la última de ellas. Lástima por ustedes y lástima por mí que estaba tan contento con ustedes. Pero cómo seguir con después de esto. Es como encontrarse de golpe ante la infidelidad en la persona amada. Ya no se trata de este o de otro móvil. No se trata de ti. Se trata de mí. Ya no puedo ser el mismo.

Anote usted el IMEI para recoger el móvil que me enviaron. Sepa asimismo que en próximo mes procederé a llevar mi número de teléfono, haciendo uso de la portabilidad, a la competencia. (A Vodafone por supuesto). Pues ustedes y yo sabemos que allí me concederán un teléfono sin tener que abonar un euro. Sepa que voy a darme de baja también en el servicio que tengo de teléfono fijo. Y por descontado también del ADSL que contraté en su momento con Wanadoo, que son ustedes ahora. Vamos que abandono el barco. Les dejo, pero no cómo quién dice que fue por tabaco y no volvió. Yo me voy poniendo las cosas claras.

Y no lo haré ilusionado, al contrario. Es complicar una vida que no necesita de complicaciones. Pero estoy obligado, uno de nosotros tenía que actuar coherentemente...

martes, 21 de noviembre de 2006

Buenos y malos

En la vida como en las películas los hay buenos, y los hay malos.

En la televisión abunda lo malo, porque no decirlo. Todos esos programas experimentos pseudo científicos de Gran Hermano y demás del mismo estilo, que de estos otros no puedo hablar pues para mi suerte no vi uno solo en mi vida, y del archi-conocido programa que encierra unos cuántos engendros dentro de una casa nada más seguí superficialmente el del primer año, todo aquello de ¿quién me pone la pierna encima?, que es poesía a la altura de los participantes, ahora bien es un lema pegadizo como pocos, retrataba esta España nuestra, siempre con una pierna encima. Salvo para jugar a baloncesto, entonces no nos queda arriba ni siquiera la canasta (gracias a Gasol).

La programación televisiva de este país es, como dicen por aquí, para arrojar y no dejarlo. Habría que hacer, verdaderamente, pocas salvedades.

Pero hoy no quería hablar de los programas, quería citar nada más dos anuncios. Uno bueno y uno feo y malo. Por supuesto no pretendo transcribirlos palabra por palabra, hablo de memoria, y ya quedó claro que no es precisamente mi punto fuerte (si hay alguno).


Empecemos por lo malo que así parece que pasa antes, como entrar en la consulta del dentista, una vez en aquel asiento reclinado solamente queda la esperanza de acabar (ir a cenar tal vez, si se puede).

Malo, malo, malo de verdad, peor que pegarle a un padre es el de Peugeot. Aquel tipo que dice que está tan nervioso que igual no pega ojo esta noche. Y la moza, que si no recuerdo mal está agachada, no sé bien si cogiendo algo de alguna parte o colocando los clavos de la tienda de campaña, le sonríe como diciendo: "ya sé por donde vas, majete".

Y la cosa es que ambos deben ir juntos a los mismos lugares, pues a la mañana siguiente el tipo aparece en bolas, recién salido de la tiendita. Vamos que si no había sueño, se le llama, y si no viene nos dedicamos a encontrar otros quehaceres. Yo por supuesto no tengo nada en contra de esa idea que se nos cuela sibilinamente, afortunado que es el tipo pese a ser tan tonto; pero lo que me llama más la atención de todo aquel embrollo es que el notas aparece estirándose como si abriera los ojos en ese instante, desnudo, estirando los nudillos y la espalda a dos puñeteros metros de la tienda de campaña. Vamos que hasta allí llegó con los ojos cerrados, por eso luego se sorprende. Claro, está rodeado de mirones, que no han ido allí a comprar un coche, no hay dinero para eso, han ido a verle salir en cueros, para ver el trayecto ciego que hace hasta el punto exacto en que descubre que, manos para que os quiero, ya no están solos.

Y se supone que este aborto televisivo es gracioso. Tanto como que te lleve el coche la grúa.


Por suerte tenemos otros, también de coches, de calidad incuestionable. Y la mar de sencillos, apenas un coche todoterreno recorriendo un camino de tierra. Eso y un par de frases certeras. No se requiere nada más.

Dicen que hay un camino para la felicidad y otro para la verdad. Que un camino trazado lleva hasta donde ya fueron otros. Dicen que el verdadero camino está dentro de cada uno.

Y lo mejor para el final, no se dice, solamente se lee:

Tú eliges el camino.

lunes, 20 de noviembre de 2006

El Rasas

"Déjate llevar, si el alma te lleva".

Fito y los Fitipaldis.



La semana pasada murió el Rasas. Murió de verdad. Porque ya antes decían que había muerto sin ser cierto. Corrió como la pólvora, pero al día siguiente ya había alguien que aclaraba, no murió aún, de veras que no, nada más está muy enfermo. Enfermo pero vivo. El caso es que a los pocos días moría del todo. Sin vuelta de hoja.

Yo me he entretenido a veces con la idea de la muerte. Esa anormalidad, cuando la vida ya no es vida, la existencia es solamente un recuerdo. Esa foto que te retrata, esos ojos que te miran desde ella te sobrevivirán casi con toda seguridad. Nos pasamos la vida distraídos en los juegos del cada día, concediendo a todo demasiada importancia, lo primero a nosotros mismos; dando la espalda a la que es acaso la única certeza que tenemos, estamos vivos por algún tiempo, pero la muerte espera, tarde o temprano.

Ya hace unos años ocurrió algo parecido con aquel hombrecito al que apodaban el Pulga, que hacía dúo con el Linterna en el Un, Dos, Tres. Decían al unísono ¿cuántos había en la plaza? Y el aforo del programa se desgañitaba entre risas, todos a una: "veintidós". Ahora los políticos ponen a un público mucho más formal para que parezcan como de cartón piedra mientras dan sus discursos. Es una costumbre que nos hemos traído tras observarla en las apariciones de Bush. Tiene su lógica, si una nulidad como es ese tipo, un rematado idiota, gana las elecciones jugando de aquel modo, por qué no copiar lo que tiene de inofensivo (no hay mucho más que eso).

Decía que al Pulga le adelantaron la muerte, y el país entero lo evocaba vestido de torero, no de los de dar dos capotazos al toro, sino de los que salen en el espectáculo del bombero torero. Tenían gracia juntos, y eso que el peso cómico lo llevaba probablemente el más alto, el Linterna que hacía aquellas voces agudas y se pasaba el rato pegando al pequeño para completar los "sketches". Tuvo que volver del anonimato que da estar pasado de moda para mostrarse vivo a los cuatro vientos; estaba vivo y bien vivo. Y quien diga lo contrario después de verlo es, para empezar un embustero, y con toda seguridad un tonto de los que ya no quedan.

Al Rasas yo no lo traté apenas. Venía a cambiar billetes de 20 por billetes de menos valor ¡faltaría más! Por lo que oí se pasó la vida cambiando cosas. Él entregaba unas a cambio de otras. Así desde antiguo. Era curioso porque podía hacer una cola larga por cambiar uno de sus billetes. Luego marchaba a la acera de enfrente y se quedaba allí apostado, con sus billetes cambiados.

Supongo que dentro de algún tiempo lo habré olvidado, tampoco tenía demasiada confianza con él. De hecho yo mismo llegué a olvidarle el nombre tras perderle la pista durante un tiempo. Pero ahora lo recuerdo perfectísimamente, bajo, rechoncho y con un ojo izquierdo permanentemente entreabierto y que lagrimeaba constantemente. Sin embargo es curioso, la última vez que lo vi me pareció más serio que nunca, y no es que fuera alguien que pasara la vida riendo, no al menos delante mío, pero aquella vez parecía ir y volver de un trance. Lo miraba todo con más fijeza.

¿Cómo lo quieres Luis?

Uno de diez, dos de cinco.

viernes, 17 de noviembre de 2006

Descontando

Gracias Angel por la sorpresa que me diste el otro día (el jueves). Me hizo mucha ilusión. Maldita sea pues sí que son más pequeñas las pizzas del Pizza Hut. Habrá que comprobar si saben igual ;)

No veas lo que me costó abrir la caja. Tu trabajo con el celo, perdón, digo el fleje, impecable.

Los ositos de gominola buenísimos. Clavados a los alemanes que me compraba en el Aldi. Con que te diga que me los cené viendo tus fotos en Llanes...

Nos vemos pronto amigo.

Toy descontando días. Se me están cayendo del calendario.

¡Cumple muchos más!

Ya sé, llevo unos cuántos días sin decir ni pío. Y no porque no me hayan pasado cosas, sí de esas trascendentales, las que me ocurren todos los días. Para empezar en estos días he conseguido haciendo uso de mi mano izquierda, que no es mano sino una forma de hablar, un móvil nuevo para que me acompañe cuando estoy móvil, es decir fuera de casa. Que para cuando estoy dentro me puse hace ya bastante tiempo un fijo que es móvil inhalambrico. Y éste último también lo cambiaría por ponerme uno con manos libres, para poder contar sin gritar, sin necesidad de tener el artefacto pegado al oído, y para poder oír sin tener que hacer uso de mi fino oído para lo que me incumbe. Aunque de esas cosas, suelo estar bastante pez. De hecho poseo una rara habilidad para concentrarme, en tareas sencillas, abstraerme por completo de manera que al verme pudiera parecer que son extremadamente difíciles, claro que descrito así me va pareciendo más un defecto que virtud. O tal vez lo malo es que me entero de todo, pero lo olvido. Sospecho que mi cabeza es como El Corte Inglés el primero de los días fantásticos, los enésimos de la historia, cuánto cuesta entrar y que fácil es salir. En cualquier caso, y por irme por las ramas concretaré que tengo pedido un Sony Ericcson Z520i con su cámarita y su MP3 para que suenen gaitas cuando me llamen.

Parece mentira, he vuelto a ser el chaval que se ilusionaba por estas cosillas. Y he ido de arriba a abajo comparando las opciones... todo sea que haya acertado. Claro que un sexto sentido me advierte que muy probablemente mi terminal vaya a salir de esos que fueron la primera remesa, aquellos que quedaban con la pantalla a color en blanco, de esos que se apagaban sin previo aviso. Porque estas cosas son muy mías. Me suelen ocurrir a menudo. Otras cosas que me pasan es ir a cerrar una caja previamente repleta hasta los topes con documentos de archivo y lanzarme fleje en mano (así le llamábamos a la cinta adhesiva en K-tuin) hacia una aún vacía. Vamos que a puntito estuve de cerrar la hueca y dejar la otra abierta.

Supongo que en el fondo esas cosas tienen un lado enternecedor, pues por otro lado mantengo una relación inmejorable con la mayoría de las señoras que nos visitan. El otro día sin ir más lejos una me dijo que si era el que anunciaba los trajes de Emidio Tucci (vuelve El Corte Inglés a escena) y no contenta con echarme flores de esa naturaleza, a continuación me dice que era muy chulín, lo que yo traduje al instante como algo favorable, aunque luego ha habido quien me ha asegurado que no es así. Claro que aquella señora y yo nos reíamos amigablemente, ¿cómo sospechar de la sonrisa?


Hoy es un gran día. Hoy cumple años mi madre. Ayer di orden con una tarjeta mágica y por Internet para que alguien le llevara hoy un ramo de rosas con una dedicatoria muy cierta. Hace un momento me ha dicho que mis flores han sido la primera felicitación que recibió, y que mis palabritas la han emocionado mucho, a ella y a Sabina que va a limpiar a mi casa desde hace años.

Ahora le deseo muchos años más. Me alegro de que haya pasado un buen día y de sus planes inmediatos, visitar una arrocería donde saben cocinar el arroz de más de 100 formas. ¡Mira qué lista! ¡Y qué bella mi madre siempre!

Hay palabras que deben decirse cuanto antes. Son palabras urgentes, que tendrían que enseñarse las primeras, simplemente porque significan más. ¡Qué importantes son y qué poco se nombran! Ayer mandé escribir, sin faltas de ortografía, que la había querido toda mi vida y que ahora además la echaba de menos.

((Un besito mamá.))

domingo, 12 de noviembre de 2006

Fotografías

No voy a decir que he estado viendo fotos de antes porque todas las fotos son de antes. Ninguna foto retrata el presente porque la comprobación es siempre a posteriori. Dejémoslo entonces en que he estado viendo fotos. En ellas aparezco más o menos como soy ahora, diga lo que diga el Xuac, aunque haya pasado un año desde algunas, o más aún desde otras. Me ocurre con las fotos como con la voz grabada, me cuesta reconocerla, me cuesta reconocerme. Quizá porque estoy hecho a observarlo todo pero no a observarme. La misma sensación que tendría alguien que viviera permanentemente alerta desde la almena de un castillo, sin haberse movido nunca. Se aprenderá cada detalle de camino y del monte circundante pero no sabrá decir de que color es la piedra que lo protege. Lo miro todo sin encontrarme.

Lo que sí sé es que aquel retratado en las fotos no soy exactamente yo, al menos el yo que soy ahora. Como si las cosas me hubieran cambiado. Lo cierto es que las personas cambiamos, por fuera, imperceptiblemente de un día para otro, mucho tras un plazo considerable de tiempo, y también interiormente.

En el primer caso, atendiendo nada más a la presencia, llegamos incluso a convertirnos en personas distintas, ¿dónde está el niño que yo fui? Lo he visto en fotos y no se me parece a nadie que conozca, pero tampoco soy yo ya. Quizá el niño soy yo aún disfrazado de otra cosa. Como si la vida fuese un juego para hacerse irreconocible. O tal vez se murió al crecer, físicamente se perdió para siempre, como morirá la apariencia que tengo ahora cuando me vaya convirtiendo en el viejito, que ya apunto en manías. Quizá mis manías sean lo único que conservo desde la infancia, y estas sean en verdad las que acompañan a la persona toda la vida, su auténtica seña de identidad, válida como una huella dactilar. Perennes más allá de la metamorfosis que es la vida. Manías y gestos para distinguir a las personas, para reconocerlas únicas entre todas.

Pero las personas también cambiamos en otros órdenes. A nivel emocional, en la forma de sentir. De manera que uno puede darse cuenta de la distancia que hay entre una foto determinada y su sentir actual. Porque uno conserva la memoria para recordar cómo eran las cosas y como las vida las ha ido cambiando.

Una foto es nada más un momento preciso en el tiempo, pero con todas sus limitaciones. Incapaz de captar más allá. Como contemplar un cuadro sin manos, como comprar un piso por la fachada.

sábado, 11 de noviembre de 2006

Poniéndose al día

Esta mañana he completado el único mensaje de esta web que tenía en borrador. Se trata de una idea surgida tras leer allá por Agosto a Gaddira. La niña se resumía en 100 frases, y me dije ¿por qué no hacer lo mismo?

Me ha costado algún esfuerzo porque mi vida se resumiría en algunas menos, pero lo he conseguido. En cualquier caso he decidido guardar aquel resumen en esas fechas. Pues aquel día lo escribí en gran parte.

En fin, poco más. Agradecer a Esther que se pasa por aquí de cuando en cuando desde su oficina en México, resulta que no está tan lejos después de todo ;)

Sigo aquí, estos días me dolía un poco el cuello, nada de importancia; me despido

pero me quedo.

viernes, 10 de noviembre de 2006

Intro

Este adiós no maquilla
un hasta luego.
Este nunca
no esconde un ojalá.
Estas cenizas
no juegan con fuego.
Este ciego no mira
para atrás.
Este notario,
firma lo que escribo.
Esta letra,
no la protestaré.
Ahorrate el acuse de recibo,
estas vísperas son las de después.
A este ruido,
tan huérfano de padre,
no voy a permitirle que taladre
un corazón podrido de latir.
Este pez ya no muere por tu boca.
Este loco se va con otra loca.
Estos ojos no lloran más por ti.


Joaquín Sabina

De Capello a Paquito

Comenzábamos la semana sorprendidos por la sinceridad de Capello que puso en su boca lo que piensa más o menos todo el mundo. Él dijo lo que los demás callan y piensan, o aquello que incluso se niegan a pensar, como si fuera algo prohibido, como mirarle el escote a una prima tan lejana y que está tan buena que a uno se le van los ojos, y así no hay quien preste atención a los semáforos. ¡Qué es tú prima, chaval!

Capello dijo que quizá ahora Ronaldo se va pareciendo a un futbolista, y para rematar, que tenía problemas de movilidad. Lo que él dice en la rueda de prensa, con esa cara de bruto, como un ladrillo con gafas de diseño, es una obviedad tan grande que lo sorprendente es el revuelo que causó.

Yo ya he cargado alguna vez contra Ronaldo desde este espacio, supongo que porque no puedo celebrar mis cumpleaños en algún castillo de la Francia, aunque la verdad es que yo ya no celebro mis cumpleaños ni falta que me hace. He perdido cualquier romanticismo hacia la mayoría de mis fechas señaladas, francamente me transmiten poco. Lo mismito que las Nocheviejas desde hace ya algunos años. Son noches como cualquier otra, y su valor es pura convención social, nada más una forma de separar los años como los capítulos de un libro, tal vez para hacer balance, que es siempre una forma de colgar del pasado.

A mí Ronaldo me parecía el típico jugón del grupo de amigos, el tipo que más brilla en los partidos de solteros contra casados. A lo más un ex-futbolista que regatea mejor al contrario, con barriga y todo, que al postre, tarta de queso con nata y luego café con sacarina. Por eso no me sorprendió que Capello admita lo que salta a la vista, Ronaldo estaba gordo como un trullo, fuera de forma y lento. Ahora bien, simpático y caprichoso como siempre, eso lo digo yo, no Capello.

La prensa se asombra con estas declaraciones, porque para ellos Ronaldo sigue siendo "el fenómeno", y un calificativo así no se pierde así por así, como Raúl es el primero de la clase, o incluso "el niño", la cosa tiene guasa, así tenga más años que Matusalén, son apelativos como el nombre de pila, lo acompañan a uno durante toda la vida y aún más, sobreviven a la muerte, para que los otros, los que quedan, te recuerden. Ya decía yo el otro día que en la vida se te juzga constantemente por tu pasado, en función de lo que has sido se te va a medir, en función de eso se esperará de ti una respuesta, en consonancia a las expectativas que creas. Así un jugador de baloncesto que promedie 20 puntos por partido en la NBA firmará un contrato multimillonario no por lo que va a ofrecer, ¿quién sabrá? ¿quíen podrá predecir el futuro? Sino por lo demostrado hasta ese día. Luego el tipo se levanta un día, asomado al espejo del lavabo para encontrar que uno de sus ojos se ha dormido junto a la nariz, que no hay modo de sacarlo de allí; puñetero en el lagrimal, para no ver con él ni torta.


Murió Paquito Fernández Ochoa que fue un deportista con un gran día. Ganó los JJOO de invierno de Sapporo allá por el 72. Ni antes ni después ganó muchos más premios. Al menos no los encontré durante las lecturas distraídas de la prensa en estos días. Decía Homer Simpson a Bart, como una enseñanza con mucha miga,

no te esfuerces demasiado en nada. Siempre habrá alguien que lo haga mejor que tú. En realidad habrá un millón de personas que lo harían mejor.

La cosa es que Paco Fernández Ochoa supo rentabilizar, al menos en cuanto a fama nacional el éxito logrado. Era nuestro mejor esquiador de todos los tiempos, y eso es mérito que pervive con mayor razón que los motes avispados a los futbolistas, porque se puede medir.

Una fecha del pasado. Casi nada.

Hace unos días le hicieron un homenaje en Cercedilla, descubrían la estatua de un esquiador con los brazos en alto. Era él, aquel día, como si no hubiera pasado el tiempo, 24 años de nada, allí estaba en bronce. Hay una foto muy significativa. Aparece esa figura recién descubierta y Paquito elevando los brazos, ambos se parecen pero existe una diferencia conmovedora. En la figura el esquiador está de pie, Paquito eleva los brazos, sus manos abiertas son las de la estatua, pero él ya no puede estar alzado, aparece sentado en una silla de ruedas, debilitado por la enfermedad. Son la misma persona en dos momentos diferentes de la vida.


Hacia el 2002 Muehlegg aquel esquiador de fondo al que aquí le llamábamos Juanito por aquello de hacerlo más cercano, ya que le habían conseguido los papeles para representarnos en los Juegos y estaba el hombre rayando a gran altura. Aunque a mí, particularmente, no me parecía esquiar aquellas palizas con los esquíes tan pequeños, que tenías mucho más de maratón que de descenso. Aún así llevaba tres oros, que no es cosa baladí. Entonces Juanito Fernández Ochoa cargaba contra el gigantón de mandíbula prominente, no le convencía aquello de traernos el talento de fuera para competir. Después de todo, aquel muchacho, atraído por nuestras partidas presupuestarias y por nuestra tortilla, apenas se defendía, con gracia eso sí, en nuestro idioma. De alguna forma sus triunfos lo disminuían a él. Lo alejaban, relativizaban su propio éxito (cada vez más lejos en el tiempo).

Pero la cosa cambió, cuando se descubrió que Muehlegg era un fraude, un deportista embustero, de esos que se dopan. Entonces dijo que "ahora más que nunca estaba con Muehlegg". Paquito Fernández Ochoa estaba de nuevo a salvo, sus logros ya sin parangón, sin comparación posible, ya sin nada que temer. Y todos sentimos una cierta solidaridad con aquel hombrón al que la baba se le congelaba caminando por las nieves. También la sintió Paquito, aunque aquel ya no era Juanito ni lo iba a volver a ser. Era otra vez Johann y no tenía ya nada que ver con nosotros. Los que lo contrataron le volvieron la espalda. Tenía ya un nombre cosido en cada paso, tramposo, y esa es una sombra de la que no se escapa fácilmente.

jueves, 9 de noviembre de 2006

Casi nunca...

... mentir merece la pena.

miércoles, 8 de noviembre de 2006

No sé sumar

Esta mañana estuve cavilando la cosa de abrirme una libreta de ahorro vivienda. Más que nada porque con la edad que tengo, y suponiendo, que no es mucho suponer, con cuatro años más, uno ha de plantearse al menos como mera hipótesis aquello de adquirir un espacio donde pueda decir, bajito, para que nadie le oiga, para uno mismo, esto, con la vista de rincón a rincón, es mío.

En esas le admito a una compañera, con mi gracejo habitual,

- Entonces tendré 25- lógicamente ella se echa a reír. Y también el cliente que tenía yo enfrente, que por lo que se ve no perdía detalle de la conversación, ya que ni corto ni perezoso tercia ufano - ... y yo 18.

Y si algo era obvio, para todos, tanto como que ya no soy ningún mocito, es qué él dejó los 18, muy, muy atrás :).



Así que no aparento 21 por ningún lado. Luego le he preguntado a mi dire si los aparentaba, y me ha respondido que en cada pierna.

En fin, la cosa es que debo aparentar ser algo mayor, en el mejor de los casos unos meses, en el peor hasta un año :P

Para mí es que me he olvidado de contar, está el mundo invadido por calculadoras y ordenadores. Por eso, por falta de entrenamiento no me salen las cuentas. No soy capaz de hacerlas hasta la edad que tengo. Claro que he tirado muchos días, ¡pero es tan difícil hacer de todos algo bueno!

No sé contar los años que tengo, quizá porque incluso sin las máquinas no me alcanzarían los dedos de pies y manos. Por eso casi mejor me quedo en los 21. Y así en 4 años, cumplidos los 25, me voy comprando una casa.

martes, 7 de noviembre de 2006

¿Y yo?

Ayer llevaba escrito más o menos un folio. Hacía tiempo que no escribía así que fue toda una novedad. ¡Qué bien me hizo sentir! Me llevó cerca de una hora y creo que la cosa me iba quedando más o menos bien. Pero ocurrió lo inesperado, la pantalla parpadeó y el mensaje nuevo que utilizaba de folio en blanco desapareció. Se llevó todo lo escrito. Aquella, mi última hora escrita, se perdió para siempre.

La verdad es que si alguien es capaz de imaginar a un energúmeno sacando a puntapiés la torre de un ordenador de su casa, lanzarlo escaleras abajo a patadas, entonces dará con lo que estuve a punto de hacer. Ese tipo, corajudo y justiciero, pude ser yo. Es lo que me pedía el cuerpo. Entonces me di cuenta de que tengo que comprar un portátil que sustituya el trasto de aquí, a mi derecha, (que bueno que no sabe leer). Hoy me ha dado la bienvenida con un pitido largo en vez de encender el monitor. Si el cielo se gana con paciencia yo debo tener sitio reservado hace tiempo, y sigo haciendo méritos cada día.

Ayer pude retomar el hilo de lo escrito, volverlo a contar confiado en que al reescribir la cosa será aún mejor, pero fue un día largo y ya no me quedaban fuerzas más que para odiar este aparato puñetero, maldecir la ley de Murphy y esperar que el torto relleno de chorizo de la comida no me afectara ningún ojo por la noche (sonará raro, pero ya me ocurrió otras veces).

Mañana cuento algunas certezas y algunas sospechas. ¿Conté ya que toda nuestra vida se basa en la sospecha de lo que va a ocurrir? ¿Qué no tenemos casi certezas?

Es por eso que creo que soy inmortal. Lo que ocurra a los demás no tiene porque ocurrirme a mí. Los agoreros dirán que tendré que pasar por los mismos aros, que mi destino es el de todos, pero no podrán darme una razón irrefutable. Solamente hablar de la historia, de otros que no soy yo.

Cuando me empeñe en darles la razón, que sospecho que ocurrirá, la cosa ya importará más bien poco. Nadie podrá decirme aquello de: ¡ves como teníamos razón!

Haría oídos sordos.

viernes, 3 de noviembre de 2006

Aún

no olvides la suerte que has tenido.

miércoles, 1 de noviembre de 2006

Todos los santos

Cruzando el tiempo y el espacio.