martes, 11 de septiembre de 2012

Open USA

Vengo del aire. 

No me compares - Alejandro Sanz




Ahora que era casi como Michael Phelps resulta que me va más ser Andy Murray. Por ganar el Open USA nada más, en Nueva York, nada menos. Creo que estoy enamorado de esa ciudad. Me gustaría tener otras vidas para pasar una entera allí.

Recuerdo pasearla con Sestea, salir del metro, emerger a la luz solar para verlo todo como si saliera a una película. Con aquel taxi amarillo allí mismo, parado en un semáforo. Me acuerdo de la parada que hicimos en una pizzería para coger pizzas americanas, de esas gruesas y bizcocheras. Después, con los pedazos humeando en su cartón corrimos hacia el Madison Square Garden, al jardín, no al pabellón de los Knicks. Iban a echar el partido de Nadal por la pantalla gigante. Había un par de puestos que daban gratis cojines para apoyarse y la gente se echaba tumbada allí mismo, de cualquier modo, como una gran bacanal frente a la pantalla. No fue la final precisamente, aquel día hizo un día de perros y no pudimos ir, fueron solamente los cruces previos, los que habrían de llevar a Nadal a ganar el Open en 2010.

Tengo que reconocer que aquellos, junto a los de los éxitos de la Roja al son de Shakira, han supuesto probablemente los únicos momentos en que me he sentido orgulloso de mi origen, estupidez mayúscula sin duda, pues uno ha de congratularse por las cosas que conlleven algún mérito, no por aquellas que son fruto de azar nada más, sin embargo que placer íntimo me daba poder animar a Rafa en perfecto castellano. Que aquellos extraños pudieran llegar a sospechar que él y yo teníamos un nexo en común, que acaso llegábamos desde el mismo sitio. Podía sentir que aquella gente tenía algo que yo quería, la ciudad de Nueva York todos los días, pero de algún modo Rafa Nadal era de los míos, y ellos lo admiraban sin reservas. Su éxito, que fue notabílisimo, parecía alcanzarme. Como si la vida fuera algo sencillo y respondiera a simples premisas. Si éste es tan bueno viniendo de allí, éste otro ha de ser bueno también.

Por suerte no me dieron una raqueta para demostrarlo. Y quedó en el aire mi bondad sin necesidad de pasar examen. Su espontánea alegría de neoyorkinos, afortunados por serlo, que premiaban con su júbilo el carácter de Rafa era sin embargo menos legítima que mi alegría de forastero que llega para supervisar la conquista del cetro. La toma de la ciudad.

Lástima que cuando Rafa lo fue a celebrar a Times Square andábamos tan ensimismados que no nos enteramos. Yo le habría saludado.

Él estaba en Times Square posando para las fotos y nosotros comíamos perritos en Nathan´s.

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