sábado, 28 de noviembre de 2020

Los más avispados ya lo habrán intuido, al final tuve que intervenir. Como vasco de nacimiento tengo mando en plaza y unos mensajes míos a la cúpula del BBVA dieron al traste con la operación. Nada más dije lo que es:

- Mira de no fiarte que está gente no paga sus facturas. Que tengo el agua sin pagar todavía y ya van dos meses con la casa a nuestro nombre...

Y los del BBVA dijeron lo que tenían que decir, que si cómo puede ser, que si estos catalanes mira cómo son... Total que fui inoculando una cierta desconfianza y mucha inquina. Con razón el BBVA pensaba que verse asociado, fusionado, con alguien que no paga lo que debe, que es un Goliat sordo ante la justicia para David, que soy yo, podría levantar en armas a sus propios clientes, después de todo si cundiera el ejemplo y nadie pagara lo que debe Qué mundo tendríamos? Desde luego no el que quiere el BBVA, que prefiere que sus clientes sigan pagando la cuota de la hipoteca puntualmente. Además me dijeron, por si fuera poco, que eso que me estaban haciendo era muy feo. Muy de abusón, y ya se sabe que todos los abusones encuentran a alguien todavía mayor, más grande e imponente, que les da un escarmiento.

Así me dijeron textualmente, nosotros seremos ese otro abusón. El que da el escarmiento.

Con lo que lo que al principio era una reunión de amigos buscando el beneficio común se tornó de repente en un bazar turco dónde nadie se fía de nadie y todos quieren dar gato por liebre. La hora en la que dos bandas se intercambian el dinero por la mercancía mientras les parece escuchar a los lejos el ulular de las sirenas de la policía.

Ellos estaban reunidos pero ya no podían pensar en otra cosa que no fuera mi agua,  y de repente  ese Ololiu no tenía la cara de alguien de fiar. A saber de qué modo los estaba engañando.

Creo que al acabar, antes de dar el portazo le dijeron en todo el careto: #noseasmoroso #pagatusfacturas

Y #compartesilees


Sin acuerdo BBVA-Sabadell: ¿y ahora qué?

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