miércoles, 26 de octubre de 2005

Por boca de otro

Que yo no tengo autoridad para hablar de casi ninguna cosa es algo que no necesito que me aclare nadie. No la tengo porque me falta lo más importante, el conocimiento. Por norma general a los que son como yo (esa gran mayoría) se nos suele calar enseguida, simplemente metemos la pata, cometemos errores de bulto y quedamos en evidencia. Por eso si yo cuento que aquella guerra de ocupación fue ilegal (como así mantuve en alguno de mis arranques irreflexivos en este espacio) puedo pasar nada más por cautivo de ciertas convicciones.

Por esa razón me alegró hace unos días, leer a alguien que yo y cualquiera podría considerar un experto, y comprobar que coincidía en síntesis conmigo. La diferencia muy gráfica entre ambos, es que donde él puede agitar los brazos con cien documentos en cada mano yo agito las manos solas, o a lo más con unos abanicos para que me baje la calentura de exhaltarme tanto. El pone saber donde yo solamente vehemencia (y apenas algo leído aquí o allá).

Por eso, cuando apurada la noticia en El Mundo, con gran deleite por otro lado, descubrí su dirección de correo electrónico, no pude menos que felicitarle (detalle de cierta valentía, sin duda, cómo agradecería yo que muchos otros dieran tantas facilidades de acceso). Y ya entonces pensé cuánto me gustaría traer ese artículo a este, mi espacio. Para que quede para mis futuros regresos. Para que sepa encontrarlo si alguien duda, con toda razón, de las razones que me amparan.

En aquella primera comunicación no me atreví a pedírselo, pero la amabilidad de su respuesta me lanzó. Su respuesta concediéndome permiso y el artículo en cuestión los recibí a lo largo del día, en un único mensaje.

El autor del artículo es Augusto Zamora, profesor de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid. Guardaremos una copia aquí mismo...


SADAM HUSSEIN: JUICIO POLÍTICO, NO JURÍDICO

El inicio del juicio contra el ex dictador y ex presidente de Iraq, Sadam Husein, está siendo calificado de histórico por quienes creen que debe ponerse fin a la impunidad y que los dictadores tienen que comparecer ante los tribunales. Nada que objetar al planteamiento, pues no hay excusas para la violación de derechos humanos; pero no es menos cierto que la aplicación de la justicia exige el respeto pleno de las leyes y procedimientos nacionales e internacionales, sin lo cual la justicia puede verse reducida a pantomima y burla.

El juicio contra el ex dictador está afectado, desde una perspectiva jurídica internacional, de graves vicios que privan de legitimidad al tribunal designado para enjuiciarlo. El mayor, aunque no único, es la forma en que Sadam fue derrocado y capturado. Tal se logró perpetrando el mayor de los crímenes contra la paz y la seguridad de la humanidad como es una guerra de agresión, que viola las normas más sagradas del orden jurídico mundial. Para entender mejor la trascendencia de este crimen cabe recordar que el Estatuto del Tribunal Penal Internacional (TPI) reafirma, en su Preámbulo, la obligación de los Estados de abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier otro. El artículo 5 del Estatuto incluye, además, el crimen de agresión dentro de la competencia del TPI. No se admite, pues, que la captura de acusados de crímenes perseguibles internacionalmente se haga perpetrando crímenes mayores. Admitir tal posibilidad sería aceptar que, para capturar a un criminal, puedan ser masacrados pueblos enteros. Tal aberración abriría la puerta a la comisión de crímenes más horrendos, como ocurre en Iraq desde el inicio de la agresión.

Otra cuestión es la referida a la legitimidad e idoneidad del tribunal. El artículo 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos dispone que “toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un tribunal competente, independiente e imparcial”. Iraq es un país ocupado por 200.000 soldados y mercenarios extranjeros y el tribunal ha sido nombrado por las fuerzas de ocupación. Iraq, hoy, carece de instituciones independientes, de Constitución y de un ordenamiento legal que sea reconocido como tal. No hay, por tanto, un sistema jurídico fiable que pueda dar garantías de juicio imparcial. El tribunal es casi secreto y, salvo para EEUU y sus aliados, nadie puede creer que sea independiente. Es un remedo de tribunal o un tribunal político, creado para legalizar la venganza de los enemigos internos y externos del régimen baasista.

La acusación presentada versa sobre la represión a la oposición política. Las represiones internas, sobre todo en caso de sublevaciones o de movimientos separatistas, tienen una interminable lista, contándose por decenas los países, regímenes y tiranos que han ensangrentado sus países. En Guatemala, por cuarenta años, los indígenas sufrieron una represión brutal que dejó 200.000 muertos. Leyes de amnistía cerraron el capítulo sin juicio contra nadie. Otro tanto ocurrió en Argentina, Uruguay o Chile. En la última década, África ha sido escenario de las guerras más sanguinarias de las últimas décadas, con millones de víctimas. Nadie ha sido perseguido ni enjuiciado. Con excepción del genocidio en Ruanda y de la ex Yugoslavia, para lo que se crearon tribunales internacionales ad hoc, el resto de los crímenes no cuenta, preocupa ni perturba a nadie. De ahí que el juicio contra Sadam sepa a revancha. Se trata de una aplicación selectiva de la justicia, donde lo que se juzga no son los crímenes en sí –que los hubo y deben juzgarse- sino el desafío de Sadam a EEUU.

Interesante será ver la lista de cargos contra Sadam. Si se le acusa del empleo de gases tóxicos o similares, prohibidos desde 1925, habrá que recordar que EEUU lanzó sobre Vietnam 80.000 toneladas de químicos, entre ellos el agente naranja, que provocó entonces centenares de miles de víctimas y las sigue causando hoy en la población vietnamita. Nadie pide perseguir y enjuiciar a los gobernantes estadounidenses culpables de la barbarie. Los adversarios de Sadam le acusan también de la muerte de 15.000 personas. Desde el inicio de la guerra han muerto en Iraq más de 100.000 seres humanos y decenas de poblados han sido bombardeados o destruidos. ¿Quién juzgará esos crímenes?

Sadam ha sido llevado ante un tribunal espurio para satisfacer una política imperial, no para mejorar el Derecho y la Justicia. Si de perseguir criminales se tratara, no es Sadam el peor de todos. Hay otros, poderosos y blancos, que matan en nombre de Dios y los gobiernos occidentales callan o dicen amén. EEUU, impulsor del juicio, daría mejor ejemplo ratificando el Estatuto del TPI y aceptando un tribunal internacional para Sadam. Otro tribunal habrá que pedir para los responsables de la guerra de agresión contra Iraq.

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