lunes, 30 de enero de 2006

Carta a Amparo:

"La tristeza es buena acompañante para una sola tarde".

Anado




Me escribes Amparo y te lo agradezco mucho. Yo siempre preferí con los ojos cerrados a los perdedores. Y no me disgusta en absoluto la palabra. Siempre me gustaron más porque siempre llega el caso en que se vuelven sorprendentes, habituados a perder, a que las cosas salgan mal o regular hasta que de pronto se les cae el disfraz de perdedor haciendo aunque aunque solo sea una sola cosa bien, sin peros, sin taras, la ilusión de algo perfecto, como nacidos para eso, por mucho que a otros les vaya a pasar inadvertido.

Yo que ya me reconocí el más pesimista de los optimistas los prefiero sin dudar quizá porque me parezco mucho a ellos, y me pasa cuando parezco un fantoche siempre a punto de desparramar algo, tirar algo por los suelos o equivocar hasta los remiendos para otro error. Sin ir más lejos ayer mismo a punto estuve de derramar la jarra de la cafetera en una sartén al engancharse el asa en el borde mientras cocinaba. Me estuve riendo un rato pensando en lo bien que habrían hecho de grabar la escena para darla lentamente en algún programa de medianoche. Habrían faltado calificativos a mis torpes maniobras. Habría dado para muchas horas de televisión, nuevas tertulias y nuevos contertulios opinando.


Por eso yo creo que el hombre es perdedor por naturaleza, porque pierde en todo aquello que pretendió que saliera bien para darse de bruces. Y lo mejor o peor de todo, es que el hombre es perdedor porque tiene la vida para perderla y no puede escapar a ese destino.

Hablas de las personas que quedaron en el camino y de las que habríamos conservado para siempre y no puedes tener más razón. Es de nuevo el reverso amargo de esa perdida de la que habla Joaquín Sabina, el mismo que retrata en aquella vieja derrotada en el sillón, marchita viendo Falcon Crest mientras se pregunta ¿Quién me ha robado el mes de Abril? ¿Cómo pudo sucederme a mí? Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

El problema es que a veces se extravían las llaves y no hay quien compruebe siquiera lo que se ha perdido.


La casa es fabulosa, ni mucho menos parece en ruinas. Te contaré que le tengo echado el ojo a un terrenito en Cabrales (de donde es este queso tan fuerte y rico). Allí se levanta una casa que sí está de veras en ruinas. En la foto ni siquiera le encontré un ventanuco. Yo creo que era un corral o algo parecido. Ya me dirás tú como ha de estar si la venden con un terreno circundante de unos 3750 m2 por 3 millones de los de antes. Ya no te dan por esa cantidad ni los buenos días (yo sí). Probablemente se quede la cosa en agua de borrajas, pues me temo que no me vaya a esperar indefinidamente (no resistirá otro tornado). Pero hubiera sido bonito comprarla y salir de aquella ruina mirando alrededor para decir, "todo esto es mío" (aunque todo eso valga tan poco). Quien sabe, ahorrando algo más te puedes comprar una casita de madera, con su calefacción y sin goteras para ponerla cerquita de esos muros carcomidos, y pensar que llegado el caso podrías levantar otra un poco más allá, casi como si fuera un complejo hotelero, cerca de todos aquellos matorrales y malas hierbas.

Me alegro mucho de que roces el sueño. Cuenta conmigo para esa paella (me pido echar el arroz).

Un abrazo.

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