lunes, 29 de enero de 2007

Voces

Llamo el otro día a un móvil Orange y me salta una voz femenina, lo que es cojonudo, así para empezar. Es verdad de la buena que uno quisiera oír una voz femenina cada vez que marque un número de teléfono. Los hombres tendríamos que tener el teléfono solamente para marcar los númeritos en el teclado. Algunos lo hacemos. A lo que me refiero es que tendríamos que dejar que fueran ellas las que contestaran siempre. En verdad los hombres preferimos que nos contesten ellas. Pero resulta que la voz es una voz de lata, no que de la lata, es una voz enlatada, una voz de robot femenina. La misma voz para todas las llamadas. Una voz que advierte que el teléfono marcado se halla apagado o fuera de cobertura. Es un contestador gratuito y con la voz femenina pero de lata. Que sea gratuito no es cosa de poca importancia, muchos usuarios de telefonía se ponen el dichoso contestador activo y creen que así son más fashion, con ellos las compañías se frotan las manos. Porque hizo gasto el que llamaba y porque el dueño del contestador tendrá que devolverla.

Aquella voz decía además que si quiero recibir un mensaje cuando el móvil esté activo debo marcar "uno". Es decir, dejas un espía escondido en la línea para que te sople cuando el teléfono vuelve a dar cobertura. Yo por supuesto no puse un espía a nadie, pero me quedé con el final del mensajete de aquella voz, tan turbadora. Decía que el coste del mensaje es de 15 céntimos y, para que no haya equívocos, aclara que esto es un coste por minuto.

Y he aquí que le encontré el fallo al operador. Tan acostumbrados a exponer sus tarifas "por minuto" que se les coló en el texto a recitar por la robot cuando no tocaba. ¿O es que para enviar un mensaje de texto se llevan más de un minuto? Igual es que los mensajes de móvil de Orange son como un trailer saliendo de un garaje. Van despacio, despacio, pa facturar.


Pero lo mejor ocurrió, creo que anteayer. Me llama un número de aquí, asturiano por el prefijo. Descuelgo el teléfono fijo y oigo una voz, robótica perdida.

Venía a decir que si me interesa Internet tienen el producto que andaba esperando, o algo de ese tenor. Además no satisfechos por darme un producto tan bueno me ofrecían, parece que regalado, un ordenador. Ni más ni menos.

La oferta era tentadora, que a nadie le quepa duda. Y estuve tan cerca... solamente tenía que pulsar el "uno" que es el número mágico para aceptar lo que sea (que suele ser algo bueno). Quizá un día en las bodas se pregunte:

¿Quieres casarte con Fulanita? - responde "uno" si estás de acuerdo-aclara el sacerdote.
Y tú: uno.
¿en la pobreza?
y tú, callao. Porque en la pobreza uno se casa solamente si el amor es tan fuerte que pobreza o riqueza dan lo mismo.
¿en la riqueza?
Uno.

Estuve cerca de aceptar. Pero era una voz de varón. Y eso era un chasco imperdonable. Será porque ellas nos gustan más.

La cosa es que sin comerlo ni beberlo le encontré un fallo a un gran operador y uno, subjetivo y cierto a otra empresa que no se sabe muy bien si no estará cometiendo algún tipo de fraude en su marketing timofónico. No lo pude saber porque la voz quedó atrapada en que pulsara el uno, si es que necesitaba el servicio. No llegué a saber quién se escondía tras esa voz. Pero sus cantos de sireno me sedujeron más bien poco. Puesto a poner un robot a tus órdenes debieras saber escogerle el género, o al menos cribar las llamadas. Que a malas te encuentras con alguien tan caprichoso como yo.

Tengo una vista excepcional para encontrar el defecto menor y sin embargo en estos días he perdido el cordón del pantalón del pijama. Debe estar por aquí, en algún lado. No pudo ir muy lejos.

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