sábado, 12 de julio de 2008

Relativismo

Para no hundirme en la inmensa prolongación del engaño.

Vulnerable - Juanes



Leo acerca del chaval que mató a un bebé de 11 meses a puñetazos porque le jodió una partida de Mortal Kombat. Su defensa, que la tiene, dice que el muchacho estaba trastornado por pasar días enteros jugando al juego. Y los policías y miembros del servicio médico que atendieron al bebé dicen que en la sala de espera del hospital el chaval estaba como ausente, como si todo aquello no fuera con él. Probablemente este hecho ya ha sido utilizado por su abogado como coartada de no estar en sus cabales ¿puede estarlo alguien que mató a un bebé porque le estropeó la partida a un juego?

Sin embargo, si se hubiera dado de otro modo, y el muchacho hubiera pasado las horas que sucedieron a la agresión hecho un mar de lágrimas, llorando por las esquinas, entonces los abogados y los especialistas habrían dicho que era entonces cuando reparaba en la barbaridad cometida, clara muestra de que al llevarla a término no era él, era otro transtornado por el juego.

Es decir, todas las conductas salvan. Todas pueden observarse desde distintos puntos de vista para exonerar de culpa. Es una muestra más del relativismo imperante.

Leo que un médico residente en psiquiatría de Navarra mató a una compañera de prácticas y luego llamó a un amigo diciendo que había hecho algo muy malo. Pues sí, el médico psiquiatra que estudia conductas también mata. Como todos los que matan.

Navego por Internet buscando ofertas de telefonía móvil. Vuelvo a ser libre de comprometer mi futuro con el operador que me plazca. Y lo he sabido porque en los últimos días me ha llamado Movistar un par de veces. Con más entusiasmo cuando mi gasto mensual era una incógnita, intuyo. Pero al fin, se trata de ganar un cliente más y restarle uno a la competencia, así que me ofrecen un móvil gratis y les doy largas.

En Orange tienen sensores que filtran las llamadas de sus clientes de un modo similar a las escuchas telefónicas que ponen los jueces a los sospechosos. Por eso, el mismo día que recibí la primera de las llamadas me enviaron un "SMS" invitándome a llamar a un número, que podría ser el 8620 porque dicen tener algo bueno para mí. Espero que sea guapa y lista.

Pero no llamo, sobretodo porque borré el mensaje al instante y luego no super recordar bien el número, no porque no esté necesitado de regalos cariñosos y promociones sugerentes por parte de mi compañía telefónica.

Unos días más tarde vuelve a llamarme Telefónica y al rato recibo una llamada de Orange por medio de alguien de carne y hueso, que es novedad en estos tiempos en que casi todas las conversaciones con organismos cualesquiera se desarrollan frente a una grabación que te tiene pulsando botones y diciendo palabras sueltas como Radomir Antic pese a tantos años en España.

Me ofrecen un 30% de descuento durante un año en mi factura mensual a la par que me dan 5 móviles a elegir, algunos mediante pago, obviamente. Ya dije que mi gasto mensual no es ningún drama para mi economía doméstica ni paga sueldos en la gran compañía. Les digo que investigo los modelos y les doy respuesta en unos días.

La sensación de libertad no tiene igual. Es valiosa hasta en estas cosas pequeñas. Hace ahora año y medio era yo el que buscaba a Orange para renovar el móvil, amenazaba con irme sin intención de irme, jugaba al juego de las verdades y de las mentiras, dándome valor:

- Soy cliente de Orange móvil y del fijo. Ambas cosas. Y desde hace muchos años. Que aún se llamaba Amena y hacía unos anuncios horrorosos.

En realidad llegué a hacer la portabilidad que era una forma de enseñar que voy en serio, pero en verdad estaba loco porque mi amor por Orange fuera correspondido. Con un terminal que tuviera 3G, por favor. Que en las videollamadas siempre resulto perfectamente encuadrado. Y cuando le vieron las orejas al lobo me llenaron de atenciones, y me dieron justo lo que pedía. Pues yo como cliente con todo el futuro por delante podía devenir en una joya de las que buscan las compañías entre un mundo de clientes.

Y sospecho que aún ahora creen en mí. En que mi futuro pueda estar plagado de llamadas largas en las que poder clavar sus arbitrarias tarifas de tanto el minuto sin que uno sepa en realidad que es lo que está pagando. Es pura convención, porque imagino que el oro o las joyas son caras porque no abundan en la naturaleza, pero y los minutos de teléfono en redes ya establecidas ¿a cuánto se pagan? Preguntales a ellos. Tiene listados complejos para todas las necesidades.

Ahora no tengo prisa. Probablemente abandone el barco de Orange por irme a Vodafone. Que dan un teléfono que me gusta. De los de tapita, como el que tengo, para cerrar las llamadas con un movimiento de mano profesional. Cerrada la tapa se acabó la conversación. Y tienen alguna tarifa realmente interesante.

Será mi venganza fría por haber vuelto a los anuncios espantosos de entonces. Orange es Amena en cuerpo y alma. La careta ha caído. Les ha durado año y medio de anuncios en fondo negro, que siempre fue más serio y elegante que el verde histérico.

Pero vuelven a ser ellos, asomando por todos los poros. Con la misma empresa de publicidad que hacía caer a enanos en furgonetas o trasladar a payasos de chaquetas cantosas a la casa de paisanos para hacerlos pasar por tontos.

Porque esa playa inmensa de gente adulta cantando lo de los elefantes que se balanceaban es una afrenta a la inteligencia de la gente corriente.

Y esto es objetivo.

Tal cual.

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