lunes, 22 de marzo de 2010

Miguel

Poco o nada cuesta ser uno más.

El sitio de mi recreo - Antonio Vega



He estado de vacaciones sin ordenador, con lo que he tenido que vencer las ganas de contar algunas noticias trágicas, la muerte de Miguel Delibes y otras de partirse la caja riendo como lo de los bomberos tomados por terroristas en el supermercado.

De la primera cosa solamente puedo contar que me afectó porque le he leído algunos libros, y si bien no recuerdo apenas sé cierto que era una buena persona, oriundo de la tierra de mi padre. Un hombre bueno que se ha ido y yo lo hubiera propuesto para cualquier menester, presidente de gobierno, con fe ciega, pues tiene la virtud que lo hace bueno de principio, ningún interés en el cargo. ¡Si renunció a dirigir un diario en Madrid por no abandonar Pucela! Contaba el buen hombre que una vez fallecida su esposa dejar Valladolid sería como quedar viudo además de las pequeñas cosas que le gustaban. Sería ser un viudo de todo lo que uno quiere.

Con todas sus miras puestas en la literatura, era un virtuoso global, un ejemplo a destacar en medio de la apabullante mediocridad de todos nosotros.

De la segunda noticia, que traigo tras no leer más que los titulares solamente puedo decir que la torpeza que nos envuelve en todas direcciones es mayúscula. Que vamos sin ton ni son hacia el caos total. Se echarán la culpa unos a otros, la gendarmería francesa a los guardias civiles de aquí, los políticos al lomo equino del vecino contrapuesto del otro partido.

Me queda una certidumbre nada más, Miguel Delibes no se habría equivocado.


¿Y qué decir del desprestigio de nuestra justicia? De los excelentísimo tribunales Supremo y Constitucional. Alguna noticia he leído de los togados del Supremo que era de pedir hora en psiquiátrico. Mala suerte que no la puedo recordar ahora...

Tienen la sensatez hecha jirones, pero en el fondo me da igual. Lo que siento de veras es este mundo que nos queda echando de menos a Delibes.

¿Y qué tenía Delibes para hacerlo tan especial? Notorio en Delibes, aparte de un talento sin igual, es que él mismo había desterrado a escritor por considerar que tras aquella operación que le salvó la vida ya no estaba en condiciones de escribir, se creía incapaz de concentrarse para escribir algo con un mínimo de profesionalidad, y al llegar a esa conclusión nos estaba dando una lección a todos. Mantenía que en su caso murió el escritor antes que la persona. Y es precisamente esa ambición de lograr una determinada calidad la que nos muestra la madera de la que estaba hecho. Fundamentalmente a los que damos por bueno el primer resultado de lo que sea sin exigirnos más.

Por eso y tantas cosas era mejor.


Ahora no está, nos está faltando, pero tenemos a Zapatero.

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