jueves, 31 de mayo de 2012

El sentido arácnido

Donde nos llevó la imaginación.

El sitio de mi recreo - Antonio Vega.



Como si fuera Spiderman algo me lo advirtió. El sentido arácnido que a él le alertaba sobre un peligro a mí me estaba dando la voz de alarma. No pagues tantísimo dinero, que luego te vas a acordar de él. Y en ese pensamiento no hay asomo de avaricia, puedes creerlo. Lo daría encantado si fuera para llenar el país de hospitales donde curar la lepra. El problema radica en devolver a Hacienda una porción capital de los ahorros cuando todos los días alguien, toda la prensa, la televisión y la radio te inflaman contando los desmanes de nuestra clase política, judicial y tantos otros carnívoros, que viven nada más para tener más y más. Para reírse de ti, sin obligación alguna ya de disimulo. No hay necesidad de aparentar siquiera. Eso se acabó. Además se junta que uno tiene esa sensación previa al cataclismo, al primer temblor de la tierra, al accidente de autocar lanzado por un terraplén montaña abajo, como el alumno que fija su atención en el experimento de ciencias y que de resultas va a desintegrar lo que tienes ante los ojos. Creo que este país se está yendo al garete y ha cogido la via rápida. ¿Cómo pudo darse tal cosa? ¿Y por qué tan rápidamente? Pues porque fuimos nosotros los que pusimos, quizá enfermos de creer en esta democracia, ansiosos de creer por fin en algo, a toda esta cohorte de chupópteros y vividores sin talento alguno. Porque en realidad, olvida su signo, todos son iguales, enseñados para perpetuarse a través de los años, pues con caras distintas son la misma cosa. Solamente miran por ocupar los sillones que ocupan, puede que unas veces al mando, puede que otras en la retaguardia. Pero son los mismos siempre. Y ocurre aquí y en todas partes. Suspiramos porque nos saquen de esta, les deseamos nuestros mejores deseos, les tuvimos fe pero es pedir un imposible, si son ellos mismos los que nos metieron. Los mismos que nos tocaron y hundieron.

El poder de Spiderman me lo advertía como una premonición, no pagues. Igual estamos en el estertor del Estado, en los últimos coletazos de una era. Guarda para el hambre, para lo que venga. Pero yo he pagado, puede explotar el mundo desde ya. Justos por pecadores, como fue siempre. Deseando que el daño no se cebe con nosotros, que las agencias de calificación dejen de hablarnos de nuestra desgracia. Que haya fin en este túnel que asfixia la economía. Que vuelvan las vacas gordas para que gasten a manos llenas sin pensar en el futuro. Que esa crisis nunca antes vislumbrada, la próxima, suceda dentro de cien años.

No soy de los que hace cuenta de una sensación pasajera. Las suelo dejar pasar. Soy más bien como Hulk, al que llamaban la Masa, que en momentos de ira destrozaba la camisa y lanzaba coches contra los edificios.

Creo que a eso si me apuntaré.


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