miércoles, 3 de noviembre de 2021

Yo no lo vi pero me lo han contado. Pablo salió corriendo el otro día de un campito de fútbol hacia la carretera al oír la voz de su madre que llegaba desde la acera de enfrente. El susto, me dicen, fue de órdago y Sestea quedó paralizada ante la inminencia de la llegada de un coche.

Durante los primeros años con Ona me asombraba que hubiera podido querer tengo a una perrita, nunca lo hubiera pensado, ni sabido, antes de tenerla. Fue un descubrimiento de amor y de gratitud por su tiempo conmigo.

Después llegó Pablo, y entonces descubrí lo que era, es el amor con mayúsculas o más sencillamente el amor de verdad. Alguna vez yo ya había oído que no se sabe lo que es amar hasta tener un hijo, y nunca le presté atención porque rara vez la presto a casi nada. Ahora, día a día, sé que es cierto. Me ha dado a descubrir en mi un ser con una infinita capacidad de amar. Aunque no sé si está bien que yo lo diga.

Por otro lado hay en este amor algo terrible y es que uno ya nunca podrá volver a ser quien era antes de conocerlo y sentirlo. Más aún, si a Pablo le hubiera pasado algo, le pasara cualquier cosa, no sé cuánto más estaríamos su madre y yo en el mundo.

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