martes, 31 de enero de 2006

Friegue pte.

Hace unos años le estuvieron dando vueltas a una nota manuscrita donde se leía algo así como "informar pte". La cosa tenía importancia porque eran los tiempos en que los GAL mataban haciendo su propia ley y cogía de los fondos reservados cualquiera con más aspiraciones que poseer un pisito de 30 m2.

Entonces aquella nota cobró una importancia capital pues para algunos aquel "pte" significaba "presidente" lo que suponía que Felipe, aquel encantador de serpientes que me tuvo encantado, conocía los intrincados trapos sucios de aquellos ministerios (que a la postre llevarían a la cárcel a más de uno y de dos). Para los defensores, más Felipistas de lo que yo había sido nunca, aquel "pte" era simplemente una abreviatura de "pendiente". Es decir, desde esta interpretación se daba cobertura al desconocimiento de Felipe, demasiado ocupado en otros menesteres como para estar a la última en tanto desatino, digo delito, digno de condena en el juzgado.

Yo siempre pensé que estaba muy al tanto de todo aquello, por eso aquella figura, ganadora sin duda en cada debate se me cayó con estrépito. Ya entonces yo mismo demostraba mayor espíritu crítico que por ejemplo la tal Soraya del PP, que afirmaba muy orgullosa hace bien poco que nunca podría estar en desacuerdo con decisión alguna del partido. Yo mismo, con barba, registrador de la propiedad, con un defecto en la dicción pero inteligente, convertido en Rajoy, le habría señalado con el dedillo la puñetera calle. Quien quiere alguien tan disciplinado y átono, tan débil, con tan poco peso. Para eso nos servirá bien grabar una voz en un contestador automático (como en todos los teléfonos de asistencia al consumidor de las más grandes empresas). Pero si hicieron fuerte a Acebes...

El caso es que yo llevo dos días con el friegue pendiente (quede claro), y va siendo hora que me ponga a ello (aunque solo sea porque no me quedan cubiertos limpios). Subo el volumen de músiquita y le doy al mando del agua caliente. Por cierto, no sé si conté ya que mi cafetera es eléctrica también. Como esas que salen en las pelis. Alguien de cara a la cafetera que es una jarra transparente a la que se vierte el café desde un filtro, pregunta a otro que tiene a la espalda ¿quieres una taza de café? El otro responde que sí. Sabe que esa cafetera es como la mía. "Buen café, buen café" musita tomándolo sorbo a sorbo. Yo hago café un día y me sirve para la taza de desayuno los días siguientes.


Me pongo un zumo naranja(no procede de concentrado, 3X2 en Alimerka) y lavo los platos.

Amparo, ya filosofaremos algo delante del Lambrusco como dices, aunque pudiendo hablar del vino quien quiere otra cosa (aunque por lo que más quieras... ¡impidamos que Benja monopolice la botella!).

Abrazos.

lunes, 30 de enero de 2006

Carta a Amparo:

"La tristeza es buena acompañante para una sola tarde".

Anado




Me escribes Amparo y te lo agradezco mucho. Yo siempre preferí con los ojos cerrados a los perdedores. Y no me disgusta en absoluto la palabra. Siempre me gustaron más porque siempre llega el caso en que se vuelven sorprendentes, habituados a perder, a que las cosas salgan mal o regular hasta que de pronto se les cae el disfraz de perdedor haciendo aunque aunque solo sea una sola cosa bien, sin peros, sin taras, la ilusión de algo perfecto, como nacidos para eso, por mucho que a otros les vaya a pasar inadvertido.

Yo que ya me reconocí el más pesimista de los optimistas los prefiero sin dudar quizá porque me parezco mucho a ellos, y me pasa cuando parezco un fantoche siempre a punto de desparramar algo, tirar algo por los suelos o equivocar hasta los remiendos para otro error. Sin ir más lejos ayer mismo a punto estuve de derramar la jarra de la cafetera en una sartén al engancharse el asa en el borde mientras cocinaba. Me estuve riendo un rato pensando en lo bien que habrían hecho de grabar la escena para darla lentamente en algún programa de medianoche. Habrían faltado calificativos a mis torpes maniobras. Habría dado para muchas horas de televisión, nuevas tertulias y nuevos contertulios opinando.


Por eso yo creo que el hombre es perdedor por naturaleza, porque pierde en todo aquello que pretendió que saliera bien para darse de bruces. Y lo mejor o peor de todo, es que el hombre es perdedor porque tiene la vida para perderla y no puede escapar a ese destino.

Hablas de las personas que quedaron en el camino y de las que habríamos conservado para siempre y no puedes tener más razón. Es de nuevo el reverso amargo de esa perdida de la que habla Joaquín Sabina, el mismo que retrata en aquella vieja derrotada en el sillón, marchita viendo Falcon Crest mientras se pregunta ¿Quién me ha robado el mes de Abril? ¿Cómo pudo sucederme a mí? Lo guardaba en el cajón donde guardo el corazón.

El problema es que a veces se extravían las llaves y no hay quien compruebe siquiera lo que se ha perdido.


La casa es fabulosa, ni mucho menos parece en ruinas. Te contaré que le tengo echado el ojo a un terrenito en Cabrales (de donde es este queso tan fuerte y rico). Allí se levanta una casa que sí está de veras en ruinas. En la foto ni siquiera le encontré un ventanuco. Yo creo que era un corral o algo parecido. Ya me dirás tú como ha de estar si la venden con un terreno circundante de unos 3750 m2 por 3 millones de los de antes. Ya no te dan por esa cantidad ni los buenos días (yo sí). Probablemente se quede la cosa en agua de borrajas, pues me temo que no me vaya a esperar indefinidamente (no resistirá otro tornado). Pero hubiera sido bonito comprarla y salir de aquella ruina mirando alrededor para decir, "todo esto es mío" (aunque todo eso valga tan poco). Quien sabe, ahorrando algo más te puedes comprar una casita de madera, con su calefacción y sin goteras para ponerla cerquita de esos muros carcomidos, y pensar que llegado el caso podrías levantar otra un poco más allá, casi como si fuera un complejo hotelero, cerca de todos aquellos matorrales y malas hierbas.

Me alegro mucho de que roces el sueño. Cuenta conmigo para esa paella (me pido echar el arroz).

Un abrazo.

domingo, 29 de enero de 2006

Farrucar

Conviene enriquecer nuestro diccionario con palabras nuevas y necesarias. Yo no soy partidario de llenarlo de nuevos términos, si al final creo que no usamos más de 1000 o 1500. Pero cuando surge la necesidad porque ninguna de las existentes retrata la idea exacta, entonces sí debemos crear nuevas para poder expresarnos con más precisión.

Si estuviera en mi mano, que no lo está ni lo está en la de nadie lamentablemente, me entrevistaría con Lázaro Carreter al que podría abordar con su libro "El dardo en la palabra" (lo empecé en el Pleistoceno) para que me lo firmara. Allí mismo y sacando el tema casualmente discutiría con él la conveniencia de añadir por ejemplo el verbo "farrucar".


Leí la semana pasada el caso atroz de un celador al que tirotearon dos gitanos porque atropelló a la hija de uno de ellos cuando cruzaba.

Si uno va al detalle descubrirá que la palabra atropello le va grande a lo ocurrido, pues la niña apenas fue empujada por el coche que se detuvo al instante. De hecho el conductor intentó salir del vehículo para auxiliar a la víctima, pero no le dio tiempo.

Muy probablemente los pistoleros habían leído el caso de Farruquito y la justicia de los payos, sin duda les parecía insuficiente. Al ver caer a la niña se dijeron "Me han afarrucao a la niña" que significa que la han atropellado primero y que luego el juez impondrá al conductor una pena de risa. Esa es la verdad, si al atropello le siguiera una pena de cárcel de meter miedo nadie se habría tomado la justicia (¿dije justicia?) por su mano. Se habrían santiguado pensando en el pobre diablo que causó el atropello.

Pero ya nadie se fía de la justicia. Mejor si se pueden resolver las cosas así de pronto, en un arrebato, sin esperar a la decepción de una pena que remueve al muerto en su tumba (pobre Benjamín Olalla). Aunque en este caso no haya muerto, bueno sí, el conductor. Le vaciaron dos cargadores antes de que pudiera abrir la puerta del vehículo. Luego los tres, pistoleros y un acompañante para confundir se dieron a la fuga. Forajidos como los del antiguo oeste.

Porque por lo que sé, a la niña apenas se le debió lastimar un codo, y el susto gordo de ver que un coche se te viene encima (a mí me ha pasado yendo en bici). Entró en una clínica por una puerta para salir por la otra. Lo cierto es que la niña cruzó la calle por donde no debía y sin mirar. Se echó literalmente encima del coche que se detuvo nada más notar el contacto. La cría incumplió por tanto dos normas básicas que se les da a los niños desde muy chicos, a mi me las daban, claro que no sé si los padres que guardan armas de fuego en casa observan esas normas y se las trasladan a sus pequeños. Probablemente no, la niña podía cruzar por donde le diera la gana y en el momento que quisiera. La pistola dará las razones si faltan.

Uno lee la prensa a veces y sospecha que las cosas marchan mal y no tan lejos. Repara en que a poco que se pretenda algo se podrá remediar, que hay un gran margen de mejora.

Farruquito tuvo suerte, atropelló a alguien que no tenía una cuadrilla de pistoleros velando la calle. De todos modos y por si acaso, él apretó a fondo el acelerador para poner tierra de por medio. Más vale prevenir que curar.

Antología

Me pidió permiso el otro día mi amigo Sergio Gaut Hartman para utilizar uno de mis relatos en una antología que van a publicar en Buenos Aires. Yo se lo di por supuesto y le pregunté si tanto habían bajado el nivel de exigencia. Él cortésmente me respondió que al contrario, pero yo sé lo que digo. Ahora bien, esto da que pensar en este invento Internet que vivimos como si nada y que logró recortar todas las distancias. Que gente que no se hubiera conocido nunca se pueda tratar a diario.


Esta mañana salí a pasear y me fui hasta la playa de Toró. Allí me encontré con un paisaje asombroso. Más allá de la playa las montañas están todas nevadas y me recordó vivamente los viajes a esquiar de hace unos años. ¡Cuánto los he disfrutado! ¡Qué ganas de regresar a la pendiente abajo y al viento frío en la cara!

Presumo que podré regresar a Valencia para pasar las festividades de Pascua. Ya anoté que junto al Tropicano Taurus y las zapatillas de deporte debo recoger la ropa de esquí. Estoy a unas dos horas de dos estaciones de esquí. Ya sé que es una afición que está por encima de mis posibilidades pero nadie está hablando de ir cada fin de semana, me bastará con ir alguna vez (saber que lo podré hacer). Se trata nada más de saber administrarse.


Por otro lado hoy viendo vencer a Roger Federer en el abierto de Australia comprobé que Coca-Cola Light ha sacado una nueva batería de anuncios de un carácter muy positivo en el que se aplaude la naturalidad por encima de cualquier otra cosa. Pero el aplauso más fuerte, el que queda al final de ese anuncio in crescendo, la gente en pie, es para todos aquellos que se atreven. Juro que estoy entre ellos.

sábado, 28 de enero de 2006

Fines de semana

Playa de Llanes
Alguna vez he reconocido aunque no lo haya hecho aquí que la vida me ha cambiado tanto que es apenas reconocible. Uno se pasó el tiempo suspirando por la llegada del fin de semana, por el oasis de tiempo libre que ello supone, en los tiempos de bonanza económica porque era el descanso que mereces, en los tiempos en que sobraron los minutos, vividos con un hilo de esperanza, porque eran el tiempo que el trabajo de los otros dejaba libre para acompañar mi soledad. Toda la semana con la vista puesta en el viernes.

Y ahora resulta que el fin de semana me incordia, tan excedido de tiempo, se me ha convertido en un estorbo. Quiero volver a zambullirme en el día a día cotidiano. Regalo mis fines de semana a quien sepa qué hacer con ellos. Al menos estos primeros, en los que echo a faltar un coche para ir de aquí a allá. Quiero volver a Bilbao para ir de pinchos. Quiero ir a Donosti, llegar en 50 minutos a Santander. Ir a Ribadesella si se tercia por poner un ejemplo, sin depender de los horarios ni de los autobuses. Subasto mis fines de semana ahora que todo se subasta, los doy al mejor postor, que le aprovechen todos porque a mi estos segundos largos, en este fin de semana helado se me hacen minutos. Vendo el plazo exacto que va del viernes por la tarde hasta el domingo noche a cualquiera dispuesto a aprovecharlo como yo los aprovechaba hace bien poco.


¿Es tan raro echar de menos el cuidado que debía poner con los bajos de la pernera derecha de un pantalón de chandal, para que no se enredara con el plato de los pedales yendo en bici?


Playa de Llanes
Renunciaría al frío polar de un finde desocupado y lo digo sin asomo de pena o tristeza. Prefiero la labor cotidiana de una semana sin inicio ni final. Semanas circulares como anillos. Aunque en el fondo estoy seguro de que pelearía por conservar incluso los ratos de aburrimiento. Quizá porque no hay cielo como el de Llanes y sospecho que el domingo con sus nubes amenazando tormenta me brindará una imagen hermosa desde los acantilados. Quizá me vaya hasta allí o hasta la playa con un paraguas y un periódico del día. No muy lejos pues la lluvia aquí aparece de repente. Aún recuerdo aquel sol eufórico sentado bajo los toldos de una cafetería (¿te acuerdas Ángel?) y sin venir a cuento, de improviso las primeras gotas de una lluvia temprana. De súbito la lluvia fuerte y en lo alto el sol con la misma intensidad. Como si nada hubiera cambiado. Como si la lluvia fuera irreal, un montaje de experto fotográfico, un sueño. Apenas se prolongó unos minutos, esos fenómenos extraordinarios como algunos amores no pueden durar (ya se apuntó en Annlea: el amor es eterno mientras dura). Pronto se oscureció y el día se tornó del tono gris que deben tener todas las despedidas (Ángel y Lidia volvían a Valencia tras el desayuno).

Playa de Llanes
Conservemos estos fines de semana desocupados que son el momento idóneo para ese libro que espera en la mesilla, para oír música sin mirar el reloj. Para hablar por teléfono o caminar abrigado como una sombra. Aprovechemos para cocinar la comida de entre semana, escribamos un poco si es posible, naveguemos por el océano de Internet o dispongámonos simplemente a mirar por la ventana. Por poder incluso se puede ver la televisión (aunque harán falta ganas).

viernes, 27 de enero de 2006

Discurriendo


No es lo que parece, es lo que es.

:)

Anado

jueves, 26 de enero de 2006

Reconocimientos

Me he convertido en un madrugador de primera. Madrugo todos los días sin chistar, abro los ojos incluso antes de que suene el despertador del móvil (hasta que harto de ese Tango programe la minicadena que me trajo un buen amigo invisible estas navidades pasadas), me levanto al frío cavernario más allá de mi cama, a la que llego cada noche como a la cima del Everest, derrengado y lamentablemente solo ;P

Decía que madrugo cada mañana y lo hago siempre invariablemente bien, aunque mañana me pondré a prueba con el más difícil todavía. Debo coger un bus a las 6:45 en la estación que me arroje al frío de Oviedo (que debe ser menos frío que el de estas mañanas), para pasar un reconocimiento médico que plasme lo bien que estoy (no confundir con lo bueno que estoy) y destaque las taras que sé que tengo (y las que no sé). Yo estoy más que dispuesto a quedarme traspuesto, esto es dormido como un ceporro mientras devoramos los 105 kilómetros que nos separan de la capital del paraíso (lo es y no por invención mía), pero existe el riesgo de que al despertar, como un ceporro, hayamos pasado de largo Oviedo y estemos ya camino de Gijón o vete tú a saber si más allá. Con la suerte que me acompaña probablemente terminaría pasando por Vigo y preguntando con modales exquisitos por la clínica donde me esperarán sin paciencia franciscana.

Cuando escucho "reconocimiento" se me ilumina la mirada porque uno quiere los reconocimientos cuando puede disfrutarlos, aunque algunos actores puedan pensar "sí a estas alturas tanto me premian es, una de dos, o porque me queda poco o porque parece quedarme poco"; los reconocimientos para cuando se puede gesticular frotando la punta de los dedos de la mano por el pecho bajo el hombro, como diciendo "sé que todo esto es consecuencia de mis méritos, pero me salen natural sin aditivos como el 1% de los postres lácteos del mercado". Si al reconocimiento le añades "médico" la cosa empeora. Se te quitan las ganas. Porque a no ser que seas médico y vayan a aplaudirte a rabiar en un simposio (lo que no es frecuente por esa legaña de la mirada que es la envidia) o seas un actor llamémosle X y el reconocimiento te lo vayan a hacer 2 o 3 enfermeras (que le llamarían termómetro a cualquier cosa) estaremos hablando de jeringuillas, frascos asépticos y en el mejor de los casos, de bocadillos.

Yo le tengo pavor especialmente al encefalograma que me harán mañana, pues existen muchas posibilidades de que salga plano o casi plano (estas letras lo atestiguan). Y es evidente que antes de desconfiar de un aparato última generación y costoso me darán por demostradamente tonto (hasta yo defendería esa súper máquina en mi perjuicio). Y lo peor es que toda mi verborrea a la desesperada no podría convencerles de lo contrario. Si sucede estaré perdido (y camino del desahucio).

Confío no obstante en que lo que pueda salir bien salga. Que me digan que no veo tan mal como creo, que estoy como un roble y que curando el resfriado curé también la tristeza que en las plantas debe ser algo así como el caer de las flores y las hojas. Que puedo regresar sano y salvo, tan campante, por donde vine. Que, bien mirado, no quedan razones para el temor.

miércoles, 25 de enero de 2006

A nado

Dos veces he ido a la piscina de aquí. La primera fue un espanto, no iba cara al aire, estaba con un pajarón de aquí te espero (quiero ir pero no voy). Aunque en mi favor debo decir que hice los largos prefijados sin dejarme uno solo.


La piscina municipal pese a ser todo lo cara que puede ser, me gusta poco (o precisamente por eso). Haces pie en los dos extremos y eso es una lata. Prefiero la de Valencia con los ojos cerrados (por no hablar de las duchas multitudinarias en vez de los espacios casi estancos a los que me había acostumbrado). Como único punto a favor quizá que en recepción hay una chiquita maja

;)

(infinitamente mejor que el fulano de Valencia que era algo así como un androide con las palabras contadas, cuántas veces di las buenas noches sin respuesta).


La segunda vez que fui anteayer, me fue mejor, no me faltó el aire lo que demuestra que quien nadó en el pasado recupera pronto la forma. Si bien tuve que pasar la congoja de verme doblado. Y así en la amargura de la derrota escuché en la calle de al lado como un tipo daba voces ¡ahhh, ahhhh! porque había conseguido llegar reumáticamente al final de la calle, hasta el extremo donde apoyar los brazos sobre el murete para recuperarse sin necesidad de oxígeno embotellado. Claro que el hombre debía estar aprendiendo (u olvidando a chorros lo aprendido) lo que es un pobre consuelo para mí.



Supongo que en la vida todos estamos dispuestos a sentirnos perdedores, depende de con quien nos comparemos. Puede ser que yo fuera lento frente a alguien más entrenado, pero dónde quedará este frente al campeón de la provincia, ¿y ese frente al del país? Qué hará este último lanzado frente a Ian Thorpe; verle mover los piezacos cada vez más lejos.

La cuestión será no compararse, esforzarse al máximo y dar el resultado por bueno.

Que no nos puedan reprochar nada.

martes, 24 de enero de 2006

Seguro de morir

Dado que en el trabajo se me hizo un seguro de vida queda de mi mano escoger los beneficiarios de la indemnización de mi muerte, o lo que es paradójico los beneficiarios de que pase de este mundo a no se sabe muy bien donde (nadie regresó para contarlo o no le creímos). La paradoja está en que los beneficiarios en la póliza de mi desaparición han de ser por fuerza aquellos que más la lamenten. Aquellos de entre todos que me quisieron más en vida y por consiguiente los que más me echarán de menos. Aquellos para los que el dinero será el más triste consuelo.

El criterio de las aseguradoras sería beneficiar siguiendo un listado preconcebido a no ser que el asegurado lo concrete de otro modo. Yo, particularmente yo que soy titular de muy pocas cosas (ni siquiera suplente), puede decidir para que se haga como yo quiera. Propongamos entonces que en vez de beneficiar a mis padres que nunca me pidieron nada, pese a darlo todo, que no necesitarán por suerte de desembolsos económicos extraordinarios, en vez de beneficiar a mis hermanos y hermanas que han ido encontrando su sitio y sabrán desenvolverse en la vida ajustando sus necesidades a los recursos; hagamos caso omiso de los listados de corcho que sirven para los que no tienen boca. Yo cedería con el disgusto que da saberse de despedida todo el montante amargo por mi partida accidental a S que será la inicial de quien dio sin medida tantas veces que son incontables.


Es común pasar por la vida sin mirar más allá, sin pensar en futuros de más de 15 días. Pasamos la vida ignorando la muerte que es un tabú sin gracia. Pensamos como en las calamidades que no nos ocurrirá a nosotros, pese a la certeza de que a todos les ocurre. ¿Qué tendremos nosotros para permanecer? ¿Por qué seremos inmortales? ¿Por qué si los demás cayeron aguantaremos en pie sine die?

La respuesta es que no seremos eternos pese a que nos queramos aferrar al mundo furiosamente. No lo pensaste demasiado (como yo) porque no es grato, uno se siente incómodo y es que la idea de la muerte irrita al alma como una alergia al cuerpo.


A mí me quedan muchos años, espero que en su mayoría predominantemente felices. Tengo una salud de hierro y la determinación ciega que dan mil metas. Pero como decía aquel consciente del porvenir, hagamos las cosas bien. Y si es verdad que lo que no se ve no existe (como el árbol que cayó en el bosque sin que nadie lo oyera), reconforta saber al menos que cuando uno ya no sea testigo de lo que sucede habrá disfrutado la certidumbre de que se harán las cosas siguiendo esa voluntad (que perdura, que cuenta y vale tras la acontecida, esta sí eterna, incuestionable) que vence a la muerte ordenando la vida de los vivos, como un legado resucitado, como cuentan que fue la última batalla ganada por El Cid, difunto pero enhiesto en su caballo, atemorizando desde lejos al enemigo rendido sin remedio a su silueta invencible.

lunes, 23 de enero de 2006

+ de 1 año

Tengo algunas libretas de tapa dura, antiguos diarios que no volví a leer y de los que ya he hablado alguna vez en este espacio. Eso demuestra lo que aquí también se hace evidente. Me gusta contar algunas cosas aunque no sepa distinguir a los lectores, que en la mayoría de los casos soy yo mismo (y quizá Amparete y Wanda) ;)

Ahora este diario online donde cuelgo sin chinchetas mis fijaciones (quedan seguras y para siempre) cumple un año. Ya antes colgué una página inacabable repleta de vínculos para subir y bajar, tantos que era fácil perder la cabeza (yo la perdí de hecho aunque quien sabe si influyeron otras cosas).

Ahora este mundo virtual pero tan real como la vida misma nos da facilidades y los textos se cuelgan sin necesidad de tener que usar ningún editor web o procesador de texto.

Cumplo un año en este segundo Vivo y digo para reconocer otra evidencia, el tiempo pasa muy rápido. Los años se precipitan uno tras otro aunque un minuto a veces, en medio de una espera, nos parezca tan largo. Y lo peor es tener la certidumbre de que los años están cogiendo carrerilla para alcanzar una velocidad de paso aún mayor. Como los aviones en la fase de despegue.

Me hallo bien entrado en la pista y con los motores rugiendo. Esto va cada vez más aprisa. Todos conocemos el destino del viaje (es para todos el mismo) ahora bien, como desean las azafatas (más por ellas que por nosotros), que tengamos buen viaje.

domingo, 22 de enero de 2006

F(r)icción III

Relato para Annlea a propósito del tema: "Lloverá para siempre".



A las oportunidades por presentarse.

Anado



Lloverá para siempre

Alonso acudió tras leer la convocatoria de aquella reunión en el periódico de un anodino miércoles, paso obligado hacia un viernes igual de anodino y es que se sentía desde hace tiempo un perdedor, por eso estaba allí.

Se podía leer en un cartel de la puerta "SOLO PERDEDORES". Era la última bala en la recámara para Natalia, psicóloga desde hace dos años cuando pensaba que podría ayudar a las personas más de lo que la habían ayudado a ella. Ahora nada más andaba desconcertada comprobando mes a mes que las facturas no se pagan solas, que agua pasada no moverá molino, y tuvo la ocurrencia de convocar para una sesión a perdedores, por ver si ella era capaz de cambiarles la suerte además de alimentar algo a su costa la escurrida cuenta corriente. Aquella gente tenía ya poco que perder y mucho que ganar, se dijo. Quizá mis años de estudio y todos estos libros vayan a servir al fin para algo.

Alonso se sentó y esperó turno para contar su caso. Lo hizo tras Nicolás y Bartolomé que anticipaba en su olor y apariencia que de dinero andaba escaso. Era lo que hoy se denomina un indigente, calificativo que había de acompañarlo hasta después de muerto apenas dos años después. Así en la puerta del supermercado las señoras acostumbradas a su rostro de templada desesperanza se habían de preguntar por su destino al echarlo en falta. Y una aclararía que había muerto unas noches atrás, caído en un callejón, liberado del frío de esta ciudad helada y con una mano en el calor del gastado bolsillo mientras la otra moría en un gélido charco a la vez que a Bartolomé se le paraba el latir de su encogido corazón de mendigo. Fue una noche sin noticias ni desayuno, la nocturna intrascendencia de un jueves cualquiera, pero es nada más el futuro a la vuelta de la esquina, lo que está por llegar y que hoy se ignora.

- El éxito se me escapó como lo hace el agua del río. Me quedé con lo puesto y entonces entendí que el fracaso no había sido aquel, la pérdida material de lo poseído, sino creer que aquello, el prestigio de los billetes, era lo más valioso. Mi fracaso fue equivocar la jerarquía de lo que importa.


Natalia escuchó todo aquello de la fortuna perdida en el juego y en mujeres de otro tiempo con un punto de impaciencia que fue creciendo hasta acabar en miradas suplicantes a Nicolás que fue el siguiente perdedor en tomar la palabra en aquel circulo de sueños rotos.

Tenía unos 60 años, era grueso y alto. Tenía la voz grave y hablaba mirándose las manos. Dijo que había perdido todo aquello en lo que había creído el día que su esposa Marga lo abandonó por alguien dispuesto a quererla menos. Toda su fe, todo el amor de tantos años se había esfumado con la llegada del individuo aquel, aparecido de la nada como un fantasma. Marga cayó rendida nada más conocerlo y se pasó las semanas en un estado de ensimismamiento, quedaba absorta primero para luego volverse esquiva, como un gato capaz de recordar las botas que lo patearon. Pero no recibía el daño de Nicolás aunque fuera él precisamente el olvidado, sino de aquel, Fidel vanidoso perfil del espejo, una mirada andante con un gran poder de seducción en medio de su declive. Toda la fe que tuvo, todo por lo que había luchado toda la vida, lo más seguro de este mundo de tantas cosas inseguras había desaparecido tras aclarar someramente que valía más el mal trato ocasional de aquel dandi envejecido que el cuidadoso esmero de un amor labrado en tantos años de grata compañía.
- Yo lo perdí todo. Nada me queda ya. Mi vida es un espejo roto donde me reflejo solo y sin esperanza.

Natalia tomó notas impaciente durante aquel discurso. Aquello era realmente sugerente, había logrado enlazar algunos de los casos escuchados hasta ese momento y eso haría sin duda mucho más interesante su intervención posterior. Además se le había ocurrido traer a colación los argumentos de aquel filósofo alemán, pero no recordaba el nombre. Miró hacia Alonso bajando la cabeza con los ojillos por encima de sus gafas de diseño. Suficiente para hacerle saber que podía empezar.

Alonso repasó los rostros que componían el círculo de anónimos rev(b)elados del que formaba parte y explicó que él era perdedor por haber perdido nada más que tres mil días, demasiado tiempo para cualquier vida. Eran días arrancados del papel de un calendario de propósitos insatisfechos. Los propósitos son a veces nada más que oportunidades que volaron al limbo. Sabía que estaba a tiempo de reconsiderar las cosas. A tiempo de hacer un borrón de aquellos errores que lo sumieron en un estado de perversa indiferencia. Sabía que podía empezar desde cero tomando cada traspié como un escalón desde el que escalar pero le faltaban ganas. Se había habituado a ver la vida como el espectador de una película en la que no quedan ya papeles de protagonista. Se acostumbró a llegar tarde a todos lados sin asomo de rabia o frustración. Acumuló con paciencia de coleccionista días perdidos en una rutina exenta de ilusión. Usurero de horas perdidas, días nacidos para ser arrojados directamente desde el amanecer a la noche a la convicción de que no servirán para nada, de que no había otro forma de vivirlos, de que la vida entera es un suceder de vacío contenido.
- Acostarse en la certidumbre de que el día vivido es solamente un pasatiempo sin valor ni importancia. Que ese día, como ayer, como será mañana, prescindibles todos, me hizo un hombre entregado. Incapaz de vencer miedos, incapaz de tomar el control, capitán de un barco a la deriva sin timón. Rendido al transcurso del tiempo como el condenado vive el día a día en una cadena perpetua.





Cae la tarde sobre la ciudad. Alonso camina despacio sin la prisa que asedia a otra gente, el sol se está poniendo sobre el parque. El cielo tomó el color anaranjado del ocaso y las nubes tienen la densidad del algodón atrapando los últimos rayos de luz. Hay un viejo sentado en un banco, podría llevar allí la tarde entera pero aún le quedan migajas de pan que arroja a las palomas que saltan acechantes de un lado a otro. Alonso se acerca y ambos se miran un segundo. Luego el viejo vuelve a las palomas y deja caer los últimos pedazos de un pan mustio y manoseado. Alonso alcanzado el banco, se sienta a su lado. Entonces lanza la pregunta al aire con la mirada perdida en alguna parte enfrente ¿Lloverá para siempre?

El viejo ni siquiera lo mira, hace un gesto con la boca y los ojos que podría significar, "es lo que hay" o quizá quien sabe bien, "vaya hermoso día es hoy".

Gijón

Hoy tocó Gijón (vaya playa tienen). Cuando digo hoy me refiero al sábado que acabó hace poco más de 20 minutos. Me levanté tempranito y me fui en uno de los autobuses de Alsa en ameno trayecto de dos horas escuchando música y mirando por la ventana, que paisajes verdes tan bonitos (desde allí pude ver que a veces las nubes se quedan atrapadas en la copa de los árboles, y parece que los árboles desprendieran un humo blanco que nada tiene que ver con el de Sabina, si acaso con el que debían fumar los indios cuando firmaban la paz con la tribu vecina, o se conjuraban para defenderse con arcos y flechas de las balas del enemigo armado).

Quedé con dos compañeros del curso de formación de este diciembre. Natalia y Joaquín, más conocido por "tragafalsos" de tantos billetes de Monopoly como se va a comer sentado frente a frente con los más torpones estafadores de la provincia. Su fama traspasará fronteras, sin lugar a duda aunque en realidad es un fenómeno (como Ronaldo).

Una lástima que no los tenga más cerquita. Tendré que mirarme un cochecito para no depender de horarios y trayectos de autobuses que multiplican por dos el tiempo de acceso.

Ahora tras mucho "va y ven" he logrado una conexión desde mi propia casita y medianamente aceptable, a través de un módem interno de 56K que me costó 14,50 €. ¡Hace apenas unos años uno de estos no costaba más de mil pelillas! ¡Qué demonios pasó con el dinero! ¡Dónde fue! ¡Cómo permitimos que pasara esto!
En cualquier caso ya queda menos para ese ADSL que siempre está a punto de salir y que me llevará de viaje donde quiera a 1Mb de velocidad. Tendría que ir comprando los esquíes ;). Algo más al respecto, en cuanto reciba el ansiado KIT (se llama como el coche fanático por hacer el bien), tendré también un número fijo al que llamar y lo que es mejor desde el que llamar sin que me cueste un céntimo de esos pequeños. ¡Se acabó el monopolio, que viva la libre competencia!

Una última cosa a modo de advertencia, aunque en las galletas "Digestive" de Fontaneda ponga "Digestive" no se debe entender que tiene algún efecto beneficioso para la digestión o similar. Es nada más una marca inglesa. Conviene saberlo, lo pone en la letra pequeña y ya se sabe que en la letra pequeña está el meollo del asunto, eso que es más difícil de leer (y entender). Nos conviene estar alerta.

domingo, 8 de enero de 2006

Piso rápido

¡Me voy, me voy!

Nada más contar que los Reyes Magos me han traido un piso con suelo de parqué y habitación de invitados (respirad tranquilos).

Cruzaban las cabalgatas la calle principal de Llanes todo lo larga que es y yo la cruzaba perpendicularmente cargado como un mulo con todos mis bártulos (que son más de los que creí).

Os dejo, marcho a toda prisa que llevo 45 minutos conectado en este cyber, probablemente todas mis contraseñas y cuentas han debido quedar debidamente registradas en algún programa espía y camuflado...

Abrazos.