domingo, 5 de octubre de 2008

La ladrona, Carlos y la llamada

Acabaron con mi vida.

La paga - Juanes



Vengo de leer la prensa, como suelo cada sábado y domingo en una cafetería cercana a casa. Aprovecho y leo entonces la prensa en papel, que es un medio con los días contados cuando quiera contar la idea que me asaltó medio en sueños, medio despierto, que tuve esta mañana ¿o fue anoche? de crear una especie de soporte plastificado y extensible conectado directamente a un minúsculo lápiz de memoria con conexión a Internet y que consiga mostrar cualquiera de los muchos periódicos online a libre elección del cliente con información actualizada al minuto y con la hemeroteca detrás si es que la lectura de las hecatombes actuales no sacia al lector. Porque en realidad leer la prensa apoyándola en la mesa o en las piernas concede algo que nunca tendrá este modo online que yo frecuento tanto y que me suele dar para no mantener la boca cerrada por más tiempo.

Ya he dicho la idea, ahora que venga quien quiera a cogerla. Preferiblemente con más medios que yo, por ejemplo poseedor en propiedad una fabrica de hacer plásticos extensibles donde se ordenen las letras en el mismo orden que sobre el papel, con esa esquinita inferior donde pinzar para pasar página, aunque no se haga literal, el efecto será el mismo.

Pero yo no venía hoy para llenarle los bolsillos con el gran chollo a ningún avezado saltimbanqui de blogs. Vengo para hablar muy breve de la mengana que trabajó en algún cargo que se me ha olvidado en el gobierno de Jaume Matas del PP y que se estuvo llenando los bolsillos con comisiones y manejos fraudulentos. Me pregunto. ¿Tan difícil les es ser honrados? ¿Acaso su sueldos y dietas no les da para vivir razonablemente la crisis? Este caso es más doloroso pues una de las dos al mando del asunto es escritora y librera para más inri. Lo que lo hace peor aún, pues a alguien que anda con libros se le presume la sensatez.

Será simplemente que no los leía. Los llevaba de balda a balda.


Aunque déjame que me desdiga. Alguno debió leer porque junto a su esposa, creo que una arquitecta, no retuve bien, quizá una artista ingenió el modo de ocultarlo a los que lo fueran a buscar a su casa, cuando comprobaran que las cuentas no salen. Que los números, bastardos, no cuadran. Así que no los emparedó como Roca en fajos de 500€, moraditos y juntitos en las paredes de su casa. Hizo como los piratas del Caribe y los enterró en un arcón bajo el jardín. Justo donde los del C-S-I advertirían tierra removida. Lo que me da que pensar que no vivía en un pisito de 30 metros cuadrados...


Ayer estuve viendo el partido del Barça frente al Atlético en uno de esos canales chinos que se saltan el monopolio del "pago por visión". Aunque me perdí casi toda la segunda parte porque estuve investigando la muerte, de la que ayer se cumplió un año, de Carlos Llamas. Recuerdo que un día me pregunté ¿donde está? Y quién es este que suena en su lugar. Luego me enteré de que había muerto y quedé impactado, con la conciencia de esta fugacidad, y con la sensación de que la realidad era de peor calidad si no la contaba él. ¿Cuánto pesa la costumbre en nuestras vidas incluso para lo más nimio? Y no echaba de menos al hombre del que no conocí nada, eché de menos nada más la voz. Quizá porque aquel aunque no tenía soluciones para nada, como ninguno, yo llegaba a sentirme en su piel de anonadado espectador ante los desvaríos de la realidad. Nunca le había visto la cara hasta ayer, pero di con una grabación de su vuelta tras creer superado el cáncer en mayo del 2007, y fue como volver al pasado, como volver unos años atrás, al amparo de aquella voz que yo había interiorizado como la voz de la información, sin ser su mejor oyente, que solamente lo escuchaba sin querer y en días dispares. Pero sus "son las 10, las 9 en Canarias" sonaba a pasado, a vivido, a mis noches sin televisión con radio esperando "El Larguero" que terminó interesándome menos que Hora 25.

La vuelta fue un espejismo. Los médicos se equivocaron. Murió en octubre, ayer hizo un año.


Sigo leyendo la prensa y me encuentro con que en México secuestran más gente que en ningún otro sitio. Son frecuentes los secuestros exprés en los que el taxista se deja abordar unos metros más allá por delincuentes que despluman al viajero y sus tarjetas de crédito. Pero el más notorio secuestro que alli se produce es el que se hace por teléfono. No es necesario siquiera un rehen. Simplemente abres la guía telefónica y dejar caer el dedo sobre cualquier teléfono al azar. Entonces llamas y gritas algo así como "Mamá sálvame" o un "Soy yo, me tienen secuestrado". Y les das tu número de cuenta o tu número de tarjeta prepago a continuación, o se las da otro del ajo para que no parezca que el mismo secuestrado pide que le ingresen el dinero. Sería poco profesional si al menos no se imposta la voz. Y poco creíble. Entonces se espera que en ese estado de shock que da el miedo a que sea verdad el paisano que descolgó cogerá la cartera y buscará un cajero así tenga que salir en batín de la casa para ingresar lo que haga falta, que no debe ser mucho. Para pagar la llamada y las 10 o 12 de antes o después que no dieron ni darán resultado.

A mí me parece que es un método brillante. Todo hombre de bien tendría que abonar por la salvación de otro aún en la certeza de que no es nadie que conozca. La remota sospecha del daño remoto pero inminente tendría que bastar.

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