miércoles, 1 de octubre de 2008

El destino

Llevo semanas pensando qué hacemos aquí.

Dueño de mi silencio - Jarabe de palo



Me llama Sestea para decirme que hoy el control de firmas en el curso de la Escuela Judicial es poner en un papel el destino donde quieren pasar los 4 meses de prácticas. Y yo sé que ella no lo tiene claro. Sin embargo esto ya es algo que yo conozco, lo que me llama la atención es que eso la pueda agobiar porque teme que lo que ponga hoy en la hoja vaya a condicionar su futuro después de que vaya aclarando como va a querer que sea. Y vuelve a repetirse la impresión de que a estos secretarios judiciales, de grupo A y varios años de estudio para sacar una oposición muy complicada, que tiene apenas 60 temas menos que la de juez, que tras 5 años puede ascenderlos a Magistrado y los siguen tratando como a niños. Y lo que es peor, de tanto tratarlos así han terminado pensando que lo son. Y cuando algún lúcido de los que acampan por aquella escuela para quedarse, decide que los horarios de mañana y tarde se nutrirán de los aprobados por orden alfabético, desde la A hasta la mitad por la mañana y el resto por la tarde, no hay nadie entre ellos que salga pisando fuerte, diciendo que eso así no puede ser, que ese modo no vale. Porque será más justo ordenarlos si acaso por nota para partir por la mitad, o para que en ese orden se decanten cada uno por el horario que más le convenga, o en el último de los casos sorteando esa letra afortunada que será comienzo de la lista y que llevará a los que están inmediatamente detrás de ella a visitar la escuela por las mañanas. Un horario que deja la tarde libre para vivir Madrid, que tiene mucho para ser vivida. Que al menos uno le pueda echar la culpa al azar, y que no se sienta condenado tan tontamente por el apellido de su padre. Es básico, cae por su propio peso.

Pero en aquel grupo nadie se levanta para protestar, existe malestar, obviamente. Pero nadie dice nada. Hoy les proponen que designen un delegado para la clase y no sale nadie. Tanta gente valiosa y no hay nadie con arrestos para dar un paso al frente, y si faltan agallas para pelear por lo justo cuando le atañe a uno mismo, por no reivindicarse entre los mansos, destacando en apariencia como disconforme, que siempre está peor visto que asentir simplemente con la cabeza, ¿no habrá que cambiar la pose al ser portavoz de un grupo? ¿no se está más legitimado para protestar cuando se es la cabeza visible de una multitud confiada en una mejor forma de hacer las cosas? ¿dónde está el que deba hacerse oír para que esos mismos que los tuvieron estudiando tantos años oigan su voz alta y clara? Y no para decir que todo está muy bien, sino para afirmar con la convicción de la verdad de que habrá que buscar un modo alternativo para todo en lo que no se coincida con la mayoría, la mayoría manda, porque lejos de ser una mayoría cansina y silenciosa, es una mayoría pujante y que palpita. Que están ahí porque saben lo mucho que ha costado. Dispuestos a entrar como un elefante en una cacharrería.

Yo he podido presumir de muy poco en la vida. Quizá por eso a mí me fuera más el rol pasivo que han acogido como propio todos estos estudiosos de las leyes y de como enunciarlas. Pero no puedo evitar al hablar con ella ponerme en su piel o en la de ellos, y entonces me veo levantándome entre la multitud como un héroe de leyenda para decir que, perdón pero no. Que no me voy a dejar tomar el pelo, ni se los van a tomar a toda esa gente mientras permanezco callado y nos miramos. Que si llegué hasta ahí tras tanto esfuerzo no es para quedarme mudo ante la injusticia, y que pronto la encuentro, quién lo iba a decir, cuando el camino casi no ha empezado.

Y puedo asegurar que mis pisadas serían fuertes, y mi huella profunda.

Yo haría por salir portavoz de esa gente, delegado para irme a entrevistar con quien haga falta, y si la profesora dice el primer día que no va a atender cambios de horario, logrados por la sencilla razón de cortar el alfabeto por la mitad, entonces yo me levanto y le digo que con quien tengo que hablar si ella no puede cambiarlo. Alguien que esté por encima y que logre entender que ese puñado de secretarios judiciales de nueva hornada no llegan para darlo todo por bueno, ni para comulgar con ruedas de molino, que si hubo un tiempo que había que agachar la cabeza cuando la plaza estaba en el aire, ese tiempo acabó. Si ella no me vale habrá alguien más. Siempre hay alguien.

Y si hoy me dijeran que escriba mi destino para las prácticas y no lo tengo claro quizá ponga mi nombre con los dos apellidos donde otros pusieron localidad y provincia y diga luego, otro día que me pidan explicaciones que así de tonto nací y así de tonto me he quedado. O acaso pusiera una localidad a sabiendas de que no tiene juzgado, para que construyan uno mientras agoto el curso en la Escuela Judicial, dos meses en cuentra atrás, o quizá pondría Disneylandia, porque se tiene que vivir muy bien en un parque de atracciones y rodeado de gente que se pone disfraces de cuerpo entero para trabajar.

Pero todo ello no habría de distraerme de una razón irrenunciable. Soy dueño de mi destino, y ese papel que firmo hoy con prisas, como un nene antes de salir al patio puede ser papel mojado mañana.

Aún mejor, por mí con él se pueden limpiar el culo. Nací para decidir, no para seguir la línea de puntos.

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