domingo, 26 de octubre de 2008

La Palin

Yo merezco tu playa.

El canto de la ballena - Chambao



No tengo que explicar a estas alturas lo muy apasionante que es el mundo de la política y lo muy apasionante que me parece. Digamos que soy enemigo acérrimo de los políticos solamente con una excepción, mi amiga Silvia que ha devenido en política ya fuera de mi innegable influencia, y que puede contener por si sola toda la poca fe que aún me queda.

Es un mundo curioso el de los políticos, sobre todo el de los americanos, que tienen toda la parafernalia posible, con suelta de globos, chapas en la pechera y banderas por doquier. Se mide hasta lo mínimo para no dejar nada a la improvisación, como si se tratara de le telemetría de un fórmula uno, se equilibran a los contendientes detrás del estrado para que parezcan de igual estatura, y eso en si mismo es una engañifa, porque uno de ellos es más bajito el 95% del tiempo de su vida visto como algo global, salvo esos periodos pre-electorales y electorales de plena campaña en que solamente se bajan del púlpito para estrechar manos sonrientes o para hartarse de banquetes en confraternidad. Pero es que parecer más pequeño frente a tu oponente te puede restar votos.

Aquí en España es aún más cómico, más que nada porque los políticos que tenemos son peor que sus teleñecos, que yo puestos a escoger entre uno y otro prefiero al muñeco de trapo sin dudar, que es más ingenioso y probablemente más honesto. Da risa y un poco de pena ver como habilitan estudios desde cero para el debate Zapatero-Rajoy, con el dineral que eso cuesta, y hacen pruebas con anónimos para medir las luces y las distancias hasta el moderador, y el tiempo de enfoque de cada cámara, todo sopesado al milímetro por técnicos concienzudos a la orden de sesudos asesores. Y tras tanto prolegómeno sueltan a los políticos que tenemos que son de un fantoche que asusta, y aparece el uno con la chaqueta desabrochada, como recién salido del retrete, y el otro como un espantajo capaz de poco más que sonreír todo el tiempo, mirándolo todo nervioso por si no se está a la altura. Luego no ocurre nada, aunque vaya a peor, porque por descontado no se está a la altura, al uno se le va el ojo haciendo bizqueo hacia un reloj que el espectador solamente imagina, porque lo que ve es a un político sudando por la frente y aquellos ojos enloquecidos porque sus descalificaciones y finas ironías no salgan del tiempo estipulado en cada turno. Mientras que el otro mueve enérgicamente las manos como una marioneta en manos de su titiritero. Y no importa que aquellas manos no casen con el fluir de la palabras, ni importa que aquellos gestos nada tengan que ver con el contenido expuesto, cualquier discurso es bueno para maniobrar de aquella manera, incluso para algo tan nimio como preguntar la hora.

Se trata de dar una impresión nada más. Y cada uno tiene sus artes para eso. ¿Pero para parecer tan malos se requería tanto trabajo? Lo mismo que abrillantar al parqué de un salón para conducir a los cochinos de vuelta desde la porqueriza.

Leo que los asesores de la campaña republicana han terminado pensando que Sarah Palin es un fardo en la campaña, y que si una vez sumó votos, ahora los está restando. Mucho han tardado en darse cuenta. A mí me bastó echarle una sola ojeada en us "sketch" de telediario. Claro que la aspirante a vicepresidente no desmerece el nivel del que no será presidente, John McCain, aunque querría serlo. Tanta gente alrededor y lo único que se les ocurrió para ganar las elecciones fue hablar de Obama como musulmán islamista, amigo de terroristas en su juventud, y de sacerdotes antisistema. Con eso no se puede llegar lejos, ni siquiera en Estados Unidos.

Por supuesto que algunos convencidos de todo ello quedan, pero es que esos habrían creído que Obama mató a Kennedy sin discusión. Y la gran mayoría que ya no cree nada se lo habrían creído casi también hace unos meses, pero claro, cuando a uno lo gobierna George W. Bush hay muchas posibilidades de hecatombe, cuando baja la marea. Y la realidad desnuda es implacable y empecinada. Y entonces ya no valen de nada los sombreros de cow-boy ni los pines en la chaqueta con la bandera de los Estados Unidos, ni creer que todo es fácil solamente por creerlo.

Bush deja un país en medio de una guerra sin fin, con muertos diarios, de todos los bandos, que los muertos son todos iguales. Y una economía que muere de sobredosis mientras le hacen el boca a boca. Y claro, cuando a alguien le tocan el bolsillo, entonces se vuelve clarividente, y las cosas que uno puede decidir ignorar, como los muertos, la guerra, la supresión de libertades básicas, todo se perdona excepto que se metan en tu bolsillo para que seas tú quien rescate a los peces gordos de la gran banca, que se alejan con el bolsillo rebosante del finiquito millonario, y quizá las trolas parecen más trola cuando se las cuentan a alguien que perdió su trabajo. Que mira hacia el futuro y ve las letras de la hipoteca.

Es obvio que Sarah Palin no está lista para gobernar, ni casi para nada. Es una diva que haría más y mejor presentando un diario vespertino a la manera de Ana Rosa Quintana. Además le han estallado unas cuantas irregularidades en plena campaña acerca de su gestión en Alaska, pero Alaska está tan lejos para el ciudadano americano medio ¿verdad? que a quien le importa, aunque todo sea dicho de paso, habría sido mejor que aparecieran, si es que habían de aparecer preciso, acabadas las elecciones. Que entonces importan menos que un día de resfriado.

Yo no puedo saber cómo escoger a alguien para las altas instancias de ningún país. Mi fe en las personas es grande, pero se me desbarata viendo los chanchullos políticos a los que nos tienen acostumbrados.

Pero al menos exigiría que un político pudiera hacer divisiones con divisor de tres dígitos, así de cabeza. Los quiero admirar por algo.

Yo no podría. No valgo.

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