sábado, 2 de mayo de 2009

Infalibilidad

No importa que diga el destino.

Colgando en tus manos - Carlos Baute y Marta Sánchez



Una señora ha estado robando en la joyería que trabajaba por un periodo de 6 años. Iba sisando pepita a pepita, todos los días al acabar su jornada laboral. Y no es porque lo necesitara, que ganaba 165.000 dólares al año. Simplemente creía tener un plan infalible. Piezas tan pequeñas no podían ser advertidas. Y mientras tanto sonreía como la que más.

El problema vino a primeros de año, cosas de la crisis, supongo. A los jefes se les ocurrió hacer un inventario. El resultado no admitía dudas, había desaparecido el 3% de la materia prima, y no eran bellotas lo perdido. No vamos a descubrir ahora el valor del oro. Quizá lo único fiable en estos tiempos de incertidumbre, aún siendo pura moda histórica y pura convención social, al menos a mí juicio. Del que como se sabe por lo que escribo, no voy sobrado. Así las cosas, ante la falta inexplicable se abrió una investigación para encontrar la grieta por donde se iba filtrando gota a gota.

Y entonces apareció ella. La causante de la falta, que no era falta sino un delito gordo. Oiga, que no se llevó cachitos para hacer un anillo, ni para venderlos para poder comprarse unos trajes como los que le pagan a Camps, no señor, es la fábula de la cigarra y la hormiga cuando la cigarra actúa como una hormiga tramposa, puesto que así a grandes rasgos, a grosso modo en casa tenía 230 kilos de oro valorados en 12 millones de dólares. Poca cosa para que tardaran 5 años en darse cuenta.

Ahora la fulana intentará evitar 25 años de cárcel apelando a su condición de víctima de un impulso obsesivo-compulsivo. Lo que quizá le sirva gracias a su carisma, pero que no sirve ni debe servir a violadores incapaces de contenerse en las noches más oscuras.

O quizá deba apelar al amparo de nuestro Tribunal Supremo que entiende que un ecuatoriano venido de la selva, puede que hace 7 años, no sabía que acostarse regularmente con una niña de 11 años es delito de abusos sexuales. Dicen que puede que no supiera que eso es delito, puesto que supuestamente el tribunal entiende que estas cosas en su país son cotidianas. A saber con quién han hablado.

Así que la ignorancia exime del delito. No es sólo que no sabía que delinquía, sino que a juicio de dos de los jueces, no lo podía saber.

Puede valer, quizá al final el plan de la cigarra resulte infalible. Solamente tiene que aclarar que ella no pensaba que sisar unos kilos de oro fuera a resultar con sus huesos en la cárcel. ¿De haberlo sabido habría comprometido su matrimonio feliz junto a su marido, empleado de Cantor Fitzgerald y sus hijos?

Obviamente no.

Aunque para hablar de infalibilidad habrá que hablar del Papa, que parece menos Papa desde que es Ratzinger. Hay algo en este hombre que no me gusta. Tengo la impresión de que aprendió a sonreír después de la fumata blanca.

Hay controversia porque en Camerún se explayó en contra del preservativo, dice que no sólo no ayuda frente al Sida sino que lo expande. Y fundamenta sus afirmaciones en su infalibilidad de Papa.

Lástima que lo contrario sea un hecho comprobado.

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