lunes, 30 de noviembre de 2009

Secuestrando

Que la cuente esté saldada.

Agua pasada - Joaquín Sabina



Pues si no contaba yo que ahora no me atrevería a lanzarme en bus a la aventura por Tunicia que alguien le prenda fuego a todo lo escrito, por inútil. O que lo deje estar, porque parece que en algo voy a tener razón. Resulta que ahora hemos hecho efecto llamada a los secuestradores y nos secuestran un barco o un coche en función de la dificultad, que dicho todo sea de paso, no suele ser demasiada. Hoy nos enteramos que un vehículo a cargo de tres españoles ha sido secuestrado rápidamente por la facción secuestradora de Al Qaeda, que no se dedica en exclusiva a la demolición controlada de edificios. Como toda organización terrorista que se precie diversifica su tarea sin negarse a nada por principio, por mucho que ver a Bin Laden vestido como un zarrapastroso de cueva en cueva no impresione demasiado. Aunque a decir verdad el coche lo han dejado donde estaba, y hasta las cosas de valor de nuestros conciudadanos. Se han llevado lo importante y auténticamente rentable, que son ellos, los españoles como nosotros. Cheques al portador o mochilas por los aires llenas de billetes, todo puede ser cuando uno tiene a un español en su poder.

Lo más enojoso del asunto es que los secuestrados en este caso son buena gente, entregada a repartir ayuda entre los países más desfavorecidos del mundo. ¿No veis que conseguiréis que nadie os ayude?

Pero es que nos hemos convertido en una bicoca, lo que quisiera cualquier secuestrador en cualquier parte del mundo, pero especialmente en África, donde se ignora la existencia de algún tipo de organización policial, que lo único conocido son ejércitos de camisa abierta y tanquetas para desguace, donde la mayor parte de ellos sobrevive más corrompidos y con más ansía de delinquir que los propios secuestradores. Y no es que yo me haya vuelto un analista de ningún tipo, es nada más la sensación que se da, no es culpa mía sino del mundo que muestran en el telediario.

Esto es lo malo de pagar los rescates. Que uno se pregunta que si llegados a este punto no habría valido la pena salvar la vida a Miguel Angel Blanco cuando en aquellos años no se pedía más que acercar los presos al País Vasco. Claro que entonces ceder a cualesquiera forma de coacción ni se planteaba, lo que significó restar esperanzas por esa vía para los violentos y la muerte de aquella persona en concreto, cuando con ella morimos todos un poco.

Ahora se ha corrido la voz de que pagamos. De que no encontramos más respuesta que atender lo que pidan, y claro, les ha faltado tiempo. Si a eso añadimos la total ineficacia de nuestro ejército para tareas aparentemente sencillas entonces nos convertimos en un regalo. Porque yo puedo entender que no se detenga a los gerifaltes del Alakrana, después de todo son los primeros en abandonar el barco, con el montante mayor de la pasta, y dejan allí a los menos importantes, que se hacen valer menos y se quedan cubriendo el culo de los que marchan primero. ¿Pero cómo es posible que no acertáramos a la lancha de los últimos en irse? ¿Para qué tanta fragata y tanto helicóptero?

Nos dicen que intentaron tirarle a los motores, pero claro, fallaron porque lo que los nuestros hacen realmente bien son los pasacalles, caminar por la Gran Via en los días señalados, ir detrás de la cabra y esas cosas tan poco castrenses pero que gustan tanto a los que no se aburren con ellas y no tienen nada mejor que hacer. Esos días sacamos lo mejor de nosotros, los uniformes de gala, los aviones menos desvencijados y las banderas más grandes. Pero a la hora de detener a los cuatro que abandonan los últimos, sin llevar a nadie de rehén, que no pueden más que poner el motor a máxima potencia para salir corriendo, nosotros tiramos sin acertarlos. Son demasiado rápidos, mejor si se quedan esperándonos parados. Alguien se lo tenía que haber dicho por los megafonos.

Cuentan que una de las fragatas se arrimó con cierta celeridad al Alakrana por impedir que alguna otra embarcación la tomara al abordaje en el interín en que bajan los unos y llegamos nosotros. Estaría bueno que la hubieran vuelto a tomar otros tantos, con nosotros mirando. Que nuestras demostraciones de fuerza en isla Perejil tenía que servir para algo...

Pero no le pidamos peras al olmo. Pues los que nos dejan al llegar a la costa tienen la ocurrencia de mezclarse con los cientos de secuestradores en potencia que anhelan poner unos españoles en sus vidas pero que son inocentes de este caso concreto, y ya se sabe que delinquir de pensamiento no es delinquir salvo que vuelva la derecha más recalcitrante. Y asi entre tantos otros que no han tenido nada que ver no los hemos podido distinguir ni detener.

Pero tenemos dos apresados. Los que se han estado pasando de juez en juez sin que éstos supieran muy bien que se esperaba de ellos. Esos dos, el indiscutiblemente mayor de edad, con canas, y el jovencillo que un día tenía 16 y al día siguiente 19 recién cumplidos. Podemos ponerles una multa de millón 400.000 euros por cabeza para que sean ellos los que paguen el dinero que distribuimos entre sus compinches. Me parece que va a ser fregar muchos platos.

Por eso, cuando yo oigo todo eso del CNI y toda esa gaita me da una risa de no parar. Porque hay que ver lo competente de nuestro servicio de inteligencia. Hacen buenos a la TIA de Mortadelo y Filemón. Ahora no preguntes por cosas de Estado, que son alto secreto.

Vaya recursos Mortadelo. Hoy sería todo un super-héroe.

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