martes, 21 de diciembre de 2021

De joven y rico gastaba más de 100€ en el sorteo de Navidad. No mucho más pero algo más sí. Siempre he confiado más en los Euromillones, ya que si te quieres hacer rico hazte rico de verdad. Convicción reforzada por las cuantiosas visitas de la moza del confeti, que no tengo que contar aquí, pues las conocéis todas.

Ocurre que se acaba otro año y la suerte, económica nada más, está en los huesos. Y como no me cae más gordo que mi Pablo, y no hay premios más que un euro aquí o allá me he decidido a comprar un décimo para Navidad, el único que voy a tener, por ver si soy yo el que brinda el 22, pero aquí en casa, que yo no tengo administración a donde ir a celebrar. A no ser que brinde contra mi reflejo feliz en la pantalla del móvil. Que yo compro en la horizontal del sofá al que me vine y con los pies calientes.

Ya dije que quería un número que significara algo, probé primero con la fecha de nacimiento de mi chico, un amor al que ahora le pirra jugar con su papá y no me deja tranquilo. Conté que ayer le pidió a su mamá que si jugaba con él pusiera la voz de papá?? 😂😂😂 Para comérselo.

Ese número como en Hundir la flota dio agua. Lo sentimos pero no hay disponibilidad. Probé con mi fecha de nacimiento, con la de Sestea... Me dirás qué interés tendrán esas cifras para nadie más. Pues como digo sin suerte, y yo reacio a dejar que la web calcule por mí el que ella quiera. De repente un rayo cruza mi mente, un número que una vez quiso de todo el mundo, el más codiciado, el día en que dejamos la realidad y la civilización entró en esta especie de ensoñación irreal...

No me refiero a la investidura de Trump y sin embargo siento que ya hablé demasiado. Si no me toca lo desvelo. Le quito píxeles a la foto.

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