domingo, 12 de diciembre de 2021

Uno de los mayores problemas de los políticos, tienen tantos que se vuelven innumerables, es que la ciudadanía en general no los siente como propios, no son desde luego uno de los nuestros. Y ellos tampoco se esfuerzan demasiado en enmendar tal impresión, dan unos cuantos apretones de manos durante las campaña pero hasta entonces todo gesto significa No soy como vosotros. Tú me vienes a buscar y yo te lo agradezco aquí y ahora, dándote la mano. Luego seguirán su camino divergente, unos hacia sus pequeñas miserias cotidianas y ellos hacia algún compromiso que les de bien de comer.

En ese sentido el Rey Juan Carlos en su peor momento se ha vuelto uno de nosotros, perdiendo la cabeza por amor, que es siempre mejor que esa campechanía de botarate que acostumbró a lo largo de los años. Salirse del protocolo, de lo esperado es siempre de agradecer. La gente está ya cansada de ver esas caras estiradas que no dicen ninguna verdad. Cierto que se haya demostrado un chorizo no es algo para perdonar. Pero si los chorizos volarán no veríamos el cielo. Los hubo los hay y los habrá, pues el hombre honrado de corazón se conforma con poco y no tiene gran ambición.

El tal Johnson, la ambición rubia, otro ejemplo de este mundo en que Trump es posible, debe ser un cachondo en las distancias cortas, y sabio, de los que sabe que en la vida nada debe ser tomado demasiado en serio. Por eso sí ordena confinar a la población él se monta una fiesta en el 10 de Downing Street. La gente no podía despedir a sus familiares muertos por la Covid y ellos festejaban como un equipo. Con amigo invisible.

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