domingo, 19 de diciembre de 2021

Yo, como los viejos, cada vez duermo menos. Me ocurre que me despierto temprano, me levanto y como la casa está tan silenciosa y tan oscura me da por escribir. Así ocurre que luego paso el día arrastrando los pies por la vida, de puro cansancio, pues a quien se le ocurren estás cosas entre las 6 y las 7 de la mañana De un domingo!

No puedo dejar de pensar en el emérito. No con un pensamiento romántico, no soy una de sus presas conquistadas, es innecesario aclarar esto, sino más bien sobre algo que leí el otro día en un programa de Telecinco que miraba mi suegra. Ella si es muy fan a este tipo de programas, a este en concreto, el Sálvame, no sé si naranja o limón. Suele tenerlo puesto a toda hora, y como está un poco sorda (que en realidad es bastante) pone la tele rondando el volumen noventa sobre 100, o sea que cuando el marujeo, el tomate, el papel cuché de revista se desarrolla en su televisor hace participe a su bloque de pisos entero que no ve Telecinco pero que puede imaginarlo, pues lo oye con toda claridad.

Yo no lo pongo nunca. Ni el Sálvame ni Telecinco, sino estaría aquí escribiendo sobre ello cada día. De tan jugosas noticias como proporcionan. De hecho creo que tengo instrucciones dadas al televisor de borrar ese canal, y si a estas alturas no lo ha hecho es por tener ese as en la manga cuando viene a vernos mi suegra, pues la entretiene mucho. El caso es que el otro día decían mil cosas que yo no escuchaba, son programas de hablar todos al tiempo, como un gallinero, y ponían escrito en pantalla que al emérito le encantaba comer el arroz en el escote de Bárbara Rey, que ahora no sé si decía arroz, me resulta raro, aunque ciertamente yo nunca he sido tan arrebatado para arrojar la paella por encima de nadie, así que puede que fueran palomitas de maíz que es más fácil de imaginar. Lo principal es la que al emérito le encantaba recoger arroz o las palomitas en el escote, o a escote, de Bárbara Rey, rubia cañón, y no de Sofía de Grecia. Y salían imágenes de la Bárbara de entonces y no extrañaba viéndola que el rey quisiera recoger lo que fuera que se hubiera caído por su escote. Luego salían glosando la noticia imágenes, más o menos actuales de Bárbara hoy, ancha como verla doble, y no es difícil imaginar que ella también quisiera volver a aquella época joven, aún cuando tuviera el escote rentado a aquellos labios, enamoradizos labios de gran chequera. Y es que no hay nada como agua nueva para mover molino, ni tampoco nada como la juventud perdida. Daríamos mucho por volver atrás, cada vez más.

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