viernes, 24 de diciembre de 2021

Lo que dije el otro día de que iba a mirar el sorteo de Navidad fue una broma. No es que pestañeara, que es algo que nadie me podría reprochar, sino que no vi ni un solo minuto del sorteo por la tele. Yo sabía que se estaba celebrando, que quizá se estaba decidiendo mi futuro en ese instante, pero no me interesó, no quería para mí ese soniquete repetitivo y taladrante de los niños de San Ildefonso, que dirán que son de Madrid, pero cuando uno ve la aparición de los premios en el Telediario, esto sí es obligado, tiene la impresión de que podría estar ante el sorteo de Navidad de la sucursal San Ildefonso de Cali o Bogotá, que todos los nenes parecen salidos de allí.

Rememorando antiguos escritos de aquí del Facebook, lo que la propia aplicación llama Recuerdos me gustaría haber traído algo que me gustara, algo escrito hace años y que pudiera replicar ahora, como hago con los libros, que cuelgo fragmentos que me dicen algo, y al escoger esos en vez de otros, precisamente esos, también consigo que ellos digan algo de mí. Pero de lo escrito entre los recuerdos de esta semana no hay nada siquiera pasable. Una cosa sí, ya hace 4 años andaba yo con mis anhelos de lotería, ignorante como soy de lo que ya nos decían en la entradilla de Fama, la serie de televisión. Aquello de que la fama cuesta. Que había que luchar.

Trabajo, trabajo, trabajo ( y una pizquita de suerte).

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