domingo, 31 de octubre de 2010

El misterio de Annlea

Tu mal y tu bien.

A la orilla de la chimenea - Joaquín Sabina



Annlea (Aunque nadie nos lea) está sentadita en un rincón sin hacer mal a nadie. No tiene actividad ninguna, se podría decir que ha dejado la pluma en el tintero. Que está en uno de sus largos descansos, quizá el definitivo. No admite más historias por ahora, tiene las palabras contadas y cercadas. Pero aún las muestra, es un expositor abierto al público, y mi intención es que lo sea mientras yo pueda.

Pero de algún modo aún tiene alguna actividad. No hay momento en que entre y que no vea al menos a 5 personas de visita. ¿De verdad tenemos tantos lectores? Tiene que haber truco en algún lado, a la gente le va más visitar Facebook o similares, que se comporta como encontrar a un amigo en el ascensor hasta la planta baja. Un intercambio de saludos sin ir más allá.

No es sólo que Annlea tenga lectores que uno se imagina de carne y hueso sin creerlo del todo, sino que algunos de ellos se dan de alta en la web introduciendo los datos oportunos ¿quizá dispuestos a participar? ¿empeñados en sacar al portal literario de su decaimiento?

Luego las cartas se ponen boca arriba. Y esos nuevos miembros son en su mayoría misteriosos innombrables que acceden, imagino, para utilizar la web de portavocía de milagrosos remedios financieros, que aúnan tus deudas en una sola para luego darte ese jarabe en cucharas sin esperas y con mucha letra pequeña. O nos hablarán utilísimos alargamientos de lo que haga falta, con tubos de vidrio irrompible para que metamos el codo o lo que queramos alargar (que no ha de ser el codo forzosamente), o nos hablarán, con la complicidad del que está dentro, de lo bien que se siente uno cuando se es fuerte y vigoroso, tomando una receta completa de anabolizantes, que si bien es verdad que están muy mal vistos en los Juegos Olímpicos, digamos también que para los próximos quedan un par de años. Y no todos habremos de competir, dicen bien.

El acceso y registro el libre. No tengo problema con ello. Aunque de cuando en cuando tengo que acceder yo también para deshacer lo que ellos han hecho. Es una tarea sencilla, me basta con entrar en la administración del sitio y comprobar quienes se registraron y nunca pulsaron el enlace que valida el registro, aunque yo soy más concienzudo y navego entre los que llegaron hasta el final para no dejarme a nadie que se llame Creditcardpcmbo o Apartnerlife, Praildimele...

Así que encontrados los acompaño a la puerta, como el guarda de un museo haría con alguien que estuviera tocando los cuadros. Les enseño el camino y lo recorremos apaciblemente para que lleven sus remedios infalibles a algún sitio donde sus palabras no tengan eco. El silencio de Annlea vale mucho como para que vengan a interrumpirlo con banalidades de hoy para mañana. Si Annlea se levanta un día será para volver a escribir, que será nuestro modo de volver a contar.

Germán Aburto estaba empeñado en ello. Me escribía a veces. No le puedo estar más agradecido.

2 comentarios:

Susana Pérez dijo...

Mmmm, veo cambios en tu blog, supongo que el bloggero también cambia y esto no es más que el reflejo de ello.
Estoy segura que Annlea tendría éxito, hay todo un mundo de gentes que se dedican a escribir, a los relatos y demás familiares.
No sé como es el modo de participación, si es abierto o requiere alguna invitación, pero si te apetece, le podemos dar vidilla.
Abrazos

A N A D O U N I dijo...

Ya ves, todo el día llevo haciendo y deshaciendo cosas. Probando...

Hablaba el otro día con un amigo para convenir ambos en que Annlea fue una idea genial. Nos atrapó durante un tiempo razonablemente largo. La iniciativa de escribir a un tema propuesto es simple pero engancha.

Sin embargo hoy yo estoy con pocas ganas de inventar. Calla que siga contando cosas aquí. Rescoldos del escritor que pude ser.

Abrazos.