jueves, 7 de octubre de 2010

Evocando

Es hora de afrontar la realidad.

You´re beautiful - James Blunt



Ayer observaba al presidente del gobierno en el noticiario de telecinco y volví a constatar lo poco que vale. Tan poco como yo.

Luego me he preguntado acerca de que me diferencia de todos estos. De toda esa gente. Y no se me ocurre nada más que una razón. Tal vez vaya al final.

Llevo dos días anclado en el pasado, como quien vuelve sobre el camino para comprobar que el camino es tal como recordaba, aunque no haya modo ya de cambiarlo. Ni siquiera se pretende ahora, se trata simplemente de recordar esos años que son ratos perdidos colgando de algún recuerdo.

La forma de lograrlo es sencilla y evocadora. He vuelto a buscar el sonido de programas que escuchaba antaño, de joven, aunque da miedo decirlo cuando se es todavía, aunque cada vez menos. He buscado la voz de Carlos Llamas en hora 25 pues de su voz yo salto varios años atrás en el tiempo. Y el encuentro es como un colapso interior por lo irremediable, pues yo gasté muchas noches escuchando aquella tertulia de unos pocos y hoy vuelvo a oír esa voz cuando se apagó por cáncer en el año 2007. Y ya no puedo regresar a aquellas noches como es imposible para Carlos Llamas relatar la actualidad diaria que no ha conocido.

Queda nada más el archivo de su voz el día en que regresó creyendo vencido el cáncer.

Vengo observando asimismo en varios casos que al buscar las noticias o la trayectoria de una persona desaparecida es fácil dar con las noticias en las que se informa de su desaparición, es como si éstas sí, quedaran esperando ser rescatadas, como un último mensaje, en nada de despedida pues no tiene nada que ver con su infortunado protagonista. Y es difícil encontrar algo antes de la muerte, parece que la persona no hubiera vivido. O que la vida se resumiera y fuera síntesis nada más en el momento de la muerte. Preparación sin importancia para un ocaso. Boceto para un intento que queda en nada. De aquellos años de trayectoria profesional llenos de días, cada uno coronado en una noche de programa no queda nada a lo que asirse. Son fugacidad perdida en medio del tiempo.

Nos convertimos en una fecha. La fecha de nuestro fin y nada más.


Así, en la búsqueda de algo más quise encontrar documentos sonoros de una noche cualquiera entre los 14 años en que Carlos Llamas dirigió y presentó Hora 25. Quería recrearme en aquella rabiosa actualidad tan pasajera, cualquier noche me habría valido, pero apenas hallé nada. De él nada más queda el regreso como un héroe invencible y noticias de su muerte 5 meses después.

Y a este caso corrió paralelo y posterior el de Andrés Montes, que era la alegría de la tele y que desapareció sospechosamente una noche de la que nunca se supo gran cosa. O tal vez es que en aquella frase que a mí me gustaba tanto: "La vida puede ser maravillosa" hay una realidad oculta que no se dice a las claras aunque subyace. "O puede no serlo".

Me encuentro en la búsqueda con que otro de los contertulios de aquel programa, Carlos Mendo, moría este mismo 2010. Y su voz es también la voz que me regresa al pasado aunque él hubiera continuado en la radio prácticamente hasta su muerte. Aunque yo de ese pasado reciente no he conocido nada, pues perdí la costumbre de oír la radio a esas horas, y su voz, característica, es uña y carne a la voz de Carlos Llamas dando las buenas noches.


La vida tiene mucho de perdida. Solamente los niños no lo saben. Y no se trata de que hoy tenga un día de esos, que alguna vez tuve, de tristeza insuperable. De eso no hay nada, o no lo hay apenas.


Anteayer lavando el coche hice tres arañazos que lo recorrían de arriba a abajo. Todo ocurrió porque quise quitar unas manchas oscuras debajo de la cerradura de la puerta del conductor. Será que aquí no llueve y no se iba a limpiar solo. Aunque en definitiva, lo bueno es que ya está solucionado. Me lo reparó sin coste alguno un conocido.


Soy torpe, mucho. Me ocurre a veces, me equivoco y luego me arrepiento cuando ya no hay oportunidad de corregir, lo lamento de veras.

Pero no soy un caso perdido, en el fondo, donde casi no se divisa, algún rato aislado...

aún aspiro a la excelencia.

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