lunes, 3 de diciembre de 2012

De fútbol

Eres como un trapecista. 

La hormiguita - Juan Luis Guerra



Yo tengo razones de sobra para ser simpatizante del Real Madrid. Para empezar mi padre es forofo, aunque supongo que como todos, cada vez menos. Es curioso como la vida te va despegando del fútbol. Probablemente sean los años.

Yo he pasado la vida entera creyendo que el fútbol es más propio del mundo de los sueños que de la realidad, no porque yo me imaginara pateando un balón en calzones o circulando con los cascos puestos del autocar a la puerta del hotel. Sino porque como en los sueños, gran parte de lo que ocurre en el fútbol, no importa.

No importa el último resultado, es algo efímero, apenas una columna en el diario. Pronto llegará otro partido que nos de la verdad nueva de nuestro equipo. Que convierta en pasado caduco aquel penúltimo que tanto nos alegró o defraudó. En el fútbol la mirada siempre está puesta en el futuro, lo transcurrido pierde importancia al instante.

De hecho, ¿Hoy qué importa quién ganó la última liga o la anterior? Eso es materia de hemeroteca, de los libros de historia.

Así en el fútbol, como en los sueños, muchas de sus gestiones no tienen importancia. Lo que ocurre en el fútbol tiene un valor relativo, queda flotando como algo etéreo. Si un club dilapida una fortuna en un fichaje que no salió bien no habrá nadie que asuma las culpas. El mero hecho de fichar a alguien no es garantía alguna de nada, es premio que se da por el pasado del jugador, por lo que hizo hasta la fecha, pero sus actuaciones, lo que lo distingue de los otros, su capacidad decisoria, podría no repetirse. Si el jugador no resulta como pensaban no hay responsabilidad real para nadie. Él recibirá el dinero que sus potenciales prestaciones le han podido facilitar. Una fortuna por lo que habría podido llegar a ser. Por lo que creían que sería.

El club comprador habrá pagado, seguirá pagando durante muchos años, el cobrador habrá conseguido, conseguirá en la transacción un montón de millones de euros, pues el fútbol no atiende a los parámetros normales de cualquier operación económica, todo se hace a lo grande porque forma parte del espectáculo, del circo, de los titulares de periódico; pedir que en esto haya racionalidad es tanto como exigirla para un sueño.


Quizá la mala marcha de un club se pueda llevar por delante la labor del entrenador, pero raro será que, como en los sueños otra vez, donde nada pesa, no salga un nuevo club amigo dispuesto a dar una nueva oportunidad, la enésima. Con la figura del entrenador ocurre justo lo contrario a la del futbolista, si a este último le da vigencia su pasado más reciente, con el primero no hay pasado que valga. Uno puede salir rebotado de mil clubes y siempre habrá uno más. En el fútbol, como en los sueños, no hay consecuencias. Duran lo mismo uno y otro.


Sin embargo yo pasé la vida creyendo que así era el fútbol, hecho del material de los sueños. Y ahora en el centro mismo de la crisis vengo a darme cuenta de que no se trata del fútbol sino de la vida. Mirando los manejos de los políticos, de los mismos que nos trajeron al lugar donde estamos, percibo que han quedado exonerados. No habrá nada que vaya a ocurrirles. Su responsabilidad se ha diluido.

La vida copia al fútbol. Nada de lo que acontece tiene ya la consideración de real. No hay culpas ni culpables. Se trata nada más de seguir adelante como se pueda.

No hay responsabilidad. Los unos miran a los otros en medio de la incompetencia más absoluta. No hay nadie para explicar como fue ni como se equivocaron tanto.

Si queremos explicaciones habrá que soñarlas.


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