lunes, 27 de octubre de 2014

Predicadores

Voy a contarte hasta diez.

Morena mía - Miguel Bosé


En estas mañanas forzosamente ociosas gasto el tiempo perdiéndolo. Así que me he acordado que pese a mis advertencias el gobierno nos ha terminado tocando la Tdt, para que tengamos que volver a sintonizar,  y ellos puedan hacer negocio ahora vendiendo señales a las operadoras móviles.

Así que sin una gota de rencor en el cuerpo,  he decidido darle a mi tele ese nuevo orden y cual ha sido mi sorpresa cuando he encontrado algún canal que no tenía, como éste que se llama TBN, o Enlace, o algo similar. Que resulta que es un canal de telepredicadores,  de los que llenan el aforo de la entrega de los Oscar de gente ávida de que les griten a la cara lo mucho que les quiere "el dios" .

Resulta paradigmático que entre predicador y predicador sale una mocita anunciando que enviando un mensaje a tanto la unidad podremos descargar en el móvil el discurso del predicador que más nos guste.

Uno de ellos dice que la cabeza de la mujer es el hombre,  y la cabeza del hombre es Jesús, que es el director general. Que cómo no, hay un orden,  una jerarquía,  y del mismo modo que la mujer, el hombre debe doblegarse ante Cristo.

No sé si estos mensajes, construidos por sudamericanos de larga perorata tienen afán de traspasar fronteras, o son de consumo interno, aunque lo consiguen gracias a TBN,  son todo un hallazgo, una prueba para mentes desesperadas, aunque no parece el suyo un discurso muy europeo o del siglo XXI.

Sospecho que si cambian a Jesús por Alá y lo dan en Pakistán puedan tener más éxito. Para que la mujer no se pregunte porqué le llueven piedras.

O puede que ésto o algo parecido sea lo que se trata en esas Iglesias evangelistas que han ido proliferando en los barrios de nuestras ciudades. Dónde todo el mundo es feliz y cantan canciones. Tienen la seguridad de vivir en Cristo y eso da un plus de seguridad. El cepillo es muestra de buena voluntad contante y sonante.  Que los buenos deseos se los lleva el viento.

De todos modos nunca fui muy partícipe de hacer depender al hombre de una idea,  por elevada que sea. Puede que como Pinilla, muerto en estos días,  no albergue más que pena, por pensar en el fondo, que después no habrá nada.

Al fin esa idea,  esa ESPERANZA a la que debemos acogernos con regocijo, desde nuestro propio pozo, no nos llega como una llama flotando en el cielo, la trae otro hombre, un voceras a la que la convicción lo está haciendo rico, con unos intereses determinados.

Y los hombres han dejado largas muestras, de sobra, de lo mezquinos que pueden llegar a ser.

Por eso,  yo lo llevo casi todo cogido con pinzas. No doy nada por seguro.

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