martes, 7 de octubre de 2014

Un chiste para llorar

Shine silently.

Nils Logfren.




El mayor problema de España es que va por la vida creyéndose un país serio. Como si lo fuera.

El temor actual de los ciudadanos, aparte de sentirse en manos de corruptos, e incapaces, aunque esto viene de antiguo, es que esta gente ahora nos termine matando. Y lo digo en sentido literal. La última es traer a dos personas, desgraciadamente condenadas por una enfermedad, el ébola, que no tiene cura. Existe un tratamiento experimental, pero sin garantías. Por tanto los traen de África no porque piensen, con las mejores intenciones, que en Madrid podrán curarlos, ni siquiera las instalaciones están preparadas para contener pacientes de tal enfermedad, sino porque con ello abrimos los noticieros de Estados Unidos, que ha llevado a su vez, enfermos, éstos sí con más visos de ser curados, o al menos de no poner en riesgo con ello al resto de población sana. Es decir, los traemos como un país moderno, que se hace cargo de sus enfermos, curas o misioneros que no deben ser abandonados a su suerte, porque con ello lograremos una fila de coches con luces y sirenas recorriendo la Castellana, como en un thriller en el que se protege con éxito la integridad del presidente americano.

Una vez tenemos la foto hecha, primera plana de un desembarco en el Perejil informativo de estos tiempos, ya es cosa de ver cómo nos apañamos. Porque España es el país de ver cómo lo apañamos por antonomasia. Le ponemos en una planta de un hospital que como mucho es nivel 2 en el tratamiento de enfermedades infecciosas, en Estados Unidos hay 10 que son nivel 4, el máximo. Un pegote de cinta aislante a los guantes para fijarlos al traje del personal que va a tratarlo, varias capas por si acaso, el uso indiscriminado de ascensor común para los residuos y un cruzar de dedos, a ver qué pasa. Si funciona con las obras de Calatrava, ¿por qué no confiar en la suerte?

Y lo que pasa es que una pobre auxiliar de enfermería, que de seguro cobra poco y cada vez menos, se infecta.

La mujer coge vacaciones el día 26, un día después de que muera el último de nuestros enfermos viajeros, y a la vuelta, el 30 de septiembre, con varios días de fiebre pide que se le haga la prueba del ébola. Opción que rechaza el hospital, no me digas porqué razón. Demasiado trabajo, no pasa nada, vuelva otro día.
Por fin el 6 se le realizan y por dos veces sale positivo. Sin embargo la tienen en una sala de urgencias, protegida por una mampara y un trozo de plástico de los de rollo de prueba deportiva. Entre un mundo de familiares de otros pacientes entrando y saliendo.
Luego, obvio, la meten en un ataúd de cristal y la rodean de luces parpadeantes, la escoltan media docena de coches de hospital a hospital, como si alguien fuera a atracar el furgón ambulancia. Para que todo sea recogido por un sin fin de cámaras. De nuevo el país moderno, Europa, en uno de sus despliegues de medios.

Pero Europa nos ha abandonado. ¿Cómo explicar que nos dejen actuar de tal forma? ¿Acaso no nos conocen? ¿No saben qué clase de país somos? Por su seguridad debían darnos el carnet de país incapaz. Lo hicieron a nivel económico, nos iría bien que elevaran a todos los niveles. Si tenemos la ocurrencia de fletar un avión para traer a un enfermo susceptible de causar una epidemia ¿no deberían pararnos los pies? Porque en este país, si algo malo puede pasar, pasará...

Porque lo realmente cierto es somos de actuar como Pepe Gotera y Otilio, dicho con todo el respeto hacia las creaciones de Ibañez. Capaces de mantener un presidente de gobierno que cobró sobresueldos en B de la mano de Luis Bárcenas ¿alguien lo duda?, capaces de rescatar una entidad en la que los chorizos hacen su agosto, capaces de enviar a unos Juegos Paralímpicos a una selección de deportistas sin tara, país capaz de blindar la monarquía con un traspaso que nos hará no solamente tener un rey, al que quizá aceptaran hace 40 años, sino ahora dos, con tratamiento de alteza, en pleno siglo XXI. Con cuidado de que al padre y muy señor mío no le salpiquen los casos de supuesta paternidad, que son un calco de si mismo. Con los tribunales de un país contaminados de esta cosa de nuestra política que es "luego lo apaño". Quizá cambiando los cromos se provoque el divorcio de Sofía a cambio de cerrar la posibilidad del de Letizia, no dispuesta a esperar para siempre.

Tiene un futuro halagüeño España, nos rodean los brotes verdes. Hay que estar muy ciego para no ver que estamos saliendo a un futuro mejor. Quizá no para esa pobre empleada de hospital, a la que condenaron por una foto, quizá tampoco para los que se cruzaron con ella en los últimos días, incapaces de saber hacia dónde va ese futuro. Pero sí para nuestros políticos, que viven en su mundo de no hacer nada.

A salvo de todo.



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