viernes, 17 de abril de 2009

Lección magistral

Mis días sin ti son tan absurdos.

Moscas en la casa - Shakira



La que nos dan nuestros políticos ¿quién si no?

Ayer se alborotó el gallinero que ya es de por si la asamblea de Madrid, y no por las profundas disquisiciones políticas, ni por la euforia desatada al hallar, aguja en un pajar, las soluciones que solucionan esta crisis y las que estén por venir.

No, ayer me montó la marimorena en el hemiciclo porque la presidente de la cámara les prohibió a sus señorías, tiene huevos llamarlos así, la entrada de botellines de agua (llenos). Y no porque se los vayan a lanzar unos a otros, que poco les falta, sino porque nuestros excelsos oradores cuando no pensadores se beben las botellas con la misma sangre fría con que nuestros políticos se encaran en los debates de las elecciones, y claro, con aquellos tembleques en la mano el agua se termina derramando. Y ya han sido varias veces que, al derramar el agua por encima de las circuiterías que dan lugar a esas apretadas votaciones electrónicas, el sistema ha colapsado. Así que como el político es animal de no tropezar dos veces con el mismo pedrusco, la presidenta, habida cuenta de que no podría sostener las botellas de todos los diputados, para ser ella la que se las llevara a la boca, decidió con buen juicio que para beber se pueden salir fuera, a los pasillos, habitat natural, con una razón más para hacerlo.

Pero lo que la presidenta no esperaba es encontrarse a la presidenta de la Comunidad de Madrid de cara, yendo ella misma en vez de mandar a uno de sus chóferes, en pos de una botellaja que introducir sobre la cabeza al modo de la lechera soñadora. Porque la Espe no es de irse tapando, que para eso tiene ese gracejo castizo y marrullero que tanto seduce en la capital. Así que contraviniendo la orden de la presidenta de la cámara, primera autoridad en ella, mediadora, entró a pecho descubierto con la botella desafiante. ¿Pero ustedes dos no son del mismo partido?

Lo son, por eso la presidenta, habida cuenta del revuelo por haber prohibido entrar botellines da marcha atrás y dice que adelante, que beban cuanto quieran, aunque para no humillarse del todo deja caer una perla. Que no se va a repetir ni una votación. Así que si alguien derrama el liquido elemento sobre los botones de votación y los resultados salen alterados, por ejemplo con más votos que diputados, o con la totalidad de los votos en un sentido o en el otro, es decir cualquier cosa imposible, entonces los darán por buenos ya que es el último bastión al que agarrarse cuando se pierde la batalla del agua.

¿Qué haríamos sin nuestros políticos? Casi se ponen de acuerdo en su derecho a derramarse el agua. Después de todo evidentemente la necesitan para echársela encima si es que les vence el sopor de una mañana trabajando.

A la hora de salir a coger el coche para ir a casa conviene estar bien despierto.

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