lunes, 20 de abril de 2009

Volvimos a ganar

Encara em queda temps per descobrir.

Corren - Gossos



No está bien que yo lo diga porque es un secreto, pero volvimos a ganar.

Me refiero al tándem Nadal-Anado.

Él a estas horas está cansado e incubando un odio irracional hacia el polvo de ladrillo que le arruina las zapatillas y le deja los calcetines irreconocibles. Tiene 22 años y ya incuba la demencia que lo volverá loco. Ni siquiera en eso es tan distinto ¿verdad?

Puede que alguien se pregunte acerca de la responsabilidad que yo tengo en el triunfo. Ese alguien aparece primero como muy poco avispado, y luego como muy curioso. ¿Es que acaso queremos saber de todo?

Mi labor es discreta. Yo soy el que le dice donde tiene que poner la pelota, que es mucho más difícil que ponerla. Lo difícil es decidir el sitio, no llegar hasta él. El sitio que yo digo es de imposible devolución. No fallo nunca.

Ese alguien de antes dirá que no puede ser. Que no hay forma de que yo influya tanto en el juego, y además desde tan lejos. ¿Pero no sabe que uno puede influir en las personas incluso desde miles de kilómetros de distancia?

Por supuesto hacemos uso de la última tecnología, que para eso hago que Rafa gane una pasta gansa. Él lleva en el interior de la oreja una especie de Sonotone, para que dar más detalles sobre aspectos técnicos que nadie entendería. ¿Por qué creías que lleva el pelo largo? Y le detallo la jugada justo en el momento del saque, cuando está a punto de lanzarse la bola al aire. Es por eso que Nadal pone esa cara de concentración con los ojos entornados, porque está recibiendo información de vital importancia para su siguiente punto, la que yo le proporciono gracias a mis conocimientos de la ecuación espacio-tiempo asociadas al movimiento líneal de una esfera en rotación constante; y es por eso también que el bueno de Rafa saca, generalmente, tan mal. Porque a veces mi sagacidad tenística y mi ingenio para definir el centímetro que pretendo sobre la línea lo desconcierta tanto que se ve incapaz de sacar más rápido de lo que sacaba Arantxa Sánchez Vicario, con la que no crucé una palabra en toda mi vida. Pero esto es común entre los mortales ¿quién no quedaría impactado ante información que usada en su beneficio conlleva un éxito rotundo?

Hasta a mí me ocurre, y eso que soy yo el que da esa información.


Puede que a estas horas haya aún algún dudoso, que se diga que tal cosa no puede ser. O incluso que de darse, no es tan importante en el desarrollo del juego.

Al primero le diré apenas un detalle. ¿De verdad crees que el número 1 del mundo, llamado a ser uno de los mejores tenistas, al menos en atención a los resultados, iba a encontrar a su entrenador en su propia familia?

No he querido ponerme medallas que no me corresponden. Hasta hoy, está claro. Pero seamos serios, a la vista está que Toni Nadal no es más que un hombre de paja, un personaje puesto ahí para que lo puedan enfocar las cámaras, no más útil que su otro tío Miguel Angel, ex-futbolista del Barça, en cuya carrera, todo hay que decirlo, no tuve nada que ver.

¿O es que el tío de alguien, del que no se conoce cualificación alguna en el tenis va a llevar a un chaval desde la niñez a los mayores éxitos deportivos? Evidentemente, no. Un tío puede enseñar a jugar a un niño y acompañarlo a los torneos de su urbanización. Pero a los 12 años, si el crío destaca aparecen las escuelas de tenis, las federaciones y los expertos (que no se tienen dentro de la propia familia, lógicamente).

Si Toni Nadal aparece sentado ante las cámaras es solamente por su innegable fotogenia, y lo reacio que soy a la luz de los focos. Aunque admitiré aquí que no es solo por eso, sino porque asimismo manejo las aprovechadas carreras de otros tenistas, aunque no entraré en más detalles que comentar cuando hace algún tiempo tuve que hablar por los auriculares a dos de mis tenistas enfrentados de manera que los hacía ganar y perder puntos alternativamente en medio de un tenis que los medios calificaron de bellísima factura.

Puede que haya otros que digan que mi susurro sobre el destino de la bola no puede ser tan influyente sobre el ánimo o más pragmáticamente, sobre el resultado. Estos sin duda saben mucho menos de tenis que el bueno de Toni Nadal. ¿O no era importante para los ajedrecistas aficionados a la trampa que su equipo de analistas les citaran los movimientos sucesivos delante del tablero? Claro que aquellos hacían uso de potentes ordenadores, y yo tan sólo de mi intuición y conocimiento sobre la velocidad de reacción humana a un estímulo en movimiento.

Por no hablar de algo obvio, los tenistas, así como los deportistas en general están hechos para la acción más que para el pensamiento. ¿Me citará alguien a un gran pensador que se dedicara al deporte profesional? Pues salvo Muhammad Alí, al que los golpes al menos en primer término, mejoraban la cabeza, no hubo ni uno solo. De forma que son mayoría entre ellos los que prefieren no pensar, hacerlo decididamente siguiendo determinadas indicaciones. Es por eso, por ejemplo, que los ciclistas atacan en el repecho por indicación de su jefe de equipo, aunque un par de kilómetros más allá vayan a sufrir un tremendo pajarón que los deje sin fuerza. No están ahí para cuestionarse la idoneidad del ataque, prefieren no pensarlo y hacerlo así simplemente.

Los tenistas no son distintos, pueden concentrarse en pegar a la bola lo más fuerte posible si no tienen que preocuparse del lado donde tirar. Poderse concentrar en ello tan sólo les da además una fortaleza mental característica. Pues las nuevas indicaciones consigue una especie de borrón y cuenta nueva, un volver a empezar desde cero. Aún más, ganen o pierdan, en el fondo, piensan que el partido no va con ellos, quien gana o pierde en realidad es el entrenador auténtico, en el caso de Rafa Nadal, yo.

Quizá un día me arrepienta de abrir de este modo mi corazón y mi cabeza. Los entresijos de este deporte que hace a figuras de barro iconos a imitar en todo. Pero no debemos ser imitados, al menos no sin supervisión médica.

La excepción es Rafa Nadal. Puede que yo hubiera podido ser un tenista mejor. Sé que ahora piensas que sí.

Pero él es mejor persona.

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