domingo, 9 de septiembre de 2007

El llorón

Un día la vida echará abajo tu puerta,
rendida acorralada te pedirá cuentas,

por este fracaso,

por haberme mentido.


Déjate convencer - Ismael Serrano



Leía en el Latino esta mañana, como acostumbro los fines de semana. Y se me viene la camarera diciéndome que cómo tan temprano, a lo que respondo que más temprano los días de diario (entendido por los dos como entre semana). A lo que me dice que ya lo sabe, pero que ayer siendo "La Guía" (fiesta local) estaré de resaca. A lo que respondí que yo ayer no salí. Y entonces no sé porque pero ocurrió que me terminó dando vergüenza no haber salido. Creo que un día me arrepentiré si es que lo que hago es malgastar esta juventud escasa que me queda, sin salir de parranda suficiente, a decir verdad, casi nada.

Soy como un viejito en el cuerpo mozalbete de un atleta, poco más o menos.


Me acabo de dar un baño tan relajante que no sé si no terminaré durmiéndome en la silla, y la cosa tendría mérito porque esta es una silla bastante incómoda. Diseñada supongo para soportar el peso mientras dure una comida bastante frugal, de una manzana por ejemplo. No para sesiones maratonianas de ordenador que perdió la portabilidad por tener que estar tan cerca del módem externo que da Internet como para que llegue al conector y este a la entrada de teléfono. Aunque hoy no hubo sesión larga, apenas un rato removiendo contenidos de la web de Menuts del Món. Porque hoy me fui a la playa, puesto que el sol ha llegado dispuesto a no dar tregua, así sea para que yo deje de quejarme. Como si hacerlo fuera a cambiar algo.

Me he dado un baño relajante, con música de fondo. Y al levantarme he detectado que el agua del grifo no caía más que templada pese a lo girado de la llave a la izquierda. Sospecho que puedan estar fallando de nuevo las resistencias, confío en que la reparación reciente tenga alguna garantía, Por descontado que los costes de aquella reparación estructural de la caldera corrió a cuenta de mi casera. Las resistencias no eran suficientemente resistentes. Yo creo que sí, que estas cosas tienen garantía si quien las hace dice ser electricista...


Leía esta mañana que George Bush quiere hacer mucho dinero cuando se retire y ya no sea el primer mandatario del planeta. Casi seguro que sí, que lo hará. En esas anda Jose Mari de presi de la FAES que es un país en si mismo, a su imagen y semejanza.

Confesaba Bush, tiernamente, a un periodista de su agrado que es muy llorón. Ahí donde lo ves vestido de aviador en el portaviones inmenso para pasar revista. Que llora mucho, dice, y que no soporta las malas noticias. Y en esto yo le tengo que dar la razón, si yo fuera Bush estaría llorando todo el día, que sería poco para lo que debe llorar su señora esposa, claro que igual no, puede ser que uno y otro sean tal para cual. Y quizá lloren por eso, por la suerte de cruzarse por los pasillos y en la alcoba.

Por otro lado si las malas noticias lo hacen llorar debe ir el hombre como un alma en pena por la Casablanca, llenando el despacho oval de lágrimas de papel. Es un comandante en jefe bastante blando. Poco propicio para un ejército de Rambos de última generación que sienten las piernas en vez de el cerebro. Y es que a mí me parece y ya lo he dicho alguna vez, que si en un país de 230 millones de habitantes vas a escoger de presidente a un padre y a su hijo, entonces o algo no funciona o estás contando un chiste. Para eso prefiero, a todas luces, a Vargas Llosa nacionalizado de barras y estrellas. Que igual será una calamidad en el gobierno, pero al menos las noticias te las dará tan bien dadas que hasta las malas tendrán el consuelo de su prosa.

Aunque para cerebros el de George, él llama a los australianos austríacos y da lo mismo. Porque ellos se sienten identificados y saben que habla de ellos en las Convenciones, de la OPEP o de lo que sea. Si al final todo eso no importa. Probablemente el exceso de bebida le dejó algo desconectado, de ahí su dificultad para tragar galletas, supongo.

A Bush no conviene enfadarlo con pequeñeces, que lo mismo invade un país que se parte el pecho en sollozos. Y a su papá ni mentarlo por si las moscas.

Pero lo peor de todo es que el hombre reconoce leer 87 libros al año. A mí me parecen muchos.

Para que luego digan que leer es bueno.

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