sábado, 29 de septiembre de 2007

Encontrando el centro

Busco un centro de gravedad permanente.
Que no varíe lo que ahora pienso de las cosas de la gente.


Franco Battiato



Qué gusto ver a Franco Battiato en aquel vídeo de los tiempos en que los efectos especiales eran poner un separador de plástico amarillo en el ojo de la cámara. Y como se movía, con aquellos pelacos alborotados, de recién levantado, y haciendo con la pierna como que sube un escalón que no hay, porque no está subiendo escalones, está bailando, y bailar al fin es hacer movimientos que no son naturales, pues si fueran normales uno estaría haciendo cualquier otra cosa cotidiana, no bailar. El baile es pura simulación. Michael Jackson, sobre el que volveré algún día, contaba en una entrevista que él no era consciente de sus movimientos mientras bailaba, ocurría simplemente que era esclavo del ritmo.

Sin embargo los movimientos de Battiato, con la fluidez del que salta charcos, tuvieron que ser inspiración del personaje que fue Chiquito de la calzada, alguien que según va a dar un paso ya se está arrepintiendo. La diferencia es que Franco Battiato lo hace con seriedad. Como camino del crepúsculo. Pero la verdad es que se pone ante la cámara para rodar sin saber que esperan exactamente de él. Así que para matar el tiempo y por ver si se conforman, hace como que está subiendo la torre Pisa, pero no se mueve del sitio, está en el centro de un decorado vacío y doblado por los hombros que quieren tocarse bajo su barbilla. Mira a un lado y al otro mientras suena su canción aunque no pasen coches.

Pero es que Franco Battiato fue siempre fiel a si mismo, y pese a su baile que es tan entrañable que a uno le dan ganas de lanzarse de nuevo a la piscina de los 80, era el baile de alguien al que bailar debería avergonzarle algo, pero a él no le avergonzaba. Porque él era así, capaz de componer esas canciones eternas mientras bailaba torpemente su juventud desmelenada. Y en esa precariedad tecnológica, en esas canciones que han retenido parte de nuestras vidas, uno se sumerge como en algo amable. Por si estuviera ahí ese centro de gravedad permanente y nos pasó inadvertido.


Parece este hombre un hombre muy particular. He estado escuchando alguna de las canciones de su nuevo LP, bajado directamente por obra y gracia de una mula sin antifaz y me he dado cuenta al menos de un par detalles.

He tardado en tener el CD nuevo 22 minutos, me habría costado más tiempo cambiarme para buscar un sitio donde comprarlo, de haber querido hacerlo. Internet es una ventana a ratos, y a ratos una barra libre. Claro que por ahí anda la SGAE recargando de canones todo lo que se pueda y Ramoncín que ya no mea sobre nadie desde un escenario porque no queda nadie que quiera oírle ni cantando ni en su nuevo rol de experto contertulio. Por otro lado no creo que nadie fuera a permitírselo a estas alturas, que sospecho que son muchos los que le tienen ganas. Y una provocación como esa podría costarle a buen seguro que unos cuantos le dejaran la crisma hecha cisco. Y siendo como es no tendría que sentirse a salvo ni siquiera en el hospital, después de todo los médicos son personas antes que médicos, con las mismas legítimas apetencias de darle con el martillo de los reflejos en la nuez. Por ver si así calla.

Pero dejemos eso para centrarnos en el nuevo álbum del que he oído tres canciones, a estas horas. La primera es rompedora, como fue rompedor siempre Franco Battiato. Pues si algo no se le puede negar es que fue de aquellos dispuestos a arriesgar. Y en la primera innova hasta límites insospechados. Supongo que yo empezaré a considerarla música cuando se me acostumbre el oído.

Sin embargo otra suena a antigua, y no sería raro que la haya repescado de un cajón. Para completar las nueve, que no son muchas.

Su propia web es tan sencilla que parece del siglo pasado.


Franco Battiato ha sabido siempre lo que tenía que hacer y cómo quería hacerlo. Es evidente que supo encontrar su centro de gravedad permanente. Está claro que no tuvo que cambiar lo que piensa de las cosas de la gente, ni de sus propias cosas. Y probablemente encontró también su estación de los amores, donde los deseos no envejecen, a pesar de la edad.

En el fondo él no cree que haya malgastado su tiempo, lo gastó en aquello que quiso, ni más ni menos, aunque sea verdad universal e irrebatible que no regresará más. El tiempo pasado ya no.

Yo sí.

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